ha sido un día intenso, no porque el objeto no se sintiera bien físicamente, que no se sentía, sino porque tuvo por la mañana una conversación muy intensa con el Dueño. desde el lunes, en el que casi se enfada el Dueño, el objeto ha recuperado la paz y el equilibrio perdido en las últimas semanas, sencillamente porque el Dueño lo ha centrado y le ha dicho lo que tiene que hacer: tenerlo siempre presente. el Dueño ha definido al objeto como una cosa sin sexo, sin voz, sin derechos, sin libertad, sin pensamiento, sin deseos, sin identidad, sin rostro y sin movimientos. es en este sentido que el objeto dice que no es nada, porque realmente no le queda nada a lo que aspirar o desear, salvo a la obediencia y el servicio al Dueño.
cuando el objeto olvida esto empieza el sufrimiento y el dolor. alejarse del Dueño y creerse independiente ya no puede producir en el objeto más que eso: sufrimiento. de vez en cuando es necesario que esto ocurra, que el Dueño centre al objeto y lo ponga en su sitio, le recuerde lo que es y que su felicidad está bajo las botas del Dueño.
sumisión en silencio, castidad y obediencia ciega.