lunes, 29 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo VIII

Unos segundo más tarde el Amo volvió a acercarse a la mesa. Cogió una cadena de perro, se acercó al esclavo y se la enganchó a la anilla que colgaba por la parte delantera del collar. El esclavo inmediatamente pareció recuperarse y se puso a cuatro patas, como un perro, con la barbilla levantada. Pareció como si le hubieran activado alguna clave o apretado un interruptor. Me admiró y sorprendió que aún tuviera fuerzas para servir así a su Amo. Casi como si estuviera ensayado el Amo comenzó a caminar hacia la puerta llevando la correa, justo a la velocidad adecuada para que el sumiso lo pudiera seguir a cuatro patas. Sin duda había sido una escena impresionante y mi polla había estado dura todo el tiempo. Como las esposas estaban unidos al collar no pude tocarmela, y en cualquier caso tampoco podía haberlo hecho porque no tenía permiso de mi Amo. Cuando salieron Amo y sumiso por la puerta volvía a quedarme solo. Me entretuve observando el lugar. Seguía sin duda, o al menos hubiera apostado algo porque así era, en el sótano, bajo la mansió donde me había llevado mi Amo. No sé cuánto tiempo había pasado. Como no había ventanas podía ser cualquier hora del día o de la noche. Recordé que habíamos quedado el viernes por la tarde así que estaba casi seguro que no sería liberado hasta el domingo por la noche o el lunes por la mañana. La habitación era grande, a la derecha estaba la cruz donde había estado el sumiso y a la izquierda la mesa auxiliar. Las paredes eran de cemento visto y había unas tuberías que supongo servirían para ventilar en sustitución de las ventanas. Mi celda estaba en el centro de la pared más opuesta a la puerta. Tal vez había otras celdas a mi izquierda y a la derecha pero no podía comprobarlo. Las paredes y las rejas de mi confinamiento llegaban hasta el techo, no muy alto, y unas mortecinas bombillas eran la única iluminación que daba al lugar un aire mortecino.
Poco a poco comencé a tener más conciencia de mi cuerpo, de lo dolorido que estaba por la última sesión que había tenido con mi Amo. Una vez situado en el lugar todo en mi interior comenzó a hacerse realidad. El dolor me llevó al recuerdo que me llevó a un dolor más intenso, el sentido en aquel momento. Mi polla volvió a endurecerse....otra vez.
Lo que más me extrañó fue que no sentía ningún miedo. Allí estaba, esposado en una celda, en un sótano de una casa que estaba en un lugar que desconocía. Y confiaba. Sabía que iba a sufrir, que antes de que saliera de allí iban a pasarme muchas cosas, algunas muy intensas. Sabía que aquella experiencia iba a transformarme definitivamente pero estaba dispuesto a recorrer ese camino. Por si quedaba alguna duda sabía que saldría de aquel sótano siendo un auténtico esclavo de mi Amo, estaba dispuesto a entregarle su volutnad, haría todo lo que El quisiese, le serviría y viviría para El. Estaba convencido: todo lo demás sería secundario.
Estaba metido en estas reflexiones cuando la puerta se abrió de pronto. Entraron tres esclavos. Todos llevaban collar, muñequeras y tobilleras y estaban desnudos pero dos de ellos llevaban en volandas al tercero que reconocí inmediatamente como el esclavo que había unos minutos había salido como un perro tras su Amo. Estaba inconsciente o al menos su cara caía como si lo estuviese. Las manos las llevaba atadas a la espalda. Se encaminaron hacia la derecha de donde estaba. Oí el ruido de una puerta de barrotes abrirse y de reojo, ví como lo echaban dentro. Entonces fueron hacia donde yo estaba y abrieron la puerta con una llave que llevaban. Yo esperaba que viniera mi Amo a buscarme así que me asusté y retrocedí arrastrándome por el suelo. Ellos rápidamente me sujetaron los brazos y me levantaron, sacándome de la celda. Antes de salir de la habitación pude mirar hacia atrás y ver cinco celdas, todas con inquilinos salvo la mia que ahora permanecía con la puerta abierta.

martes, 23 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo VII


Unos segundo más tarde el Amo volvió a a cercarse a la mesa. Cogió una cadena de perro, se acercó al esclavo y se la enganchó a la anilla que colgaba por la parte delantera del collar. El esclavo inmediatamente pareció recuperarse y se puso a cuatro patas, como un perro, con la barbilla levantada. Pareció como si le hubieran activado alguna clave o apretado un interruptor. Me admiró y sorprendió que aún tuviera fuerzas para servir así a su Amo. Casi como si estuviera ensayado el Amo comenzó a caminar hacia la puerta llevando la correa, justo a la velocidad adecuada para que el sumiso lo pudiera seguir a cuatro patas. Sin duda había sido una escena impresionante y mi polla había estado dura todo el tiempo. Como las esposas estaban unidos al collar no pude tocarmela, y en cualquier caso tampoco podía haberlo hecho porque no tenía permiso de mi Amo. Cuando salieron Amo y sumiso por la puerta volvía a quedarme solo. Me entretuve observando el lugar. Seguía sin duda, o al menos hubiera apostado algo porque así era, en el sótano, bajo la mansió donde me había llevado mi Amo. No sé cuánto tiempo había pasado. Como no había ventanas podía ser cualquier hora del día o de la noche. Recordé que habíamos quedado el viernes por la tarde así que estaba casi seguro que no sería liberado hasta el domingo por la noche o el lunes por la mañana. La habitación era grande, a la derecha estaba la cruz donde había estado el sumiso y a la izquierda la mesa auxiliar. Las paredes eran de cemento visto y había unas tuberías que supongo servirían para ventilar en sustitución de las ventanas. Mi celda estaba en el centro de la pared más opuesta a la puerta. Tal vez había otras celdas a mi izquierda y a la derecha pero no podía comprobarlo. Las paredes y las rejas de mi confinamiento llegaban hasta el techo, no muy alto, y unas mortecinas bombillas eran la única iluminación que daba al lugar un aire mortecino.
Poco a poco comencé a tener más conciencia de mi cuerpo, de lo dolorido que estaba por la última sesión que había tenido con mi Amo. Una vez situado en el lugar todo en mi interior comenzó a hacerse realidad. El dolor me llevó al recuerdo que me llevó a un dolor más intenso, el sentido en aquel momento. Mi polla volvió a endurecerse....otra vez.
Lo que más me extrañó fue que no sentía ningún miedo. Allí estaba, esposado en una celda, en un sótano de una casa que estaba en un lugar que desconocía. Y confiaba. Sabía que iba a sufrir, que antes de que saliera de allí iban a pasarme muchas cosas, algunas muy intensas. Sabía que aquella experiencia iba a transformarme definitivamente pero estaba dispuesto a recorrer ese camino. Por si quedaba alguna duda sabía que saldría de aquel sótano siendo un auténtico esclavo de mi Amo, estaba dispuesto a entregarle su volutnad, haría todo lo que El quisiese, le serviría y viviría para El. Estaba convencido: todo lo demás sería secundario.
Estaba metido en estas reflexiones cuando la puerta se abrió de pronto. Entraron tres esclavos. Todos llevaban collar, muñequeras y tobilleras y estaban desnudos pero dos de ellos llevaban en volandas al tercero que reconocí inmediatamente como el esclavo que había unos minutos había salido como un perro tras su Amo. Estaba inconsciente o al menos su cara caía como si lo estuviese. Las manos las llevaba atadas a la espalda. Se encaminaron hacia la derecha de donde estaba. Oí el ruido de una puerta de barrotes abrirse y de reojo, ví como lo echaban dentro. Entonces fueron hacia donde yo estaba y abrieron la puerta con una llave que llevaban. Yo esperaba que viniera mi Amo a buscarme así que me asusté y retrocedí arrastrándome por el suelo. Ellos rápidamente me sujetaron los brazos y me levantaron, sacándome de la celda. Antes de salir de la habitación pude mirar hacia atrás y ver cinco celdas, todas con inquilinos salvo la mia que ahora permanecía con la puerta abierta.

sábado, 20 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo VI

La conciencia volvió lentamente. Tarde algunosnsegundos en darme cuenta que estaba tirado en el frio suelo de cemento, con las manos esposadas por delante, sujetas a mi collar. Primero fueron las sensaciones, luego el ruido, que se fue haciendo cada vez más claro: un chasquido, seguido de un gemido; otro chasquido, otro gemido. Poco a poco el gemido se fue convirtiendo en lo que era, un grito sofocado. Otro chasquido, otro grito. Lo siguiente fue comenzar a ver la luz. Abrí los ojos poco a poco, y lo primero que vi fueron los barrotes. Estaba en una celda de apenas dos metros por dos metros, de paredes de cemento con una puerta de barrotes de hierro. El ruido seguí rítmicamente. Sentía todos los músculos entumecidos, casi no podía moverme. Lo intenté y tardaron el reaccionar. Al final pude hacerme con mi cuerpo y me arrastré ligeramente hasta poder asomarme por los barrotes. Inmediatamente ví de donde procedían los chasquidos y los gritos sofocados. Un esclavo completamente desnudo estaba atado de pies y manos a una cruz. Llevaba una capucha de cuero puesta, por lo que supuse que también estaría amordazado, era la única explicación porque si no hubiese sido así sus gritos se habrían oido fuera de esas paredes de hormigón. El Amo levaba unos chaps de cuero y botas, muñequeras y gorra de plato. Con una elegancia extrema movía el látigo de una punta hacia atrás con un movimiento de todo el brazo. Luego, con un rápido círculo y un giro de muñeca aún más rápido lo dejaba caer sobre el esclavo. Indefectiblemente el látigo iba acompañado el gemido del sumiso y la contracción de prácticamente todo su cuerpo. El apenas se movía, estaba tan fuertemente sujeto a la cruz que lo único que podía hacer era tensar los músculos, lo cual daba a la escena un tinte aún más morboso. Incluso la cabeza parecía sujeta a la cruz ya que solo se movía ligeramente, cuando a juzgar por la fuerza de los latigazos, debería agitarse convulsivamente.
Intenté ponerme en el lugar del esclavo, su sensación de impotencia, de indefensión, tal vez la culpa por haber hecho algo que mereciese tal castigo, o la entrega por hacer eso sólo por deseo del Amo. No pude evitar tener una erección.
La cadencia era estremadamente rítmica, pero en algunos instantes, cuando el esclavo esperaba el siguiente latigazo y sus músculos se tensaban, éste no se producía. El Amo esperaba unos pocos segundos y cuando el esclavo se relajaba ligeramente comenzando a preguntarse qué pasaba recibía una respuesta en forma de latigazo. Otras veces dos latigazos se sucedía de forma inesperadamente rápida, rompiendo el ritmo y sorprendiendo nuevamente al sumiso. Aquello me pareció extremadamente cruel.
Era innegable que el Amo era un experto en infligir aquel tipo de castigo. Manejaba el látigo con una gran maestría. En un momento dado paró. Se dio la vuelta y se dirigió a una mesa donde dejó el látigo. Pude verlo con claridad. Tenía un cuerpo perfecto: abdominales, pectorales, biceps, todo en su justa proporción. Me llamó mucho la atención su mandíbula cuadrada que encajaba perfectamente en el resto de su cara. Tenía perilla y, cuando llegó a la mesa se paró y me miró. Pude ver unos profundos ojos negros que me taladraron. Su expresión no cambió. Cogió un trapo y se acercó al sumiso. Comenzó a limpiarle las heridas cuidadosamente. Estuvo un rato haciendo eso hasta que recorrió toda la espalda. Luego le desató los tobillos y le quitó el gancho que, tal y como había pensado, sujetaba el collar del esclavo a la cruz y, finalmente, sujetándolo le desató las manos. El esclavo apenas podía mantenerse pero aguantó. El Amo le dio la vuelta . Pude ver que la capucha de cuero le cubría completamente la cabeza y solo tenía unos orificios pequeños para ver los ojos. El Amo se la quitó desabrochando la cremallera y los cordones que la cerraban tras la cabeza. Al quitarla apareció un tio rapado, con unos brillantes ojos azules. Tenía una mordaza que daba la vuelta a la cabeza. El sudor le caía por todas partes, los ojos los tenía hinchados y sin duda había llorado. El Amo le quitó la mordaza. De la boca del esclavo salió una polla de goma enorme. Debió haberle producido arcadas y desde luego llenar por completo la boca. Acto seguido el Amo sujetó la barbilla del esclavo hasta que sus ojos se encontraron. Las piernas del sumiso estaban temblando. Y entonces lo besó. Fue un beso cariñoso pero autoritario, donde el Amo llevaba la iniciativa y el esclavo se dejaba hacer. Se prolongó mucho tiempo y la lengua parecía recorrer, tomar posesión de todas las partes del esclavo. Aquello me estaba poniendo a cien.
Cuando terminó el beso, el Amo retiró la mano y el esclavo cayó a sus pies, extenuado, la cabeza gacha. Podía ver las marcas de su espalda. Debian dolerle mucho. Aún así se acercó a su Amo y besó sus botas, con calma, las dos. Luego se agarró a las piernas del Amo y se quedó allí. El Amo miraba al frente, parecía disfrutar ese momento. Sentí envidia, estaba convencido de que el esclavo estaba feliz, se sentía protegido, había llegado a un lugar seguro.

jueves, 18 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo V


Por supuesto obedecí inmediatamente. Me costó poco darme cuenta de que acabaría vestido completamente de cuero: un arnés, chaps, un suspensor y botas. Todo me quedaba perfectamente ajustado y debajo mi torso y mi culo al aire. La verdad es que se me sentí como desnudo. En cuanto terminé me acerqué a mi Amo y me arrodillé ante El, con la cabeza gacha, mirando sus botas, como me había enseñado. El me sujetó la barbilla y me levantó lentamente la cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron. Antes de que pudiera darme cuenta me dio una hostia con la mano que me hizo girar la cara. Sentí en la mejilla el calor y en mi interior la humillación por haber sido castigado sin haber hecho nada.-Te recuerdo quién manda aquí, que sepas a quien perteneces.
-Si Amo, gracias Amo –contesté yo. Y lo curioso fue que no lo hice únicamente por formalismo o respeto, realmente lo agradecía. Aquella sensación me extrañó ¿Tanto me estaba dominando que ya no podía sino sentirme agradecido por sus humillaciones?
-¡Levanta!- dijo. Obedecí.
Acto seguido me puso una chaqueta que cerró hasta arriba. Luego una mordaza y encima el casco con visera. Volví a estar a ciegas. Ató una cadena al collar y tirando por ella me llevó hasta la modo. A tientas subí atrás. Noté el frío sillín en mis nalgas. Rápidamente me esposó a la máquina. Se subió y partimos. No sabía si era de día o de noche y a la tercera curva perdí el sentido de la orientación. Tardamos un rato, tampoco sé cuanto, en llegar a nuestro destino. Cuando la moto se paró fui desatado y pude bajarme. Mi Amo me quitó el casco y la mordaza. Pude ver que estábamos en una finca, con una casa bastante grande. Era de noche. Seguía con la cadena atada al collar. Las luces del jardín próximo a la casa brillaban sobre el cuero de ambos.
-Hemos venido aquí a cenar con unos amigos. Quiero que hagas que me sienta orgulloso de ti. No me defraudes o te arrepentirás.
Inmediatamente sentí una mezcla de orgullo y temor. Nunca nadie me había visto en mi rol de esclavo y además era plenamente consciente de que aquello era una especie de examen. Si no lo pasaba, además de sufrir un castigo terrible, perdería el favor de mi Amo, Casi adivinando mis pensamientos y sentimientos dijo:
-Recuerda que eres especial, eres mío y obedecerás todo lo que diga sin rechistar y rápidamente. Eres mi esclavo y eso te convierte en el mejor de los hombres. ¿Entiendes?
-Si, Amo.
Entonces se dio la vuelta y comenzó a andar hacia la casa. Con la mano derecha sujetaba la correa a la que yo iba sujeto. Puse las manos a la espalda y agaché la cabeza, tal y como me había enseñado en otras ocasiones, y caminé a su espalda, ligeramente a la izquierda, haciendo que la cadena no quedara muy tensa.
Tocó el timbre y un tío completamente desnudo abrió la puerta. El calor del interior llegó hasta mi. No me había dado cuenta del frío que hacía hasta ese momento. El tío que abrió la puerta llevaba un collar puesto y sendas muñequeras y tobilleras. Inclinó la cabeza y habló:
-Buenas noches Señor, le estábamos esperando.
Entramos en la casa, mi Amo se volvió y me quitó la chaqueta que entregó al esclavo. La cogió y volvió a hacer una reverencia, llevándose la prenda a algún sitio de la casa. Esta era bastante lujosa y moderna, el suelo de madera brillaba muchísimo. Algunas paredes dejaban ver la piedra de la que estaban hecha creando una perfecta combinación entre tradición y antigüedad.
Mi Amo comenzó a andar y le seguí. Entramos en lo que era el salón y vi inmediatamente a cuatro hombres más, vestidos todos de cuero de distintas formas, a cada cual más masculino y atractivo. Mi Amo soltó la cadena y avanzó hacia ellos saludándolos, parecía muy contento. Tal y como he había adiestrado me arrodillé, crucé las manos a la espalda y bajé la cabeza mirando al suelo. Oía las animadas voces de los cinco pero no me atreví a mirar. También oía el crujido del cuero al abrazarse y sentarse en los sillones yo esperaba. La conversación al principio fue intranscendente sobre como iba la vida. Entonces oí el chasquido, mi Amo me llamaba, inmediatamente levanté la vista, lo localicé y a cuatro patas me dirigí hacia Él. Sentí cómo todos me miraban. Cuando llegué a sus pies, besé sus botas y me quedé a su lado sentado sobre mis talones y la cabeza agachada.
-¿Es este tu nuevo esclavo?-preguntó uno de ellos.
-Si-contestó mi Amo
-¿Dónde lo encontraste?-preguntó otro.
-El muy cerdo puso un anuncia en internet. Me ha servido bien cuando lo he usado pero todavía está en período de entrenamiento.
-Parece buena mercancía –dijo el que no había hablado todavía.
-Ya veremos, ya veremos.....- dijo mi Amo con una sonrisa.
-¿Comenzamos entonces? – dijo el primero.
Todos se levantaron a la vez. El olor a cuero era muy intenso. Mi Amo tiró de la cadena y me levantó. Todos abandonaron la sala y mi Amo y yo salimos los últimos. Fue la primera vez que tuve oportunidad de verlos bien. Todos vestían de negro. Tres llevaban botas y pantalones de cuero. El cuarto vestía unos chaps sobre unos pantalones de vaqueros muy gastados. Dos de ellos llevaban además camisas de cuero, uno de ellos tipo policía. El tercero vestía camiseta negra con chaleco de cuero y el cuarto una camiseta muy ajustada de látex. Los cuatro, al igual que mi Amo, tenían unos cuerpos perfectamente perfilados y toda la ropa parecía luchar por ajustarse a sus cuerpos como una segunda piel. No pude evitar un pequeño estremecimiento. Dos llevaban bigote, uno barba y el otro, perfectamente afeitado mostraba orgulloso una mandíbula completamente cuadrada y perfilada.
Iban dejando por el camino un aroma muy intenso a cuero. Volvimos a la entrada y luego bajamos por una escalera que estaba al final del pasillo. Entramos al sótano de la casa, una sala grande y diáfana. Inmediatamente me di cuenta de que era una mazmorra. Había muchas puertas que se abrían en diferentes direcciones de esa gran habitación. Si el sótano ocupada toda la extensión de la casa, debía ser enorme. Las paredes eran de cemento y estaba tenuemente iluminado. En el centro había una mesa de madera y cinco sillas. La mesa estaba puesta. Aquello era una cena. Detrás de cada silla había un tío desnudo, con collar, muñequera y tobilleras, como el que nos había abierto la puerta. Todos llevaban capucha así que no pude saber si uno de ellos era el que nos había recibido.
En cada una de las esquinas había un esclavo distinto en diferentes situaciones. En una había uno momificado, estaba completamente cubierto de cinta aislante. No se veía nada de su cuerpo. Unos pequeños tubos donde supuse estaba la nariz le permitía respirar. Justo en la esquina de enfrente estaba otro completamente afeitado. No tenía un solo pelo en el cuerpo, le habían afeitado desde la cabeza a los pies incluidas las cejas. Estaba colgado de las manos y sus pies de puntillas apenas tocaban el suelo. Enormes gotas de sudor caían por su cuerpo pero no podía decir nada porque tenía una ancha mordaza alrededor de su boca. El tercero estaba como sentado, con las piernas ligeramente flexionadas. También tenía una capucha, esta ver de cuero puesta. Me fijé y comprendí lo que pasaba. Tenía las manos atadas a la espalda y un palo que entraba por su culo: estaba empalado con un consolador y apenas podía moverse. En la última esquina estaba el último esclavo. Estaba también completamente inmovilizado en una cruz de madera, completamente empalmado. Tenía unos pequeños aros en la polla y unos cables que le entraban por el culo. Cada pocos segundos su cuerpo se estremecía sin control y abría y cerraba las manos como intentando liberarse. Supe que estaba también amordazado bajo la capucha porque solo se oía un ligero sonido cuando debió emitir un fuerte grito. Inmediatamente comprendí que aquellos eran esclavos de los 4 leathermen amigos de mi Amo. Los otros cinco debían ser antiguos esclavos ya perfectamente adiestrados. Tanta concentración de sadismo y control me endureció la polla inmediatamente.
Los cinco Amos parecían no prestar atención a los esclavos y a su sufrimiento, salvo tal vez mi Amo que dijo confirmando mis sospechas:
-Veo que han comenzado sin mi.
-Un poco de decoración nada más – dijo riendo uno de ellos.
Los cinco se sentaron a la mesa atendidos por los esclavos que comenzaron a traer los platos. Yo me senté sobre los tobillos junto a mi Amo tal y como me ordenó. La comida transcurrió entre risas y comentarios de los Amos. De vez en cuando mi Amo dejaba caer algo a sus pies y lo señalaba con el dedo sin mirarme. Yo iba raudo y lo devoraba sin tocarlo con las manos. Cada vez que esto pasaba notaba como ejercía su poder sobre mi. Ya estaban en el postre cuando mi Amo se movió en su asiento dejando su bota derecha delante de mi. No sabía qué hacer y entonces, sin dejar la conversación ni mirar hacia mi, la señaló con el dedo. Inmediatamente comencé a lamerla, intensamente, casi con desesperación. Sabía que los dos esclavos de mi lado podían verme no perdiendo detalle y que los demás Amos se estaban dando cuenta de todo.
Cuando la cena terminó cada Amo desapareció por una de las puertas con su esclavo. Mi Amo sujetó la correa y me llevó por una de las puertas hasta un calabozo. Estaba perfectamente amueblado: celdas, cruces, ganchos, cadenas. Sobresalía en el centro de la mazmorra un sling que colgaba del techo.
-¡Vamos, perro¡, gritó mi Amo.
Con una enorme habilidad me subió al sling y me sujetó las muñecas y los tobillos con gruesas correas de cuero. De un armario cercano sacó una mordaza con forma de polla de plástico que me metió en la boca. Sentí algunas arcadas por lo profundo que llegó a la garganta. Mi corazón latía fuertemente y mi polla parecía que iba a estallar. Mi culo estaba completamente expuesto.
-Hoy voy a romperte, vas a ser mío, perro. Te entregarás completamente. Saldrás de aquí siendo otro ¿es lo que quieres?
Dijo estas palabras muy lentamente, mirándome fijamente a los ojos, profundamente. Sentí como si cada palabra me perforara, como si me atravesara. No pude hacer otra cosa. Asentí con la cabeza. Y entonces comenzó mi tormento... o mi liberación.
Me vendó los ojos y sentí cómo introducía algo en mi culo. Era frío e iba abriéndose paso lentamente. Al final noté como se estrechaba: era un butt plug y aparentemente de metal. Acto seguido noté las pinzas en los pezones. Yo respiraba profundamente. Estaba excitado pero también un poco asustado.
Entonces comenzó todo. La primera descarga atravesó mi cuerpo arrancándome un grito profundo que murió antes de salir. Si no hubiera estado perfectamente atado las convulsiones me hubieran tirado al suelo. “Dios Mío” –pensé- “no voy a poder soportarlo”. Luego vino otra descarga y el mismo efecto. En pocos minutos perdía la cuenta, estaba demasiado concentrado soportando el dolor. Y en los intermedios temblaba pensando en la siguiente descarga. En poco tiempo las lágrimas se mezclaron con mi sudor. Poco después comenzó a suplicar. “Por favor Amo, por favor”. Al menos eso era lo que quería decir pero cualquier persona solo oiría gemidos que podían ser tanto de placer como de dolor.
Perdí la noción del tiempo, ¿cuánto tiempo llevaba aquello ocurriendo? En un momento perdí el control sobre mi cuerpo. Ya no tenía sentido intentar liberarse. Yo seguía llorando y suplicando. ¿Cómo podía hacerme esto? ¿Quería matarme acaso? ¿Era aquello un castigo? ¿Habría hecho algo mal? Era imposible reflexionar, la descarga eliminaba cualquier pensamiento haciendo que sólo existiera una cosa: el dolor.
De pronto, mientras esperaba la siguiente descarga noté una mano por mi pelo, la venda desapareció y pude ver a mi Amo. Me miraba serio, profundamente. Imagino lo que veía. Mis ojos completamente abiertos, sudando, llorando, los mismos ojos que le suplicaban que aquello parase.
-¿Estás listo?-preguntó El. Yo asentí, estaba dispuesto a cualquier cosa.
-Quiero que vayas más lejos, más abajo, quiero que te entregues completamente.
Yo me agité ¿Qué quería? ¿Qué puedo hacer?. Quise preguntarle pero no pude. Y entonces otra descarga y un nuevo grito ahogado. Seguía con los ojos destapados pero no veía nada, sólo volví a existir el dolor. Las descargas se sucedieron una tras otra. De pronto la descarga que esperaba no se produjo. Puede volver a regular mi respiración. El cuerpo entero me ardía. Por mi cara corrían las lágrimas y el sudor. Al fin pude centrar la vista. Puede ver a mi Amo de pie, cerca del sling, alto , mirándome. Chasqueó los dedos y se acercaron dos esclavos que me quitaron las correas y el butt plug que tenía en el culo. Sin las sujeciones me caí del sling. No controlaba mis músculos y no podía dejar de llorar, aunque no quería, solo caían lágrimas sin parar por mis mejillas.
Cuando pude levantar la vista vi a mi Amo sentado en un sillón sobre un pequeño estrado. No sé como pero supe lo que quería que hiciera. Comencé a arrastrarme hacia él, casi no podía moverme, iba muy lentamente dejando el suelo manchado con mi sudor. Prácticamente arrastraba la cara por el suelo. Me sentía el ser más humillado del mundo y sabía que eso era lo que quería mi Amo. No sé cuanto tardé pero llegué. No levanté la vista. Sólo miraba sus botas, las besé y me dejé caer a sus pies. Entonces creo que perdí el sentido.

martes, 16 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo IV

Inmediatamente caí en un sueño profundo del que sólo salí cuando sentí la bota de mi Amo. No sé cuánto tiempo pasó. Podría haber sido una hora o varios días. No había ventanas así que no sabía si era de día o de noche. Cuando abrí los ojos pude ver a mi Amo de nuevo. Esta vez llevaba puestos unos pantalones de cuero, una camiseta negra muy ajustada, su chaqueta también de cuero y las botas.
-¡Levanta y vístete! –ordenó con esa voz que no dejaba lugar a ningún cuestionamiento y señalando mis ropas que estaban a su lado.
Me llevó a una habitación al lado de la mazmorra. Supuse que el sótano de la casa debía ser muy grande y pude imaginar lo que había en los pisos superiores. Mi Amo debía ser una persona muy rica. Nada más entrar quedé sobrecogido. Estábamos en una especia de habitación ropero lleno de botas y pendras de cuero y latex de todo tipo. Al lado de la puerta había un grupo de paños y de productos en botes. Mi Amo señaló hacia ellos y dijo:
-¡Limpia!
Lo miré sorprendido ¿Esperaba que limpiara todo aquello? El no esperó respuesta. Salió y cerró la puerta. Inmediatamente supe que si no obedecía me esperaba un tremendo castigo. Tardé unos minutos en descubrir para qué servía cada cosa y varias horas en limpiar las prendas. Comencé con las botas. Había varias decedas de todo tipo: negras y marrones, vaqueras, con hebillas, de motero algunas militares. El tiempo pasaba y yo seguía limpiando. La habitación no tenía ninguna ventilación y pronto comencé a sudar. Sabía que debía dejarlas muy brillantes y me esmeré. Era difícil limpiar todo aquello con las manos esposadas y la cadena que me llegaba al cuello impedía muchos movimientos así que tardaba más de lo esperado. Cuando pensé que estaban suficientemente limpias las volví a repasar.
Luego me centré en la ropa. Era toda de cuero aunque también había prendas de latex. La variedad era enorme: pantalones, chaquetas, chaps, camisas, calzoncillos, slips, guantes. Había varios trajes completos de latex. Estuve muchísimo tiempo limpiando las prendas. Cada uno quedaba brillantes. El olor era cada vez más intenso. Las gotas de sudor eran cada vez mayores. El tiempo pasaba y yo seguía trabajando. Al final todas las prendas quedaron brillantes. Ahora no sabía qué hacer así que me puse al lado de la puerta de rodillas a esperar. Sentado sobre los talones, con la cabeza agachada. El tiempo pasó pero mi Amo tendría que tenerlo todo calculado porque a los pocos minutos apareció en la puerta. Pareció agradarle mi postura. Yo sólo veía sus botas que sobresalían de los pantalones. Caminó alrededor mio mirando las botas y las prendas. Parecía detenerse de vez en cuando, revisando.
Empecé a sentirme orgulloso de mi trabajo bien heco, de lo bien que había limpiado todo. Entonces, sin esperarlo, me llegó el golpe por detrás. Lo dio con la mano abierta pero tan fuerte y tan inesperado que me tiró al suelo. Inmediatamente puso su bota sobre mi cara.
-¿Quién coño te crees que eres? Perro ¿crees que lo has hecho bien? ¡¿qué esto está limpio?!-Yo estaba completamente desconcertado.
-Vuelve a limpiar -dijo secamente mientras salía y cerraba la puerta.
Aún sentía la presión de su bota en mi mejilla. Me sentía emocionalmente hundido, pero sin embargo no estaba triste ni deseaba estar en otro sitio. Me sentía en mi lugar y no podía sino comenzar de nuevo. El tiempo siguió pasando y continué lipiando hasta que pensé que estaba todo limpio. Entonces me detuve unos minutos y volví a pasar un paño por todo hasta que quedase aún, más brillantes. Luego volví a ponerme en la postura de sumisión de antes. A los pocos minutos volvía a ponerme aparecer en la puerta. Aquello no era casual, supuse que tenía algún sistema de vigilancia en la habitación, puede que incluso en la casa.
Como la otra vez solo vía sus botas, hice un esfuerzo por mantenerme humilde y sumiso, aunque no me costó mucho porque tenía miedo de que no le gustase mi trabajo y tuviera que volver a repetirlo. Dio una vulte alrededor mio, con calma, lentamente, tomándose su tiempo. Supuse que estaba inspeccionando las botas y las prendas. Incliné un poco más la cabeza, de forma imperceptible pero en mi interior fue algo muy profundo. Aquello me estaba superando. No podía entender cómo un tio podía estar haciéndome sentir así. Entonces noté su mano sobre mi cabeza, me estaba acariciando. O al menos dándome palmaditas,como un perro. Me sentí el ser más feliz de la tierra, orgulloso de haber hecho un buen trabajo.
Enganchó una cadena al collar que llevaba puesto y me llevó de vuelta a la mazmorra. Al llegar me puso a cuatro patas. Entonces oí una cremalleta y en unos segundos sentí un líquido caliente cayendo sobre mi. "Dios mio, está orinando sobre mi": Mi primer impulso fue levantarme pero, como siempre, adelantándose a los acontecimientos dijo de una forma suave y tranquila, pero sin lugar a dudas:
-Quieto ahí perro, quiero limpiarte de tu vida anterior.
Aquello me puso cachondo inmediatamente. El líquido iba mojándome poco a poco. Parecía no tener fin. Me recorrió todo el cuerpo llegando a la cabeza, era caliente y en unos instantes comencé a oler de una forma intensa. Sentí que me abandonaba, que dejaba de ser dueño de mi mismo. Cuando terminó estaba en medio de un charco de orina, completamente mojado.
Entonces me desabrochó las esposas y cogió una cuerda, me tumbó boca abajo y me ató las manos y los pies muy juntos. Tenía la espalda arqueada. Puso un trozo de cinta aislante en mi boca y salió. Estaba sobre un charco de orina, las gotas corrían por mi cuerpo y me picaban un poco los ojos. Me sentí limpio. Me sentí nuevo. Aún así pronto comencé a tener frio."

lunes, 15 de mayo de 2006

Un reencuentro, una sesión

Al final, y tras equivocarse de hotel y esperarme en el Nivaria pasó por delante del Agueres y subí a su coche. Me llevó al café Melita. Vestía pantalón vaquero, camisa amarilla y unas brillantes botas negras en las que reparé inmediatamente. Pensé que la cosa iba a ser más dura pero fue una conversación extremadamente agradable donde se mostró cercano, atento, incluso cariñoso en algunos momentos. Hablamos sinceramente y pusimos las cosas claras. Me sorprendió lo fácilmente que volvió a tomar posesión de lo que le correspondía: yo. Fue algo que hizo sutil pero definitivamente. Realmente es muy bueno en esto y mi rebeldía posiblemente se debía a eso, a que temía que realmente me convirtiera en su esclavo. Cuando salimos del café hizo mención a sus botas y me dijo que estaba seguro de que si me ordenaba me tiraría al suelo a lamérselas. Volvimos a La Laguna y aparcó. Ya era de noche y dimos por hecho que subiría mi habitación. Yo estaba algo inseguro de que fuera una buena idea. Abrió el maletero y sacó una enorme mochila que me entregó. Pesaba mucho. Llegamos a la habitación y me hizo quitarme la camisa. Luego me puso un collar y me hizo lamer sus botas. Aunque hubiese querido resistirme, sabía que no podía. Se las lamí lo mejor que pude. Pareció satisfecho.
Luego me llevó hasta el baño a cuatro patas y metió mi cabeza encima del plato ducha y la orinó toda. Yo notaba su pis caer por mi pelo y cara. Luego me obligó a comerle la polla. Aún había gotas y su sabor era muy fuerte así que las escupí. El preguntó y cuando le comenté pareció entenderlo. Abrió el agua y me lavó la cara y me enjuagó la boca. Luego me secó, como un perro. Pensé que era un gesto muy tierno. Luego me llevó a la habitación y me metió en el ropero. Era empotrado y estaba vacío. Cerró la puerta y oí como se cambiaba. A los pocos minutos oí que me decía que me desnudare. Así lo hice como pude, sólo me dejé las botas tal y como él me ordenó. Al salir esta estaba completamente transformado: seguía con sus botas, pero llevaba unos pantalones de cuero nuevos, camisa de manga corta de hilo negra, muñequera y guantes. Incluso tenía un pañuelo negro en el bolsillo trasero izquierdo de su pantalón. Este era nuevo, de cuero mucho más duro que el otro que le había visto. Volví a lamerle las botas y luego disfrutó viendo como lo miraba. Era una mirada de sometimiento, de sumisión, de admiración. Además de las botas me hizo lamerle el pantalón por todas partes, pero especialmente por la entrepierna. Luego sacó la capucha. Me dijo que la había comprado en su último viaje para mi, pensando en mi. Aquello me flipó un poco más. Era de cuero muy duro y rugoso. Tenía un orificio para la boca pero los ojos estaban tapados. Tenía las marcas por si querías abrirlos y además una especia de enganches para, una vez abiertos, poderlos cerrar. Por supuesto me la puso y la ajustó con correas por detrás. Noté como me apretaba y me encantó quedar con los ojos tapados, rodeado de cuero. Es mejor cuero que la mía sin duda. Luego jugó conmigo. Me esposó y llegó el momento de penetrarme. Lo hizo y comenzó a follarme. Al principio me dolió un poco pero luego me gustó. Me subió a la cama y me puso con la cabeza apoyada en el colchón, con el culo levantado y las manos esposadas a la espalda. Así me folló, como un auténtico perro. Me estuvo follando un rato cambiándome de postura. Tenía el culo muy escocido. Entonces paró y me quitó la capucha que estaba empapada en sudor. Me ordenó vestirme. Cuando terminé le pedí permiso para ir al baño y me lo permitió. Tenía la vejiga a reventar pero creo que fue más por la follada que por otra cosa. Cuando me estaba poniendo las botas se me acercó y me dijo que le gustaba verme así, de leñador (tenía una camisa de cuadros, pantalón vaquero y botas). Recogimos todo y bajamos. Era sobre las once y media y yo pensé que todo había terminado. Fuimos al coche, abrió el maletero y puse allí la mochila. Luego me ordenó que subiera. No sabía a donde íbamos. Fuimos por unas carreteras cercanas a La Laguna pero fuera del casco. Eran rectas pero casi sin luz. De pronto comenzamos a subir una montaña. No había ni una luz. Todo estaba oscuro. Sin duda aquello era el picadero de la zona, lo que pasa es que era miércoles y estaba prácticamente vacío, salvo algún coche despistado. Al final se metió por un camino y paró en medio de lo que parecía un bosque: ni una luz, salvo la luna llena, ni una casa. No se veía ninguna señal de vida. Bajamos y yo estaba asustado. El viento movía los árboles y se oían sonidos de animales. Era el sitio perfecto para hacer una putada.... de cualquier tipo. Entonces sacó la capucha y me la puso y así me quedé, sin ver nada en medio de un entorno que me parecía completamente hostil. El hacía algo pero no sabía qué. Entonces me cogió por las manos. Inmediatamente me di cuenta de que tenía puestos los guantes. Nos internamos más en aquel “bosque”. Yo solo podía seguirle confiando en que no tropezara o no se le ocurriera dejarme allí. Al final llegamos a un sitio y me quitó la capucha. Efectivamente nos habíamos internado más en aquel lugar. Ya no veía el coche. Entonces volvimos a empezar. Me esposó a un árbol y me folló; me soltó y me folló; me puso la capucha y me folló; me la quitó y me folló. En un momento dado hizo un amago o simulacro de dejarme allí esposado y con la capucha puesta no me asustó tanto como debería haberlo hecho. Luego, al rato, entramos en una fase distinta. Comenzamos a besarnos mucho. El se había puesto otra vez el uniforme completo y yo le tocaba el pantalón y le lamía los guantes. Se los quitó y me los puso en la boca a forma de mordaza. Eso le encantó. Por supuesto me puse a cien y estaba metido en el papel. Había perdido la noción del tiempo pero en un momento en que me estaba besando profundamente, se corrió. Luego me ordenó que yo también me corriera. Sin embargo estaba tan nervioso por el lugar que le dije que no iba a poder. A pesar de todo estuvo allí hablando y diciéndome cosas para que me calentara y me corriera. Al final lo hice por fin. Recogimos todo y fuimos al coche. El se cambió y regresamos a La Laguna no sin antes subir a la cima de la montaña y ver una perspectiva de la Vega de noche. Era increíble.
Es curioso pero siento que lo conozco desde siempre. Cuando me estaba usando sabía que no me podía resistir. De tener un Amo será él sin duda. Y parece que él siente lo mismo. Además es que me gusta físicamente. Me soltó dos o tres indirectas con ir a Alemania a una fiesta en un barco habilitado como discoteca, una fiesta leather. Si pudiera ir fliparía sin duda.
Me dejó en el hotel poco después. Subí la habitación y me acosté cruzado por un montón de sentimientos encontrados. Dormí profundamente.

En la moto de mi Amo III

Llegar a casa al fin fue una bendición. Las muñecas me apretaban y el consolador que tenía en el culo me había estado produciendo dolor durante todo el camino. Para volver mi Amo recorrió toda la ciudad y pasamos por un camino en obras donde cada bache constituía un auténtico sufrimiento. Más de una vez intenté gritar suplicando que no quería seguir, que me dejara libre, pero no podía. Al final habíamos llegado. Con el mando a distancia abrió el garaje y entramos en el chalet. Mi Amo vivía en una casa apartada, demasiado grande para una persona sola pero no sabía lo que había dentro, solo me había permitido ver el garaje y la mazmorra, completamente equipada, donde habíamos tenido algunas sesiones.
Era viernes por la noche y tras estar la tarde en Su despacho supuse que pasaríamos la noche en su casa. Yo había recibido órdenes de que arreglara todo para estar con mi Amo todo el fin de semana y, por como iban las cosas, iba a ser un entrenamiento muy intenso.
Cuando el motor de la moto paró, mi Amo se bajó y oí como se alejaba dejándome atado a la moto. El ruido de sus pies hizo que vinieran a la mente sus botas y no pude evitar empalmarme.
Quería salir de allí, quitarme el consolador del culo y poder descansar un poco, pero el tiempo pasaba y yo seguía alli. De pronto oí de nuevo sus botas. Sin mediar palabra se acercó, abrió las esposas, me bajó de la moto y me quitó el casco. Entonces pude verle. Se había cambiado de ropa: llevaba unos chaps y un chaleco de cuero que dejaba ver sus pechos perfectamente trabajados y su abdomen completamente liso. Por supuesto también tenía sus botas y una gorra de motorista. Estaba realmente impresionante.
-Desnúdate.- dijo
Aquello significaba que tenía que quitarme toda la ropa menos mis botas, cosa que hice inmediatamente. Una orden tan simple se convirtió para mi en toda una tarea porque el consolador hacía casi imposible que moviera mi cuerpo. Al final quedé desnudo delante de El, con la mirada fija en sus botas como me había enseñado, y una polla de goma en la boca y otra en el culo. Aquello era humillante y por eso mi polla comenzó a responder poniéndose dura.
Caminó a mi alrededor como observando mientras yo mantenía la mirada fija en el suelo. Cuando estuvo detrás mia me agarró por la cabeza e hizo que me inclinara. Entonces, sin dudarlo, me quitó el consolador del culo. Una oleada de dolor recorrió mi cuerpo y grité, pero nuevamente la mordaza sólo dejaba escapar gruñidos.
Inmediatamente me volvió a esposar las manos a la espalda, sujetó el collar que tenía al cuello con una cadena y me tapó los ojos con una venda. No podía ver nada y aquello me producía inseguridad porque no sabía donde estaba ni lo próximo que vendría, y eso me asustaba. Mi Amo lo sabía y se aprovechaba de eso. Exigía de mi una confianza absoluta. Guiado por El salimos del garaje. Yo sabía que en frente del garaje estaba la puerta de la mazmorra, pero no entramos. Subimos una escalera, cruzamos una habitación bastante grande y luego un pasillo, lo sé porque en un momento dado choqué contra las paredes. Bajamos otra escalera y se abrió una puerta, entramos y me llevó tirando de la cadena hacia un extremo, me quitó las esposas y me colocó en las muñecas y los tobillos unas muñequeras de cuero muy anchas, que acto seguido enganchó a una estructura quedando mis músculos completamente inmovilizado en forma de cruz, con los brazos por encima de mi cabeza y lo pies muy separados.
Estaba expectante, no sabía lo que tenía pensado para mí, pero pronto lo descubrí. El primer latigazo fue una sorpresa, los siguientes fueron cada vez aumentando el dolor. Pronto comencé a gritar, pero nuevamente la polla de goma que llenaba mi boca me impedía articular palabra.

-¡Calla, perro, no quiero oirte sino gemidos de placer!- ordenó El.
Y entonces empecé a gemir, dejando que las sensaciones me inundaran. La disciplina era muy intensa y en un momento intenté liberarme. Me agité y tensé aún más los músculos. Aquello debió gustarle porque se detuvo. Yo respiraba profundamente. Oí como se acercaba a mi por delante y me levantaba la barbilla.
-Me gusta como gimes, perro- dijo casi en un susurro.
Entonces me quitó la venda y pude verme, mi cuerpo extendido, indefenso y sujeto por cuatro cadenas unidas a las muñequeras y las tobilleras que me había puesto. Toda la pared era un enorme espejo y la habitación un enorme gimnasio donde no faltaba ningún aparato. Aquí y allá se veían estructuras metálicas para distintos ejercicios. Yo estaba sujeto a una y podía ver mi cuerpo todo sudoroso, y a mi Amo con el látigo de varias puntas en la mano.
-¿Te gusta?- preguntó.Yo asentí con la cabeza
-¿Quieres más?- Volví a asentir.
Se colocó detrás mia y ví como me azotaba. Podía ver a través del espejo cómo sus biceps se marcaban en cada movimiento que terminaba en un nuevo latigazo. Como impulsado por una fuerza cada vez que el látigo rozaba mi espalda mi cuerpo entero se sacudía y parecía querer saltar hacia delante. Disfruté todos y cada uno de los latigazos porque a mi Amo le gustaba. Mi polla hacía tiempo que se había puesto dura y con cada nuevo golpe se retorcía. Mis gemidos se hicieron cada vez más intensos y continuos. Estaba enormemente excitado.
-¡Perro, quiero que te corras! ¡AHORA!-Dijo mientras lanzaba el látigo contra mi espalda.
La leche salió casi sin desearlo, llegando hasta el espejo que estaba delante mia mientras todo mi cuerpo se contorsionaba y extremecía de placer y dolor. El gritó que lancé fue nuevamente evitado por la mordaza. Era la segunda vez que me corría sin llegar a tocarme.
El dejó el látigo y se acercó a mi mientras yo permanecía colgado por las muñecas, incapaz de mantenerme en pie. Me volvió a levantar la cabeza y me miró a los ojos. Estaba satisfecho. Me acarició el pelo.
-Buen perro, me gusta cabrón.-Dijo.
Yo intenté sonreir pero no pude. Sentía el olor de sus ropas de cuero. Y sus botas, siempre presentes.
Sin darme tiempo a descansar me descolgó de donde estaba y me llevó al centro del gimnasio donde había un banco de abdominales que había regulado. Me puso boca abajo sobre él de forma que la cabeza sobresaliera escasamente por delante. Luego sujetó mis muñecas y mis tobillos a cada uno de las patas del bando, quedando nuevamente mi culo expuesto. Salió del lugar volviendo con varias cosas. Me untó una crema que extendió por mi espalda. Aquello me refrescó mucho y pensé que sería para curar las heridas dejadas por el látigo.
Yo estaba agotado, los músculos agarrotados, casi no me podía mover. Entonces sentí en el culo otra vez el consolador en forma de polla. Nuevamente quise impedir que entrara pero me fue aún más imposible que la primera vez. Mis músculos lo dejaron pasar y noté como llenaba todo mi culo. "Dios, ¿esto no va a tener final?", pensé pero inmediatamente me arrepentí de haber dicho eso. Era el esclavo de mi Amo y El decidía cuándo debían terminar las cosas, no yo. Casi como si hubiera leído mi pensamiento El se colocó delante mia. Mi di cuenta de que el bando estaba regulado para que mi cabeza quedara a la misma altura de su polla. No había que pensar mucho para saber lo que iba a ocurrir a continuación.
-Ahora quiero que hagas un buen trabajo, chupapollas ¿entendido?-dijo mientras me acariciaba la cabeza.
Por mi postura no podía verle la cara, sólo podía mirar su polla dura delante de mi, marcada por los chaps que tenía puestos y el brillo de sus botas. Me quitó la mordaza y antes de que pudiera decir nada me metió la enorme polla en la boca. Como otras veces me llegó profundamente en la garganta. Tuve arcadas y el impulso de quitármela, pero las manos estaban inmovilizadas. Utilicé la lengua y el paladar para lamer y chupar toda la polla, notaba sus venas, cómo se hinchaba con cada embestida. Empecé a oir sus gemidos, estaba realmente caliente. Me pareció increible, pero mi polla también se puso dura. Tenía un sabor muy fuerte. El olor del cuero se hacía más intenso cada vez que la polla llegaba a mi garganta.
-Sigue, perro, uhmm, agggh., qué bien lo haces, cabrón,umm
Sus embestidas se hicieron más fuertes.
-Así, eres un jodido lamepollas, uhmm, sigue, sigue. Eres un puto perro, cabrón, ha que tu Amo se sienta orgulloso de ti, agghhm
Sus palabras aumentaban mi excitación, me estaba poniendo otra vez a cien, aquello era demasiado para mi, mi polla presionaba entre mi abdomen y el banco.
-Sigue,sigue
Me sujetó la cabeza con las dos manos y empujó para que su polla entrara más profundamente. Volví a sentir arcadas, sacó la polla y la mantuvo delante mía mientras yo recorría con la lengua su glande. La volvió a meter y siguió con los movimientos de cintura.
-Perro cabrón, sigue ahahahhggg, me voy a correr. Sigue...SIGUE.
Su polla se hinchó aún más. Dejé de pensar, sólo quería que se corriera en mi boca.
-ME CORRO...AGGGGAGHHHHSHHHH
Sentí como la leche caliente llenaba toda mi boca. Comencé a tragármela, no quería desperdiciar ni una gota. El siguió con unos espasmos unos segundos metiendo y sacando la polla hasta que la retiró definitivamente. Entonces un poco de leche cayó sobre su bota. El la miro, la puso sobre el banco justo debajo de mi barbilla y dijo:
-¡Limpia!
Inmediatamente con mi lengua limpié los restos de leche y su bota quedó igual de brillante. Hubiera querido seguir lamiéndosela, pero la retiró y, antes de que pudiera decir nada, volvió a meter la mordaza de la polla de goma en mi boca y la ató en la nuca. Luego me acarició la cabeza y me dijo:
-Bien hecho.
Rápidamente me desató y colocándome de nuevo la cadena y la venda en los ojos me llevó de vuelta hacia el garaje, pero esta vez entramos en la mazmorra que había en frente. Allí me quitó la venda y enganchó la cadena a la pared con un candado, cerca de un colchón que había en el suelo.
-¡Túmbate! –ordenó
Yo me tumbé en el colchón. Me dolía todo el cuerpo y estaba agotado. El me miró durante unos segundos con esas ojos profundos y salió.

domingo, 14 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo II

Cuando salimos del ascensor me dí cuenta que estábamos en una oficina. Las paredes eran simples mamparas de cristal que separaban grandes salas donde se agolpaban las mesa unas al lado de otras. De pronto sentí miedo de que alguien me viera caminando detrás de mi Amo con la correa puesta, como cualquier perro. Pero entonces sentí que hubiera estado bien, que alguien viera el poder que El tenía sobre mi y comprendiera la devoción que yo le tenía.Caminamos por el pasillo, yo detrás. El delante, llevando mi correa. De pronto me dí cuenta de que ambos llevábamos nuestras prendas de cuero, teníamos pinta de todo menos de oficinistas. Y aunque era viernes por la tarde, podría haber alguien trabajando y sin embargo mi Amo avanzaba seguro y confiado. Pronto me di cuenta por qué. Se dirigía al despacho más lujoso, realmente era el único despacho en toda la planta. Comprendí que El era el jefe de aquella oficina.Nada más entrar en el despacho tiró de la cadena hacia abajo obligándome a ponerme de rodilla. Inmediatamente bajé la mirada, fijándola en sus botas, tal y como me había enseñado.
-En esta habitación estarás siempre de rodilla, ¿entendido, perro?- su voz volvió a ser dulce y dominante a la vez-Asentí con la cabeza
-Bien
Entonces tiró de la cadena hacia un extremo de la habitación, yo tuve que mover las rodillas deprisa para no caer de boca. Enganchó la cadena a un sillón. Entonces se quitó la chaqueta y pude ver su pecho, bien formado, duro, y sus biceps, que se marcaban a cada movimiento de su brazo. Se sentó en la mesa comenzando a trabajar. Yo seguí de rodillas, sin quitarle la vista de encima. El trabajó un rato con el ordenador, luego se puso a escribir y a leer unos papeles. Yo olía el cuero de sus pantalones y veía sus brillantes botas por debajo de la mesa.Entonces, sin levantar la cabeza de sus papeles tocó ligeramente su rodilla con la mano derecha. Comprendí lo que aquello significaba: me estaba llamando, como el Amo que llama a su perro a su lado. Entonces sin dudarlo comencé a caminar hacia la mesa a cuatro patas, deseando poder llegar y lamer sus botas. Faltaba poco cuando la correa se tensó deteniéndome. Sentí un fuerte tirón en el cuello que casi me deja sin respiración. Me detuve un momento, el sillón a donde estaba atada la correa era muy pesado, un típico sillón de visitas. Entonces me volví hacia El pero seguía leyendo los papeles. Entonces repitió el gesto de tocar su rodilla con la mano derecha. Volvía a caminar a cuatro patas hacia El pero la correa volvió a tensarse, entonces seguí empujando, siempre a cuatro patas. El collar me estaba haciendo daño en el cuello pero tiré con fuerza hacia mi Amo que me esperaba. El sillón comenzó a moverse lentamente. Cada paso era más difícil que el anterior, pero me esforcé y seguí avanzando y arrastrando el sillón el metro y medio que me separaba de El, casi sin respiración.Cuando llegué a sus pies, recibí la mejor recompensa, una caricia en la cabeza.
-Bien, puto perro. Bien-dijo El.
Su mano fue bajando desde su pelo hasta mi cuello y supe que quería que le lamiera las botas. Mi polla se volvía a poner dura como una piedra. Continué lamiéndole las botas mucho tiempo, mientras El seguía con sus papeles. Como siempre primero fue una, y cuando estuvo completamente brillante, la otra. El único ruido que se oía en la habitación era el de mi lengua arrastrándose por la superficie de cuero negro.En un momento dado sentí un ruido sobre mi cabeza, la levanté aún estando a cuatro patas y ví que se había bajado la cremallera y se estaba sacando la polla, dura y grande. Inmediatamente me acerqué y la metí en mi boca, con delicadeza, con deseo y la recorrí con mi lengua, como si fuera la última cosa que haría en este mundo. Entonces El comenzó a gemir de gusto, y aquello me excitó aún mas. Allí, en su oficina, a cuatro patas, lamiendo la polla de su Amo, atado con una corre y oliendo sus pantalones de cuero: el sueño de cualquier esclavo.Mi Amo respiraba cada vez más intensamente y yo sentía como palpitaba su polla en mi boca.
-Aggg, chupa, perro. Eres un puto chupapollas cabrón, uhmmm
Y yo seguía chupando porque en aquel momento era lo que El quería.
-Uhmm, Aggggg, sigue, como te pares te mato a hostias.
Su voz retumbaba en mi, anulaba mi voluntad, o mejor, hacía que mi único deseo fuera servirle y darle placer. Hacía un mes ni pensaba encontrarme en esta situación, pero ahora no podría vivir sin ella.Comenzó a mover su cintura y a meter su polla más profundamente, casi hasta atragantarme, pero yo seguía chupando mientras la mia estaba luchando por salir de mis pantalones. Mis movimientos se hicieron más intensos y rítmicos y me día cuenta que tardaría poco en correrse.
-uhmm, sigue, uhmmm, así, buen perro, sigue no pares CABRON, AGGGGG
Su leche me inundó toda la boca y la comencé a tragar para no desperdiciar ni una gota. Entonces le limpié con la lengua y El me acarició la cabeza.
-Joder...... buen perro, muchacho, buen perro.-Dijo mientras volvía a sus papeles y yo me sentaba a sus pies a esperar.
No sé cuanto tiempo pasó hasta que se levantó, inmediatemente me puse de rodillas mirando al suelo. Se puso la chaqueta y desenganchó la cadena poniendo el sillón en su sitio. Estaba de buen humor. Tiró de la cadena hasta la puerta y yo tuve que caminar a cuatro patas deprisa otra vez. En la puerta del despacho tiro de la cadena para ponerme de pie y quedamos frente a frente. Me volvió a mirar con esa mirada que me taladraba y me besó. Incluso en sus besos demostraba quién estaba al mando. Eran profundos y llenaban toda mi boca con su lengua, recorriendo cada rincón para dejar claro que hasta aquello era suyo. Mi polla estaba dura, seguía dura porque no había dejado de estarlo desde la mamada.Sin mediar palabra comenzó a andar y yo tuve que hacer otro esfuerzo para seguirlo, siempre llevado por su correa. De una cosa estaba seguro, aquello iba a ser un fin de semana muy intenso.Llegamos al garaje donde estaba la moto. Efectivamente estaba desierto, había oscurecido y lo iluminaban unas pequeñas luces amarillentas. Nada más llegar a la moto volvió a ponerme sobre el sillín, soltó la correa y me esposó las manos a la espalda. El click de las esposas siempre ha tenido una gran fuerza para mi, anula cualquier posible resistencia que pudiera tener y me hace sentir completamente indefenso.Me agarró los pelos y tirando de ellos me hizo levantar la cabeza. Entonces me metió en la boca una polla de goma: gorda, ancha y larga. Me obligaba a tener la boca muy abierta. Al principio me atraganté y casi vomito de lo profundo que llegaba a la garganta, pero rápidamente me acostumbré. Cerró la mordaza aprentándola fuertemente en mi nuca. Jamás me había sentido tan indefenso, completamente amordazado, sin posibilidad de emitir ningún sonido inteligible. Intenté hablar pero no pude emitir sino gruñidos
-¡Calla! acostúmbrate porque la vas a tener puesta mucho tiempo ¿Entendido?
Yo sólo pude asentir ligeramente con la cabeza. Entonces me bajó los pantalones, mi polla parecía liberada y se elevó como pocas veces la había visto. No sabía lo que iba a hacer y aunque lo supiera no podía hacer nada así que confié en El. Por mi postura mi culo estaba expuesto y al sentir una presión en él pensé que me iba a follar de nuevo. Pero entonces un dolor intenso me recorrío todo el cuerpo. Me estaba metiendo un consolador por el culo. Grité de dolor pero no salió nada de mi boca. Aquello seguí entrando, cada vez más ancho. Instintivamente me agité, pero El me agarró por los pelos y me mantuvo fuertemente mientras entraba completamente. Intenté relajarme y dejarlo pasar, pero era demasiado ancho. De pronto sentí que su forma cambió y comprendí que era un butt-plug, que no podría quitármelo aunque quisiera a menos que lo hiciera mi Amo y con más dolor. Cuando estuvo dentro algunas lágrimas cayeron por mis mejillas.El me volvió a subir los pantalones y aquello quedó dentro de mi. Entonces me dio la vuelta y volvió a mirarme.
-¿No querías satisfacer a tu Amo?, pues aguanta eso dentro, disfrútalo y me darás gusto a mi.- parecía un deseo, pero era una orden.
Acto seguido me puso el casco. Tenía el culo dolorido, parecía que se me iba a romper y el dolor recorría todo mi cuerpo. Entonces comprendí que tendría que sentarme en la moto y sentí que no iba a poder soportarlo. Casi leyendo mi pensamiento El me sujetó fuertemente y me obligó a sentarme. Con un candado sujetó las esposas a la parte de atrás del sillín y quedé atado a la mota. Efectivamente el sentarme el consolador entraba unos milímetros más en mi culo enviando intensas sensaciones a todo mi cuerpo. Las lágrimas corrían ahora por mi cara, pero El no podía verlas. Aquello era algo extraño. Sentía dolor físico, pero a la vez orgullo por hacer lo que mi Amo quería que hiciese, para eso me habia tomado como suyo. Intenté relajarme cuando la moto se puso en marcha. Aquel iba a ser un viaje duro y, por lo que podía saber, mi Amo iba a tomar el camino más largo.
(continuará)