domingo, 31 de diciembre de 2006

Imágenes comentadas I


desde la primera vez que la vi esta imagen me impactó. y no fue porque sea de Mapplethorpe sino por la fuerza que desprenden los protagonistas. con el tiempo y algo de investigación descubrí que la foto fue tomada en 1978 y los leathermen son Brian Ridley y Lyle Heeter.
nadie como él ha sabido concentrar en tan poco tanta fuerza y energía. lo primero que me llamó la atención fue el hecho de que ambos estuvieran completamente vestidos de cuero, pero luego las cadenas, las esposas y la fusta fueron tomando mayor importancia. eso forma parte de mi propia evolución. primero me atrajo el fetichismo del cuero y las botas. más tarde el bondage y la sumisión fueron cobrando importanci, sin por que ello desapareciera lo otro. ¿que me gustaría ser el que está sentado, esposado, con un collar al cuero que tuviera atada una cadena en manos de mi Amo? por supuesto! solo puedo imaginar lo que harían este Amo y este esclavo en su mazmorra, y solo puedo llegar a soñar con poder vivir lo mismo.

viernes, 29 de diciembre de 2006

Relfexiones personales III

uno nunca sabe cuando el mundo bdsm y el mundo 'normal' van a tocarse. a veces es algo sutil: unas botas, un cordón al cuello, una muñequera; cosas que pueden llevarse por estética. otras vecs es algo más evidente, aunque también se lleven más por estética que por fetichismo. hoy fuia desayunar temprano a un bar, a las isete, y nada más entrar quedé impactado. en la barra estaba un tio de unos treinta y tantos, completamente vestido de cuero: pantalones y chupa cerrada hasta arriba. lo único que desentonaba un poco eran unas botas marrones, pero botas al fin y al cabo. era cuero bueno, del rugoso, tipo motero. la chupa era Harley y el tio podía haberse bajado de una moto pocos segundos antes. estaba comiendo un sandwich y tomando un café y no pude evitar fijarme en él. pedí mi desayuno e intenté concentrarme pero no podiá evitar lanzarle una mirada de vez en cuadno. el cuero produce en mi un efecto hipnótico, cautivados. si hubiera sido un Amo habría caido a sus pies; si hubiera hecho alguna insinuación le habría seguido a cualquier parte pero nada de eso ocurrió. sencillamente terminó su desayuno y se fue. no pude quitarle la vista de encima hasta que desapareció por la puerta.

jueves, 21 de diciembre de 2006

Lamer botas

lamer botas es una de las acciones que más rápidamente me hacen entrar en un estado se sumisión. son el calzado ideal, único diría yo, para el cuero. no hay nada más desastroso que un leatherman sin botas. un Amo debe tener sus botas brillantes, muy brillantes, y un esclavo es la persona ideal para limpiarlas y dejarlas de esa forma. cuando me arrodillo delante de un Amo lo primero que hago es basarle y lamerle las botas. así indico mi sumisión y disponibilidad, mi aceptación de que ese es mi sitio, a sus pies.

domingo, 8 de octubre de 2006

Reflexiones personales II


mi ser sumiso sigue haciéndose presente. a veces es algo sutil, como pasar por delante de una zapatería sin poder evitar mirar a ver si hay alguna bota expuesta; o mirar fijamente a alguien que lleva alguna prenda de cuero o una muñequera preguntándome si eso es indicativo de una práctica oculta o solo pura estética. otras veces es más explícito, cuando la imagen y la figura de mi Señor se hacen presentes. Casí inmediatamente me pongo nervioso y tengo ganas de mandarle un sms o escribir sobre El, para que sepa que pienso en El y que siento su poder sobre mi. precisamente acabo de enviarle un sms diciéndole: "a pesar de estar lejos, pienso en Usted. su poder sobre mi no disminuye sino que aumenta cada día. esa es mi condena y mi salvación". el hecho es que realmente lo siento asi que su poder aumenta paulatinamente. el poder es la capacidad para que uno haga lo que el otro desea. Él desde luego, y según esta definición, es poderoso en mi vida. puede conseguir de mi cosas que nucna pensé que alguien pudiera conseguir, pero de eso se trata esto, de ceder poder ante otro, de renunciar a autonomía y dejarse llevar y orientar. para mi esto es un gran proceso de aprendizaje donde El es el maestro y yo un aprendiz que va dando poco a poco sus primeros pasos, esperando que al final pueda llegar a la sumisión que El busca y desea, sumisión, qué palabra, cómo la repito y cuánto significado tiene para mi. no sólo la digo sino que intento vivirla y hacerla mía hasta que forme parte de mis huesos. hoy me gustaría estar completamente vestido de cuero, con botas, atado hasta quedar completamente inmovilizado, amordazado y vendados los ojos a sus pies. sería mi situación ideal en estos momentos.

lunes, 2 de octubre de 2006

Reflexiones personales


mi situación actual es esa en la que es cuando más fuerte se presentan mis deseos de convertirme en un esclavo auténtico. el stress y la rapidez de la vida cotidiana y mi forma de tomarme las cosas hacen que a veces desee pararme y centrarme en mi mismo y lo que encuentro es ansia de cuero, botas, sumisión, bondage. supongo que un psicoanalista haría maravillas conmigo pero hace tiempo que les doy el mismo crédito que a un cuentacuentos. cada vez veo más claro que el bdsm es mi terapia particular, mi forma de sanar e integrar heridas y de afrontar de cara la existencia. no es algo impulsivo sino algo integrador. cuando termino una sesión me siento fuerte, lleno de energía, unificado conmigo mismo y capaz se enfrentar cualquier situación.
la dependencia del Amo no tiene por qué ser, no es en mi caso, negativa. es enriquecedora porque aumenta mi autoestima. yo me siento más valorado, protegido, orientado y sobre todo, con un fin y un objetivo. mi propio cuerpo reacciona con esto y noto como camino con los hombros más rectos y erguidos, más orgulloso, más seguro. además, poder decir absolutamente la verdad a alguien, poder mostrarte débil ante alguien, dejar constancia de las cosas que siempre se han considerado negativas y que seas valorado precisamente por esas cosas ahace que éstas se vuelvan irrelevantes o al menos pierdan gran parte de su importancia. consiste, en el fondo, en meterse en otro papel, en seguir un guión diferente y, así, comprobar que tu guión cotidiano es tan contingente como el que vives vestido de cuero y botas. a pesar de que este camino no es fácil agradezco haber encontrado a alguien que me lleva en esta dirección. tal vez no sea del todo consciente de el bien que su dominio ejerce sobre mi, pero desde luego soy afortunado por poder llamarme su siervo y lucharé radicalmente para poder llamarme su esclavo. porque su dominio aumenta mi libertad, sus esposas y sus cuerdas me hacen más lilbre, sus castigos convierten en caricias las sorpresas de la vida y arrodillarme ante Usted significa andar cada vez más erguido.
sin duda es una magia transmutativa, que convierte una cosa en otra, y da la vuelta a las paradojas hasta que se vuelven realidades tangibles. cuando me afirmo ante Usted lo que estoy haciéndome es negándome y entonces me vuelvo nada. mi afirmación ante Usted es la obediencia, y entonces vuelvo a tomar las riendas de mi vida.

sábado, 16 de septiembre de 2006

Un encuentro inesperado

Yo había ido a Las Palmas a una reunión y antes tenía que resolver varias cosas. Estaban en la biblioteca haciendo teimpo cuando recibí un sms suyo invitándome a desayunar. Resulta que había venido por sorpresa el fin de semana. Hablamos por teléfono y le dije que iría pero que antes tenía que hacer varias cosas. Me dio permiso para ello y en menos de una hora las terminé todas y estaba rumbo al sur. Lo recogí en la puerta de su apartamento y fuimos a una pastelería de San Fernando a tomar un croasant vegetal y un zumo El y un café y un mantecado yo. Cuando lo vi lo encontré especialmente atractivo. No se si serían mis ganas de verlo, o que realmente estaba muy relajado o qué, pero me puse inmediatamente nervioso. Siempre tiene ese efecto sobre mi, y cuando aparece, inmediatamente me pone en situación de sumisión. Tras desayunar y hablar un rato mientras paseábamos volvimos al apartamento. Yo tenía que ir a comer a mi casa porque ya había quedado y El me había dado permiso, pero me quería usar esa tarde. Cuando llegamos y colocamos algunas cosas que habíamos comprado en una parada en un supermercado, se sentó en el sofá, abrió las piernas y me hizo sentar en el suelo entre ellas. El llevaba unas bermudas así que puse mi cabeza sobre sus rodillas....y me dejé ir, me abandoné completamente y sentí que todo desaparecía salvo El. El se convirtió en el único centro , no existía nada más. Seguimos hablando un poco y yo le expresé mi sumisión y sometimiento. Le dije que le serviría y que le había echado de menos. Aquello pareció gustarle y me dio varios besos. En un momento dado me subió, para darme uno y yo me abracé a él y hundí mi cabeza en su pecho. Me sentía completamente dependiente. Luego volví a mi situación en el suelo y seguimos hablando de cómo nos había ido, etc. Y entonces me agaché y le besé los pies, le quité las sandalias que llevaba y comencé a lamérselos. Fui muy cuidadoso y sistemático, recorriendo toda la planta y cada uno de sus dedos. Mientras tanto yo lo miraba y El había puesto esa cara que pone cuando está metido en una sesión. Cuando terminé con un pie seguí con el otro. Estaba duro como una piedra y mi polla presionaba contra un pantalón como pocas veces. El se dio cuenta y puso su pie sobre ella, presionando. Luego me acercó y me metió la cara en la entrepierna. Inmediatamente noté su polla también dura, y comencé a lamerla. Yo hacía tiempo que había dejado de ser yo y estaba más allá de aquel sitio y lugar. Había perdido la noción del tiempo y el espacio. Entonces se levantó y me llevó a la habitación. Por el camino le pedí permiso para ir al baño. Me sentó en el retrete y Él se quedó tan cerca que podía apoyar mi cabeza en El. Por supuesto la polla se resistía. Si hubiese orinado así habría mojado todo el baño.
-¡Mea!-dijo El.
Y tuve que presionar la polla para que no me saliera por fuera. Aún así fue un sufrimiento porque solo pude orinar a pequeños chorros que producían un ligero-medio dolor al tener la polla dura. Cuando terminé me levantó y me llevó a la habitación donde me hizo desnudar. Me puso de rodillas y le comí la polla. El me iba llevando, sujetaba mi cabeza con las dos manos y la utilizaba para darse placer. Yo era un juguete sexual en sus manos y estaban encantado con que así fuera. Mi erección seguía imperturbable. A poco rato me puso de espaldas, buscó algo en un bolso y noté como me ponía una capucha. El olor a cuero me embriagó. Me encanta esa capucha. Es de cuero duro, con orificios para nariz y boca. Cuando cerró fuertemente las cuerdas y noté como se apretaba me sentí completamente perdido, abandonado a mi suerte. Pocos segundos antes, mientras aún podía ver, de rodillas delante suya. Lo miré directamente a los ojos y le dije: "haré lo que quiera, diré lo que quiera, seré lo que quiera". Inmediatamente después de decir estas palabras me asaltó el temor. Las dije profundamente en serio, sentidas, pero hasta yo mismo me asusté un poco cuando salieron de mi boca. Ahora, con la capucha puesta, sin poder ver, solo podía saber que habían sido dichas en serio y que las estaba llevando a cabo. Iba a ser consecuente con esas palabras y no sólo en ese momento.
Yo seguía de rodillas y el trasteó en el ropero. Cuando se acercó noté que sólo tenía puesto una camisa..... de cuero. Sabía que se había comprado una en su último viaje a Berlín. La toqué, guiado por su mano y la lamí por todas partes: el pecho, el sobaco, la manga. La mezcla del olor del cuero de la capucha y el de la camisa fue brutal. Entonces El me dio poppers. Tiene un efecto inmediato en mi y me pone muy perro. Esta vez no fue una excepción. Le comí la polla como si me fuera la vida en ello. Luego me subió a la cama a cuatro patas y supe lo que venía a continuación, iba a tomar lo que era suyo, iba a poseerme. Aún bajo el efecto del poppers me abrí, agaché la cabeza exponiendo aún más mi culo y lo abrí más sujetando las nalgas con mis manos. Me hizo suyo de muchas maneras, a muchos ritmos. Tenía puestos sus guantes de cuero y yo gemía de placer y de sumisión. Mi polla seguía dura, lo que no ocurre a menudo cuando me penetran y El se dio cuenta, apretándola de vez en cuando. Yo había empezado a sudar hacía bastante rato. Yo puse mis brazos a la espalda, como si estuvieran atados, y realmente lo estaban por lazos invisibles, pero más fuertes que cadenas. Ahora, mientras escribo esto, aún los siento. Así estuvimos un rato hasta que se cortó abruptamente porque manché. El paró y me llevó al baño . Yo me sentía avergonzado pero ¿no es así como debe sentirse un esclavo la mayor parte del tiempo? Me limpié mientras El hacía lo mismo. Me ordenó que me quitara la capucha y tomara una ducha. Cuando salí me vestí y volví a sentarme a sus pies en el sofá. El estaba contento y me acarició como un perro. Quedamos para esa tarde y nos despedimos.
Cuando terminé de comer le mandé un sms y quedamos en el Centro Comercial Citta para tomar un café y un trozo de tarta. Llegué lo más rápido que pude, dejando el material en el coche. Con El estaba el amigo con el que se va de viaje y con el que había venido. Nos presentó y tuve que asumir una actitud normal porque no sabía hasta donde conocía su amigo nuestra relación. Llegamos al café Viena y nos sentamos. Había poca gente pero todos nos hicieron una radiografía. Pedimos y estuvimos hablando amigablemente. Como no sabía cómo comportarme probé un trozo de tarta pero luego pensé que incluso con su amigo presente era un esclavo así que esperé. En unos segundos me miró y con un movimiento de ojos me dio permiso para empezar. Fue como si poseyera el don de la telepatía porque lo entendí enseguida. Al terminar su amigo se fue al apartamento y nosotros nos quedamos mirando la tienda que está al lado del café. Está muy orientada al leather y disfrutamos mucho viendo libros y arneses. Como descubrí que había sido su cumpleaños, le pedí permiso para comprarle un regalo. Se mostró reticente pero aún así compré unas esposas y un par de pañuelos grises, del código de pañuelos. Representan el bondage pero también la sumisión.
Al salir salimos al apartamento y nos metimos en la habitación. Me ordenó sacar todas las cosas y se sorprendió de que todo aquello cupiera en la mochila. Me ordenó desnudarme y ponerme de rodillas. Me acarició y me besó. Luego me puso el collar y me enfrentó conmigo mismo en el espejo. Yo de rodillas con el collar, El de pie con su mano encima mia. Esto se repetiría varias veces durante la tarde. Luego me tapó los ojos con el antifaz, y también me puso la mordaza. Me dejó allí mientras oía abrir el ropero y sacar cosas. Supuse que se estaba poniendo la ropa de cuero. Efectivamente cuando se acercó la llevaba puesta. Me quitó la mordaza y comencé a lamerle todo el cuerpo, concentrándome en las axilas. Jugamos un rato en este plan. Luego me subió a la cama y me puso las esposas que acabábamos de comprar. Más que subirme me tumbó en ella. El se tendió boca arriba y yo me acurruqué a su lado. Estaba apoyado en su hombro, con las manos esposadas a la espalda. Entonces dijo:
-¡Cómeme la polla!
Yo me arrastré hasta más o menos donde pensé que estaba su polla y tenté hasta que la encontré. Me la metí en la boca y comencé a comérsela. Me encanta la sensación de cuando de va endureciendo a medida que la meto y la saco. En esta ocasión también me sujetó la cabeza y me fue guiando según sus ganas. Primero fue lento, luego aumentando la velocidad, luego más lento y así. Yo notaba el roce del cuero en mi mejilla. Entonces paró y me levantó . Me ató las piernas y luego las unió con una cuerda a mi collar. Tiró y tiró hasta que tuve que doblarme y colocarme encogido, con las rodillas en el pecho. Luego pasó la cuerda por la entrepierna y la ató a las esposas. Estaba inmovilizado. Así, con mucho esfuerzo, me levantó. Quedé en una postura inestable, soportado solo por las rodillas y la cabeza, pero con el culo expuesto, que creo era su objetivo. Aún así no podía abrirlo mucho porque había apretado las cuerdas de mis pies. A pesar de eso comenzó a jugar con él metiéndome los dedos. Yo notaba las esposas haciéndome marcas en mis muñecas por la tirantez de las cuerdas, pero no podía evitar gemir de gusto. Así estuvo un buen rato hasta que me soltó. Me ordenó que me vistiera y salimos a la terraza a tomar el aire. Estaba atardeciendo y no hacía demasiado calor. Estábamos allí cuando apareció su amigo para despedirse ya que iba a cenar. No había caído en la cuenta de que él había estado todo el rato en el apartamento. Durante el rato que estuvimos en la terraza hablamos de varias cosas y fue muy agradable. Al rato entró y yo fui detrás. Se sentó en el sofá y repetimos lo de por la mañana. Yo, de rodillas, a sus pies, hablando con El y diciéndole lo mucho que le había echado de menos y cómo deseaba servirle y obedecerle. Al rato se levantó y me quedé allí, de rodillas. Cuando volvió se había puesto las botas y el pantalón de cuero. Yo me agarré a su pierna, no deseando soltarme nunca. Yo sujetaba su pierna derecha, El levantó la izquierda y la puso sobre la mesa. Su negra bota quedaba completamente visible. Lo miré y El mantuvo mi mirada. No hizo falta nada más. Me lancé sobre la bota a lamerla, a limpiarla para El. No necesita limpiabotas, tiene la lengua de este pobre perro. La limpié por arriba completamente: punta, empeine. Entonces me volví y lo miré. Su cara me pareció que mostraba una mezcla de intriga y curiosidad, pero también de excitación. Y entonces lo hice: comencé a lamer la suela, y no lo hice cuidadosamente ni con asco. Saqué toda la lengua y la pasé por la suela desde la punta de abajo hasta arriba. Su curiosidad se volvió sorpresa y su intriga satisfacción, me señaló con el dedo para que me dijo algo que se me quedó grabado en mi interior: "A veces pienso que no eres capaz y luego me sorprendes haciéndolo".
Efectivamente en circunstancias normales no hubiera lamido las suelas de las botas. no me gusta porque me parecía antihigiénico. Sin embargo con El no me importa. Realmente sigo sin ser capaz de lamer suelas. Soy capaz de lamer sus suelas. El matiz es crucial.
Entonces volvió a ponerme las esposas y me llevó a la cocina. El apartamento tenía una barra, que estaba a la altura justa. Me tumbó y me penetró. Las sensaciones me inundaban y yo sentía un gusto increíble. Como otras veces se puso los guantes y sujetaba mis manos esposadas para seguir el ritmo, tirando de ellas. Paró. Entró en la habitación y salió con una vela roja, muy grande que encendió delante mia. Cuando la cera cayó por mi espalda gemí ligeramente y respiré hondo. La cera siempre produce en mi una mezcla de dolor y placer sutil; ni mucho ni poco. Echó varios chorros de cera por mi espalda y mis nalgas. Yo apretaba los puños y respiraba profundamente pero no grité ni una sola vez, ni supliqué que pasara ni nada por el estilo. Aguanté y estoy orgulloso de ello. Cuando dejó de echarme la cera me la fue quitando poco a poco con un cuchillo. Luego comenzó a tomarme de nuevo, empujándome contra la barra. En un momento dado me dio poppers y perdí la compostura completamente. Mis movimientos se hicieron más fuertes y rápidos, hasta el punto de que lo empujé hasta la pared y era yo el que me movía mientras El estaba allí quieto. Luego me hizo agacharme de rodillas, con la cabeza en el suelo, todo eso sin sacar la polla. Siguió follándome incluso cuando me tumbó completamente en el suelo. Estábamos así cuando dijo:
-No te quiero oir.
Inmediatamente callé y no dije nada más mientras me follaba. Ni gemí. Me penetró varias veces y entonces paró. Me levantó del suelo a duras penas porque seguía con las manos esposadas. Me puso en el sillón, de rodillas y con el pecho apoyado en el espaldar. Las gotas de sudor corrían por mi cara cayendo al suelo. Entonces ató mis pies a las patas del sillón. Lo hizo de una manera fuerte y concienzuda. En poco tiempo mis piernas quedaron bien sujetas y no las pude mover. Mi culo me escocía hasta el punto de dolerme. Temí haberme hecho daño como aquella vez en Tenerife. El cogió otra vez la vela y volvió a echarme cera por encima y otra vez resistí, me mostré fuerte y no emitía gemido alguno, seguía queriendo que estuviera orgulloso de mi. El dolor de culo se hizo más intenso y entonces se lo dije, le comuniqué lo que estaba sintiendo. Entonces me quitó la cena que me había echado y me acarició, dándome algunos golpes. Me fue moviendo hacia atrás hasta que quedé sentado en el suelo y el sillón encima mia. El se acercó y me metió la polla en la boca. Comencé a comérsela, cada vez más fuerte. Las esposas hacían que estuviera en una postura inestable. Entonces me las quitó y pude apoyarme con las manos mientras seguía metiendo su polla en mi boca. Así estuvo un rato hasta que pasó. Entonces me ordenó que me desatara los pies. Tardé un buen rato porque las cuerdas estaban muy fuertes y los nudos eran complicados. El se impacientaba y me gané algún golpe en la cabeza por mi tardanza. Cuando conseguí liberarme me llevó otra vez al sofá donde se sentó y yo me puse a sus pies, apoyando mi cabeza en su rodilla. Hablamos un poco más. Se interesó como había vivido todo y qué tal estaba. Esa preocupación suya me encanta.
Luego se levantó y me ordenó que recogiera todo mientras Él iba al baño. Así lo hice y me permitió darme una ducha. Luego se la fue a dar El y me ordenó quitarle las botas. Aunque el primer intento salió algo fallido en las otras dos tuve mucho éxito y las botas salieron fácilmente, tanto que me dijo:
-Ya sabes quitar unas botas ¿eh?- aquello me llenó de satisfacción.
Cuando salió del baño y se vistió estaba increíble: pantalón vaquero, camisa de fred-perry negra con líneas grises y botas, brillantes, limpiadas con mi lengua. Me arrodillé ante El y le pedí que se quedara con mi collar marrón, el que solemos usar en nuestras sesiones, para que vea que nadie más lo usa conmigo. El me miró y dijo:
-No, este collar, el marrón, es tu collar. Lo tendrás tú y cuando estés solo te lo pondrás, y te masturbarás con él pensando en mi.
Aquellas palabras me impactaron. Ahora tenía dos símbolos de mi sumisión: el collar que debía ponerme para no olvidar a quien pertenezco y el pañuelo gris al que pegó la etiqueta de entrada a Folsom que estuvo en Berlin.
Salimos fuera y me acompañó al coche. Estaba realmente increíble. Hablamos de nuestro próximo encuentro y entonces, de forma inesperada para El, me arrodillé y le besé las botas. Cuando me levanté estaba sonriendo y me dijo:
-Tienes que hacer esto de nuevo en el yumbo.
Con estas palabras retumbando en mis oídos me fui, sabiendo que estaba cruzando unos límites que me costaría volver atrás, si algún día volvía. Hay algunas fronteras que se cruzan y sabes que no tienen vuelta atrás.

jueves, 7 de septiembre de 2006

Sobre la sumisión

no sé como lo consigue pero cada vez que saca un tema es como si abriera una compuerta que luego no pudiera cerrar. desde que El me habló de la humillación no paro de darle vueltas al tema. cada vez que mi mente no está ocupada en otra cosa, vuelve a lo mismo y lo intento ver desde muchos puntos de vista. una cosa que me gusta hacer a menudo es ir al diccionario para ver de qué estamos hablando. en el de la Real Academia humillar se define como:
humillar.
(Del lat. humiliare).
1. tr. Inclinar o doblar una parte del cuerpo, como la cabeza o la rodilla,
especialmente en señal de sumisión y acatamiento.
2. tr. Abatir el orgullo y altivez de alguien.
3. tr. Herir el amor propio o la dignidad de alguien.
4. tr. Taurom. Dicho de un toro: Bajar la cabeza para embestir, o como
precaución defensiva. U. t. c. intr.
5. prnl. Hacer actos de humildad.
6. prnl. Dicho de una persona: Pasar por una situación en la que su dignidad
sufra algún menoscabo.
7. prnl. ant. Arrodillarse o hacer adoración.

me parece que salvo la acepción 4 todas pueden ser aplicadas a una relación D/s. especialmente interesantes me resultan la 2 y la 3 por cuanto me parecen herramientas imprescindibles para el entrenamiento de un esclavo, que no debe ser altivo ni orgulloso, al menos delante de su Amo, ni tener amor propio o dignidad. aquí radica la diferencia entre la humillación verdadera y la que no lo es. no por hacerlo públicamente el orgullo o la dignidad de alguien se resiente, a veces es justo lo contrario. en determinados bares el tener una actitud aparentemente humillante puede ser interpretado como un signo de superioridad o aumento de la dignidad. otros esclavos sentirán envidia y algunos amos pueden valorar ese comportamiento. sin embargo si se hace privadamente casi seguro que el efecto es más profundo. desde luego "abatir el orgullo y la altivez de alguien" no es algo externo, sino algo que ocurre en el interior del sumiso, aunque tenga efectos exteriores. no me parece que sea, por tanto, el entorno lo determinante, sino lo que pasa en el interior del esclavo. a veces es un gesto intrascendente.
he reflexionado sobre las veces que me he sentido auténticamente humillado en el tiempo que llevo sirviéndole y tres momentos han salido a la superficie de forma evidente. los tres fueron iguales: Usted me pegó una cachetada por haber hecho algo mal. la primera fue cuando en la ducha cogí la toalla que no debía; la segunda cuando no llevé terminados los objetos de cuero en nuestro último encuentro, y la tercera fue cuando miré la etiqueta de los objetos quev había utilizado para inmovilizarme las manos. Usted me ha golpeado másfuertemente, pero no más profundamente. esas han sido las tres ocasiones en las que me he sentido más humillado y en las que he visto hundirse mi orgulloy altivez. hoy le doy gracias por ello y le suplico que me siga mostrando el camino para someterme a Usted.
esta experiencia me hace comprobar que no es necesario estar en público para ser profundamente humillado.

sábado, 12 de agosto de 2006

Tomando posesión II

Apenas dormí dos horas seguidas esa noche. Me despertaba cada dos por tres dolorido y buscando una postura más cómoda que nunca encontraba. Además con cada vuelta la cadena se apretaba más y oprimía mi garganta, con lo cual me despertaba y volvía a empezar. El resultado fue que me desperté más agotado de lo que me acosté. Tenía agujetas de la sesión del día anterior y de mis últimos días en el gimnasio. En cuanto se dio cuenta de que estaba más o menos despierto, mi Amo tiró de la cadena para subirme a la cama y me abrazó. Yo comencé a lamerle los pezones y aquello le puso porque se levantó y me puso otra vez sobre la cama a cuatro patas mientras me volvía a untar con lubricante y otra vez la embestida inicial me hizo caer hacia delante. Aún así mi culo parecía haberse adaptado a su polla, que entró sin demasiada dificultad. Entonces comenzó a follarme y otra vez lo hizo de forma ruda y directa, aumentando el ritmo cada vez más fuerte. A medida que avanzaba y me la metía más y más yo iba entrando y participando con mi movimientos. Una cosa que le encanta es sacarla, esperar dos segundos y meterla y de pronto hasta el fondo, y repetirlo un par de veces. Cuando se cansó de tenerme en la cama tiró de la cadena que aún llevaba al cuello para levantarme y me volvió a penetrar estando de pie. Luego me puso sobre un aparador que estaba en un extremo de la habitación, bajo un espejo. Al levantar la vista nos vi, a El con cara de vicio follándome y a mi con cara de cerdo, siendo follado. Cuando se dio cuenta de que lo veía tiró de la cadena asfixiándome. El aire comenzó a faltarme y tuve que utilizar las manos para hacer un hueco que me permitiera seguir respirando. Aquello le excitó aún más, aumentando las embestidas que pegaba. De nuevo el tiempo volvió a desaparecer porque no sé cuanto duró. En un momento dado volvió a subirme a la cama y me ató las manos a la espalda con una cuerda, de forma que tuve que mantener la cara pegada a la cama y el culo levantado. Así volvió a follarme otro rato. Mis gemidos debieron aumentar, sin que yo me diera cuenta, porque paró y me puso una mordaza de bola, ante de seguir abriendo mi culo que ya empezaba a no sentir como mio. Igual que el día anterior paró, e igual que el día anterior, me quedé sudando, con el culo levantado, las manos atadas y la bola dentro de la boca impidiéndome hablar. Fue al baño y cuando volvió dijo:
-¡Desátate y vístete!.
Como esperaba un castigo serio si no obedecía comencé a agitarme para intentar liberarme de mis ataduras, cosa que conseguí en relativo poco tiempo. No es por nada pero soy muy bueno en eso, como demostré varias veces el fin de semana.
En pocos minutos estaba preparado y listo y fuimos a desayunar. Me sentía completamente agotado, un poco hundido, como en estado de shock. Entiendo perfectamente cómo las sectas consiguen todo lo que quieren de sus adeptos con la falta de sueño. En aquel momento todo me afectaba, estaba hipersensible y me sentía emocionalmente indefenso. Hubiera obedecido en todo sin rechistas. Desayunamos bien y ya eran las diez de la mañana cuando comenzamos.
En cuanto terminamos volvimos al apartamento y de allí fuimos a dar una vuelta por las Américas o los Cristianos, no recuerdo porque no conozco la zona. Compré algo de fruta para cenar y algunos yogures en el supermercado mientras El iba a la farmacia. Compró unos tapones para los oídos. Tomamos un café y volvimos al complejo. Cuando llegamos el ritual volvió a comenzar. Yo desnudo y El sentado delante del ordenador, conmigo a sus pies, con la cabeza apoyada en las rodillas. Esto duró pocos minutos porque inmediatamente me volvió a meter entre sus piernas y en pocos segundos le estaba comiendo la polla otra vez. Cuando estuvo excitado, cosa que ocurrió pronto, me levantó, me puso el collar y luego los tapones en los oídos. A continuación me puso la venda y luego me colocó la capucha de cuero negro. Me hizo comérsela otro rato a través del orificio de la boca de la capucha. Yo hacía tiempo que había perdido el sentido del tiempo y ahora, completamente cegado y sin oír la sensación era muy extraña. Sólo sentía ese pitido incómodo que aparece cuando todo es silencio. Aunque a veces movía la cabeza porque creía haber oído algo pero no estaba seguro, o sencillamente eran mis sentidos que me engañaban.
Volvió a utilizar los palos con orificios de metal a los lados y en el centro. Me abrió las piernas y tras cerrar las tobilleras las enganchó a los extremos de un palo. Lu ego hizo lo mismo con las muñequeras a otro palo que puso a mi espalda y que sujetaba con los codos, obligándome a tener los brazos doblados. Casi no podía caminar pero aún así a pequeños pasos me llevó hasta el piso de abajo. Volvió a untarme el culo con lubricante y volvió a follarme. Igual que las otras veces me cambiaba de postura. Yo solo podía concentrarme en mi respiración y en lo que sentía porque ni veía ni oía absolutamente nada.
Entonces paró y comenzó a tocarme los pezones, a apretarlo cada vez más fuerte. Yo podía haber gritado pero me contuve. Hice el firme propósito de que, cuando me quitara la capucha y la venda, podría mirarlo fijamente a los ojos demostrando que era un tio y no una marica loca, que era un hombre, que podía soportar el dolor, así que aguanté. Decidí ganarme su respeto. Pensé que iba a rendirme pronto pero yo mismo me sorprendía de cómo integré el dolor, porque el dolor siguió. Primero me puso pinzas de la ropa en los pezones, luego me las colocó en los brazo y en los costados y al final en los huevos y la polla. Las oleadas de dolor me recomían peroyo aguantaba respirando profundamente. Incluso durante un segundo me pareció no estar allí. Antes de volver a follarme las quitó todas menos las de los huevos. A cada embestida yo notaba cómo se movían y rozaban mis mulos. Las sensaciones eran tan intensas que no sabía si estaba gozando o sufriendo, si ambas cosas a la vez o ninguna. El hecho es que me puse a respirar y respirar y me centré en eso y, extrañamente, se hizo más profunda y calmada. Cuando eso pasó fui yo quien comenzó a embestirlo a El, quería su polla dentro de mi, que se quedara allí dentro, que tomara posesión de lo que era suyo. Ser follado, especialmente si estás atado, cegado, inmovilizado por un par de palos es para mi uno de los mayores signos de sumisión. Siguió follándome no sé cuánto tiempo pero yo no veía nada, no oía nada, no podía moverme sino cuando EL me cambiaba de postura. Realmente me sentía nada en sus manos, en aquel momento no existía nada más.
Cuando terminó me desató y me llevó arriba. Yo seguía con la capucha puesta y tenía que depender completamente de EL para subir las escaleras. Cuando llegamos me quitó todo. Lo que más se me ha quedado marcado es la sensación de aire fresco que corría por mi cara. Al quitarme los tapones la sensación fue aún más extraña. Me sentó a su lado mientras descansaba. Yo solo llevaba puesto el collar; El sus pantalones de cuero y sus botas. Yo estaba allí, a un nivel más bajo, esperando. Entonces El estiró la pierna y yo supo lo que significaba. Me acerqué y comencé a lamerle la botas. Sacaba toda la lengua y recorría con gusto la superficie de la bota. Cuando hube recorrido toda la bota me situé delante de El y, mirándole fijamente a los ojos, comencé a lamerle las suelas. Lo hice sin dudar y con toda la boca. El sabe que no es una práctica que me guste hacer pero se lo ofrecí como muestra de mi sumisión y El pareció entenderlo así porque inmediatamente puso cara de gusto. Continué con la otra bota e hice lo mismo. Cuando hube terminado me llamó hasta El moviendo el dedo y cogiéndome por el cuello me metió la lengua hasta el fondo. Yo me dejé hacer, me abandoné a su poder sobre mi.

viernes, 11 de agosto de 2006

Tomando posesión I

Habíamos acordado pasar junto el fin de semana. Yo tenía un billete de barco que tenía que utilizar así que fui a Fred Olsen y me embarqué a Tenerife. El viaje fue regular porque me mareé un poco a pesar de que el mar estaba en calma. Cuando llegué no lo vi. Estaba un poco despistado porque siempre había viajado en avión y la terminal del barco era desconocida para mi. Al final lo vi y me hizo una seña, sencilla, casi imperceptible, pero autoritaria, imposible de ignorar. Comenzó a caminar y yo fui detrás. Nos saludamos ligeramente y abrió la furgoneta. No traía el coche de siempre sino una furgoneta nueva azul. Me ordenó subirme detrás mientras El arrancaba. Me sentía extraño atrás, como entre castigado y pasajero ajeno a aquello. Me costaba sobre todo hablar con El en ese lugar. Al principio me sentí tenso pero en cuanto enfilamos dirección sur y hablamos dos o tres cosas parecía como si no nos hubiésemos separado. Estuvimos todo el camino hablando, renovando el vínculo. Por supuesto yo estuve educado y sumiso, mostrándole mi respeto. Ninguno de los dos habíamos comido así que nos paramos en un bar a comer. Seguimos hablando de varias cosas, casi todas relacionadas con el bdsm y nuestra relación en concreto. La comida estaba estupenda pero no pude terminarla porque el barco me había dejado el estómago revuelto.
-Come porque hoy no vas a cenar- me dijo.
Pero aún así no pude comer. Reemprendimos viaje al Sur, donde llegamos poco tiempo después. Tardamos poco en instalarnos. Ya era tarde y el supermercado del complejo iba a cerrar. El apartamento era una especie de duplex. A la entrada estaba la cocina y un salón bastante amplio con balcón. Debajo había un dormitorio, también grande, con terraza, y un baño. Habíamos dejado las cosas en el dormitorio cuando me dice:
-Vete a comprar lo que haga falta para la cena.
Inmediatamente puse cara de espanto porque cocino fatal y además hacían falta muchas cosas para poder hacer cualquiera de los limitados platos que me salen. Junto con mi cara de espanto se me ocurrió decir un "pero" y antes de que me diera cuenta me había llevado una enorme bofetada que me dolió y avergonzó a partes iguales. Todavía con la mejilla roja y la cabeza gacha salí a comprar algo para cenar. Opté por unos spaguettis y una salsa boloñesa preparada. Cuando volví había sacado el ordenador y estaba haciendo alguna cosa. Coloqué las cosas en la cocina y fui hacia él. Le dí los dvds que había grabado con películas y me dijo que le enseñara lo que había traído. Desde hace algún tiempo he cogido el hobby de hacer cosas de cuero, especialmente artefactos de bondage y cosas así. El problema es que me había quedado sin material y no había podido terminar lo que me había propuesto llevarle. Le mostré las cosas y le expliqué por qué muchas no estaban terminadas.
-Eso son excusas tontas- dijo El.
Y entonces comprendí que iba a castigarme de nuevo por hacer algo mal así que, lentamente me quité las gafas y las puse encima de la mesa. No habían pasado ni tres segundos cuando un nuevo bofetón me cruzó la cara. Aquellos castigos me producían mucho daño, no tanto por el dolor físico, que si, sino porque eran auténticos castigos por haber hecho algo mal, por no haber sido diligente, por haber cometido un error.
Tras esto me ordenó quitarme la ropa. No volvería a estar vestido en su presencia, salvo cuando saliésemos a la calle. Me colocó el collar, las muñequeras y la tobilleras. Se sentó y metió
mi cabeza entre sus piernas. A través del pantalón vaquero pude oler su polla y sentirla dura mientras se la lamía. Luego se la sacó y comencé a comérsela. Aún estaba suelto, a cuatro patas, delante suya, comiéndole su polla de todas las formas posibles. El muchas veces me llevaba, aumentando o reduciendo la velocidad y la profundidad. Así estuvimos un buen rato. Entonces se levantó y me tapó los ojos con un antifaz. Noté que El bajaba al piso de abajo. Al rato volvió a subir. Se había puesto unos chaps de cuero y un suspensorio. Lo noté cuando volvió a meter mi cara entre sus piernas. Me obligó a lamerle el suspensorio y luego, otra vez, su polla. Esta vez me engancho las manos y los tobillos con sendos candados. Me sentía tremendamente humillado y excitado. No se cuanto tiempo pasé allí así, comiéndole y lamiéndole. Solo recuerdo que en un momento dado me levantó y sujetándome por el cuello me llevó a trompicones al piso de abajo. Yo estaba con los ojos tapados así que me era imposible ver nada. Me quitó los candados y me subió a la cama donde me puso a cuatro patas y me ató los pies sujetándome a las patas de la cama. Mi culo quedaba expuesto y supe lo que vendría a continuación. Mi intuición se confirmó cuando noté algo frío en un orificio. Me estaba poniendo lubricante, y no sólo por fuera sino que lo metía con varios dedos, con lo cual era como si hubiera comenzado a follarme ya. Sin embargo ese sólo era el preámbulo. La primera embestida fue muy dolorosa, pero la hizo sin compasión. Yo intenté ir hacia delante pero no pude al estar atado por los pies, una postura que se repetiría varias veces el fin de semana. Me concentré en mi respiración para no gritar. Las siguientes fueron igual de profundas pero el dolor fue sustituido paulatinamente por el placer. El lo hizo en silencio pero yo pronto tuve que gemir y decir guarradas. Soy un perro y un cerdo y cuando me están follando no puedo dejar de decirlo. La venda de los ojos evitaba cualquier distracción. Sólo existía aquella polla entrando en mi. El calor hizo que pronto estuviera sudando a goterones y la excitación que contribuyera con movimientos cada vez más fuertes e intensos. La cama pronto comenzó a golpear la pared mientras él seguía embistiendo. El tiempo se detuvo, o pasó volando, no lo sé, perdí completamente la noción de todo. Solo había oscuridad y mi Amo poseyéndome. De pronto paró. Lo oí moviéndose hacia el baño mientras yo me acurrucaba en la cama, sudoroso, dolorido, extenuado. Volvió del baño, me desató y me quitó el antifaz. Se había quitado los chaps y se había vestido con ropa veraniega.
-Recoge esto- dijo- y cuando vuelva quiero tener la cena preparada.-Y se fue.
Rápidamente hice todo lo que me mandó. Primero me desaté los pies y recogí y me puse a preparar la cena, que por cierto fue un desastre. Los spaguetti se me pasaron un poco y la salsa boloñesa, de bote, estaba horrible. Aún así cuando llegó tenía todo preparado y le serví un plato.
-Esto es mucho para mi-dijo. Entonces me llamó a su lado para que me pusiera a cuatro patas. Así lo hice y cogió otro plato y puso parte de sus spaguettis. Me lo dio y dijo:
-¡Come!
Puso el plato en el suelo y comencé a comer como el perro que soy. Aquello pareció no gustarle porque me puso la pierna encima y presión mi cara contra el plato lleno de spaguettis con salsa boloñesa hasta que me faltó un poco el aire. Notaba toda mi cara manchada pero terminé el plato. Cuando me senté sobre los tobillos para indicar que había terminado dijo:
-Ahora limpia este- Y me colocó el suyo delante.
Cuando terminé me ordenó recoger todo y me dio permiso para limpiarme la cara. Luego me senté en el suelo a su lado mientras veía las películas que le había traído. Al rato me llevó de nuevo abajo. Al lado de la cama puso una manta doblada. Alrededor del cuello me puso una cadena muy gruesa que cerró con un candado y me dio una almohada mientras señalaba el suelo. Allí dormiría esa noche mientras él sujetaba el extremo de la cadena. Allí me tumbé y dormí.

miércoles, 28 de junio de 2006

Dominio a distancia

Ayer me llamó el Amo desde tenerife y estuvimos hablando un buen rato. La conversación fue intensa. Se mostró a la vez que comprensivo muy estricto. Me dio algunas claves para interpretar el fin de semana, como que el domingo notó un cambio en mi. Dijo que había visto dos caras y que al final había triunfado la correcta. Y que para él eso era suficiente. También dijo que esto era lo que quería, alguien que incluso en la distancia sintiera la fuerza de su control pero que nadie lo supiera, que todo el mundo me viera como un tío normal trabajando o estudiando y luego al llegar a casa me metiera en una mazmorra. Que no necesitaba nadie con pinta de skinorro y que si había que demostrar algo en público, él decidiría cuando y cómo. Le planteé que me gustaría progresar no sólo físicamente sino dejar de ser pusilánime y aceptar y asumir el dolo. Dijo que esa era uno de sus objetivos, convertir esto en una actitud frente a la vida y durante las sesiones. Me volvió a recalcar que quería estar informado de todo. Ambas cosas las dijo muy muy serio, como dejando constancia no sólo de que no estaba bromeando sino que eran cosas muy importantes para él. Me gustó mucho que dijo que el fin de semana se le pasó volando, que cuando se daba cuenta habían pasado las horas y que se le quedaron muchas cosas en el tintero por hacer, como a mi. Lo más curioso de la conversación fue la influencia que ejercía, cómo decía las cosas y yo las aceptaba y además sabía que las iba a cumplir. Su poder sobre mi es muy fuerte. Por ejemplo le pregunté sobre las relaciones vanilla y me dijo que también para ellas necesitaba su permiso, que tenía permiso para sali con amigos siempre que él no estuviera aquí pero que si quería que ocurriese algo necesitaría su permiso. Noté como la conversación era otra vuelta de tuerca, apretar un poco más el collar. Y ¡Dios, como me gusta que lo haga! Le pregunté también sobre lo de actuar como amo y me dijo lo mismo pero además que él quería estar presente. Aquello me produjo cierto nerviosismo por lo de estar presente. En cualquier caso le dije que no iba a intentar siguiera hacerme o ir de dominante con él, que sólo sería sumiso, aparte de porque no quería ganarme una paliza, y es perfectamente capaz de dármela como ha prometido, porque perdería cierto respeto a mis ojos y ahora que he encontrado a un amo como él no pienso dejar que ocurra nada que lo estropee al menos conscientemente. Realmente tiene todo lo que buscaba, lo bueno y lo malo. Me toco el cuello esperando sentir el collar. Es increíble. Lo curioso es que creo que nunca podré llamarle “Amo” ni él podrá llamarme “esclavo”. Para que eso pudiese ocurrir no debe haber nadie más. Tendría que estar solo y el grado de implicación debería ser mucho mayor y no lo es así que.... hasta el momento tendré que conformarme con esto, que no es poco, y esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Este fin de semana fantaseé con qué hubiese pasado si llegamos a conocernos antes, hace 4 años. Tal vez nada, a lo mejor él estaría liado o yo no querría tanto un Amo, o no habría evolucionado como ahora. El hecho es que nos encontramos cuando nos encontramos y hay que asumir eso así. No tiene sentido ahora preguntarse ¿Qué habría pasado? Casi estoy por no preguntar ¿qué pasará? Quiero dejar que las cosas sigan su curso, a ver qué pasa. Recordando ahora el dolor del fin de semana me parece poco, como si pudiera haber soportado más y mejor, como si hubiera podido llegar más lejos y no lo hice por miedo y por pusilánime, por cobarde, vaya. Tuve miedo y hoy habría ido con el cuerpo dolorido, pero con la cabeza bien alta y la seguridad de la autoafirmación. Disciplina, disciplina, disciplina. Un concepto que estaba olvidando por la comodidad. De ser un tirano de mí mismo he pasado a ser un licencioso de mi mismo ¿cómo soportaré una sesión donde haya dolor de verdad? ¿latigazos, cinturones, pinzas, cera? ¿seré lo suficiente hombre como para soportarlo? La experiencia me dice que debo estar muy en mi papel, muy centrado y orientado hacia mis objetivos para conseguirlo. De eso se trata, de tener muy claros los objetivos e ir hacia ellos con trabajo y determinación, sin dejar que el cansancio me abata. Hasta ahora mis objetivos eran muy inalcanzables porque no dependían de mi, pero debo cambiarlos y centrarme en mi, en aceptar lo que soy y hacia donde quiero ir, que no significa ir a donde quiere la gente que vaya. Y todo esto aderezado con confianza, mucha confianza de que puedo hacer lo que me proponga con esfuerzo, trabajo y disciplina. Esfuerzo, trabajo y disciplina, esfuerzo, trabajo y disciplina, esfuerzo, trabajo y disciplina. El bdsm tiene mucho de esto. Me gustaría poder soportar el dolor, no aceptarlo como placer, cada vez veo más claro que no soy masoquista, sino como una forma de madurar, de configurar mi carácter y hacerlo a esta dinámica del esfuerzo, trabajo y disciplina, esfuerzo, trabajo y disciplina. El dolor no me producirá placer pero sí que me ayudará a soportar más dolor y entonces podré seguir adelante y afrontar lo que venga con entereza y confianza. No se si Amotenerife me puede ayudar a esto, espero que si.
Otra de las cosas que me dijo es que podría hacer de amo, pero que seguro seguro yo era sumiso. Por mi forma de comportarme, por mis ideas, por mis pensamientos, por lo que decía, yo era sumiso. Otra cosa que me gustó fue cuando se refirió a mi mirada, volvió a decir que se me notaba todo en la mirada, que él la leía y veía muchas cosas. Utilizare ese vehículo de expresión y con él lo haré a menudo porque además de entenderlo creo que le gusta mucho como forma de comunicación. Recuerdo que me dijo una vez que buscaba a un perro con una forma de mirar específica. Y creo que vislumbró algo de ello este fin de semana.

viernes, 23 de junio de 2006

Un fin de semana en Tenerife


Fui a Tenerife para una reunión y cuando terminé llamé a Amotenerife y vino a buscarme. Me cautivó en cuanto lo vi., sin afeitar, allí en medio del campus, con pinta de cansado pero seguro de sí mismo. El camino hacia el sur lo hicimos hablando de muchas cosas. Llegamos a Los Cristianos y allí había reservado habitación en un complejo. Primero el recepcionista nos dio una habitación pero no encontró las llaves y nos dio otra que resultó mucho mejor porque estaba más aislada pero más accesible a la piscina y al restaurante. El cielo estaba nublado pero no me importó.
Cuando estuvimos instalados y después de una cena frugal, para entonarnos, encendió el ordenador y le fui enseñando las fotos que había llevado. Me pidió que eligiera las cinco más significativas. Hice lo que pude y el expliqué por qué. Luego le fui comentando algunas fotos que vimos. Entonces me ordenó desnudarme y me metió en un cuarto vacío que había a la entrada. No tenía ventanas. El complejo estaba construido como apartahotel y también para vender apartamentos a propietarios y aquello era una especie de solana para lavadora y secadora. Allí me tuvo, con los ojos vendados y desnudo, durante un buen rato. Estuve de rodillas dando la espalda a la puerta y mirando a la pared. Estuve tentado de levantarme pero me decía a mi mismo “sométete, sométete”, y así poco a poco fui entrando en situación, en el subspace. Entró dos veces y parece que el gustó lo que vio porque a la segunda me sacó y me puso sobre la mesa de la cocina. Allí me ató y, dejando mi culo expuesto, lo afeitó, sin espuma, solo con una maquinilla, quitando el pelo. Cuando terminó me dijo que tenía varios segundos para liberarme, que si no lo hacía me afeitaría la cabeza. Como lo consideraba capaz de hacer eso y más luché y conseguí liberarme. Luego me llevó para dentro del dormitorio. Durante los intervalos prácticamente lo único que hacía era comerle la polla. Eso le encantó porque ya había aprendido a hacerlo a su gusto aunque a veces le rozaba con algún diente y sobre todo la capucha que llevé y que le encantó cómo me quedaba. La tuve puesta casi todo el fin de semana. Tienen una cremallera en la boca y le raspaba tanto a su polla como a mi lengua. Por supuesto me hizo lamerle las botas. Esta vez llevó unas vaqueras marrones de punta que tienen unas costuras en el empeine que son una tortura para cualquier lamedor.
Entonces me subió a la cama y me puso a cuatro patas. Me ató los pies a las patas de la cama y me folló. Usó bastante lubricante, pero yo me encontraba muy cerrado. Aún así me penetró y tras el dolor vino el place. ¡Cielos, cómo siento cuando me monta, me siento completamente poseído! Gimo de dolor y de placer a un tiempo, todo junto. Pero en ese momento sólo existe una cosa y una persona: él. En un momento, mientras me embestía, subió la pierna y la metió en otro ángulo o algo, pero me tocó de forma que casi me meo allí encima de la cama. Se lo hice saber para evitar problemas y me llevó al baño. Allí oriné, todo esto a ciegas porque no me había quitado el antifaz que me tapaba los ojos. Allí en el baño siguió follándome en varias posturas y con gemidos por ambas partes. A mi me pareció muy intenso y mi culo realmente estaba al rojo de tantas embestidas. Pero en un momento paró. No sé que ocurrió porque no me lo dijo. Quiero pensar que se corrió porque lo oí trastear y yo tenía los ojos tapados y no podía preguntarle. Me sacó del baño y enganchó una cadena a mi collar. Me sacó y estuvimos otro rato viendo fotos, yo ya sin antifaz a sus pies y él sentado cómodamente en el sillón. Eso duró porque me llevó al dormitorio y me dijo que hoy iba a dormir en la cama pero con el collar y la cadena, como me correspondo. Sin embargo comencé a preocuparme porque el dolor de mi culo no remitía y además aumentaba. Ya estábamos acostados cuando tuve que ir al baño. Fue sorprendente como notó inmediatamente mi más ligero movimiento. El se durmió en cuanto puso la cabeza en la almohada, algo que hubiera hecho yo si no llega a ser por el dolor. Cuando hice un ligero movimiento se despertó y me preguntó. Yo le dije que tenía que ir al baño. Me dejó y fui. Pocas veces he sentido un dolor tan grande. Pensé que algo malo había pasado. Estaba profundamente dolorido y además tenía ganas de cagas y eso aumentaba el dolor hasta puntos desconocidos para mi. Ahora, en la distancia, no lo recuerdo tan desagradablemente pero entonces lo pasé fatal. No sé el motivo de aquello o la razón médica. Solo sé que se volvió a repetir otra vez y que fue igual de doloroso.
A la mañana siguiente se lo comenté nada más levantarnos, yo aún con la cadena y el collar. Mientras desayunábamos lo hablamos y dijo que podía ser un tirón del músculo. El hecho es que fue cuidadoso a partir de ese momento, y se lo agradezco profundamente. Como siempre su conversación fue amena e inteligente. Al terminar de desayunar fuimos a los Cristianos a tomar un café de verdad y no las cosas solubles que ponen en los hoteles. Antes fuimos a un supermercado a comprar pilas y mientras íbamos por los pasillos hablamos de varias cosas. No recuerdo todas, pero sí que al llegar a la comida de perros dijo que había hecho comerla a un esclavo y que yo también la comería. Luego también buscó una bolsa transparente para hacer juegos de respiración pero eran demasiado pequeñas para mi cabeza. Luego nos sentamos a tomar un café. Mientras lo hacíamos planeábamos cómo construir nuestro propio material con tiras de cuero y remaches. Estuvo bien compartir proyectos con él. Volvimos al hotel a tiempo de comer. Luego seguimos viendo fotos pero de una forma más cariñosa. El sentado y yo apoyado en sus pantorrillas, explicando por qué me gustaban aquellas fotos. En un momento dado, me sentó en una silla y me ató fuertemente. Tardó un rato pero cuando terminó me dijo que me soltara y lo hice, aunque me costó un poco. Luego me ordenó que me pusiera mi ropa de cuero, me llevó al dormitorio y me hizo limpiarle las botas con crema para limpiar cuero. Yo llevaba la capucha puesta y los grilletes de cuero. El desfrutaba viéndome por los cristales del armario cuyas puertas eran espejos de arriba abajo. De tiempo en tiempo y mientras todo esto pasaba me ponía su polla para que se la comiera o me golpeaba con una palmada en la cabeza, el culo o el pecho. Al menos durante tres veces ese día le miré con súplica, deseo y sumisión. El se dio cuenta porque me dijo algo que me ha comentado mucha gente, que lo sigo todo con la mirada. Si realmente conseguí transmitirle lo que sentía en aquel momento todo habrá tenido más sentido. Tras limpiarle las botas y comerle un rato la polla yo lo miré y él me preguntó “¿Qué es lo que quieres?”. “Ser su esclavo” dije yo sin dejar de mirarlo. Creo que lo convincente de mi voz le sorprendió porque me miró unos segundo y luego me sacó al salón. Allí, con los ojos nuevamente tapados, me llevó al somier que estaba debajo del sofá y que hace de cama auxiliar y allí me ató con los brazos a los lados.
Utilizó cadenas y cuerdas. Tardó bastante y cuando terminó me sacó algunas fotos. Luego me volvió a retar a que me soltara. Y lo hice, en bastante poco tiempo, por cierto. Creo que aquello le sorprendió, primero que me liberara y luego en tan poco tiempo. Mi orgullo empezaba a crecer y creo que se dio cuenta así que hizo algo. Me puso boca abajo después de poner el colchón sobre el somier y empezó a atarme las manos muy, muy fuertemente, haciendo varios nudos y juntándolas para no poder separarlas. Luego fue a por las piernas e hizo lo mismo. Yo vestía pantalón y chaleco de cuero, estaba descalzo y me había quitado el antifaz de los ojos. Luego dobló los pies y las manos para atarlos juntos obligándome a arquearme, con gran dolor por mi parte. Para terminar pasó una cuerda por mi boca a modo de mordaza. Cuando terminó volvió a retarme a que me liberara. Lo intenté y me costó más, incluso en algún momento me di por vencido pero seguí luchando. Entonces se le ocurrió la tortura más cruel que pudo usar. Se acercó con un frasco de poppers para darme. Es una sustancia que en mi tiene un efecto demoledor. Me pone como una auténtica moto, a cien, pierdo todos los papeles y me vuelvo un cerdo auténtico. Noto un subidón de la tensión y de todo mi interior. Si además estoy practicando sexo ya me vuelvo loco. Y así fue. Me contorsioné y gemí y me sacudí intentando liberarme mientras sentía que la cabeza iba a estallar. Por supuesto él disfrutó enormemente. Cuando se pasó el efecto, cosa que ocurre pronto, me sentía indefenso, impotente, a su merced; vamos, en la gloria. Tras eso y tras reponernos un poco seguí con mis intentos de liberarme. Lo estaba consiguiendo y entonces me bajó del colchón produciendo una postura imposible que sólo ocasionó dolor. Me puso de lado, lo cual aumentó la tensión de las cuerdas y luego quiso que volviera a subir al colchón, algo imposible sin su ayuda. Lo que aumentó mi indefensión. Al final conseguí liberarme, creo que con gran sorpresa por su parte, pero lo hice. En aquel momento noté cierto respeto en sus ojos. Aquello me llenó también de orgullo y satisfacción. Luego fuimos a cenar y compartimos más cosas. En las comidas el ritual es el mismo. Cada uno coge lo suyo y nos sentamos. Entonces yo espero a que me de permiso y yo comienzo a comer. Si quería repetir comida o bebida debo pedir permiso.
Al volver de la cena pasó lo más extraño del fin de semana. Llegamos y seguimos jugando pero esta vez me ordenó que me desnudara, me llevó al baño y con el cinturón me dio uno cinco latigazos en el culo. Y yo entré en estado de shock. Me quedé como petrificado. Casi no me di cuenta de que me orinó y luego me lavó con agua. Me sacó y me llevó al salón. Yo seguía como ido, en cualquier caso no estaba en el subspace, esta situación de sumisión donde asumimos el papel de esclavos y se pueden integrar todas las vejaciones. Entonces me volvió a tapar los ojos y me momificó. Lo hizo de una forma rápida y certera, sorprendentemente rápido. Pronto me sentí completamente envuelto en papel transparente primero y cinta de embalar después. Comencé a sudar muchísimo, notaba los goterones caer por mi cuerpo. También me envolvió la cabeza dejando sólo el agujero de la nariz y de la boca pero algo me oprimía el tabique nasal. Cuando quiso que le comiera la polla me asfixié y a los pocos segundos me dio un ataque de ansiedad. Además me dio la vuelta y comenzó a hurgarme el culo. Yo seguía dolorido pero sobre todo no esta en situación y me pasaba algo por dentro, algo que empezaba a vislumbrar. El hecho es que comencé a llorar, en parte por el dolor y en parte por los sentimientos que tenía. Comprendió que debía parar y así lo hizo. Solo ordenó que me liberara, cosa que también conseguí debido a que tenía los brazos libres aunque dentro del envoltorio. Cuando lo conseguí él estaba sentado en el sofá. Yo fui gateando mientras las lágrimas caían por mi cara. Me sentía a la par dolorido y ridículo. Y entonces comencé a contarle lo que creía era el origen de aquello: una experiencia de la infancia no demasiado agradable. Pareció comprenderlo y me abrazó. Es algo extraño. Tantas cosas juntas impiden que tenga las ideas claras de lo que ocurrió o sentí. Luego pude rehacerme y volvimos al dormitorio. Nos tumbamos juntos pero no quería que eso terminara así y por eso le acarició y él me llevó hasta su polla. Estaba tumbado sobre la cama y yo me puse a cuatro patas sobre sus piernas de forma que pudiera comérsela y me esmeré, vaya si me esmeré. Empieza a comprender sus señales. Cuando le gusta lo que estoy haciendo hace una especie de gemido que me indica que la cosa va bien, es como si soltara el aire de golpe. Se arqueaba mientras yo seguía comiéndosela. En un momento dado la intensidad subió y le sujeté las manos ¿o me las sujetó él a mi? No sé, el hecho es que se la comí y seguí así un buen rato. Luego me puso de rodillas y él de pie al lado de la cama y seguimos otro rato. Luego me sacó su polla de la boca y con dos tirones más se corrió soltando toda su leche sobre mi pecho. Me sentí muy bien. Me dio una toalla para que me limpiara y nos acostamos, no sin antes ponerme otra vez la cadena alrededor del cuello y cerrarla con un candado. Esta vez la apretó un poco más de forma que pesaba sobre mi cuello pero no me importó. Esa noche dormí relativamente bien. No tuve que ir al baño una sola vez.
Cuando desperté al día siguiente él ya se había levantado. Lo encontré en el salón delante del ordenador. Me ordenó que me acercara con un movimiento y me arrodillé a su lado. Vimos más fotos y luego volví a comerle la polla. Se puso una especie de preservativo de goma negro, que le sujetaba los huevos y la polla y que tiene un sabor de latex muy fuerte. Luego me trabajó el culo y me metió la polla con ese condón de latex puesto. Luego me hizo comérsela otra vez. Sé que era una prueba porque estaba mirando atento a ver si obedecía. Siento repugnancia por el scat, aunque en principio no tengo problemas con comer el culo, a él en concreto, no a cualquiera. Sabía que su polla había estado dentro de mi culo pero entonces oí la voz que me decía “sométete”. Y se la comí. No lo vi pero pensé que estaría satisfecho. Así estuvimos un rato y yo sudé mucho así que me ordenó ir a ducharme antes de ir a desayunar. Entonces cometí el mayor error del fin de semana. Sin darme cuenta cogí la única toalla que quedaba limpia. No tenía gafas así que cogí lo primero que tuve a mano sin darme cuenta que la otra la había cogido él para secarme el sudor el día anterior. Así que me sequé y me vestí y cando salí él estaba con una cara muy seria y me preguntó qué toalla había cogido yo y qué toalla iba a coger él. El suelo se me fue debajo de los pies. Entonces ocurrió, sin rituales, sin formalismos y auténticamente sentida: una enorme bofetada que dolió físicamente, pero más psicológicamente. Instintivamente me contraje pero con una orden me dijo que me pusiera bien y me dio un golpe con la mano abierta en los genitales. Aquello también dolió bastante. Su siguiente orden fue ir a desayunar. Estaba tan avergonzado que las lágrimas estaban a punto de salir a borbotones. Casi no recuerdo lo que desayuné. Sólo recuerdo mis esfuerzos porque no notara mi estado de ánimo. Entre lo de la noche anterior y aquello me sentí completamente hundido. Durante el desayuno me dijo que estaba molesto pero no mucho. Si hubiera estado mucho no habría salido a desayunar y estaría en la habitación. Cuando regresamos me ordenó que me vistiera de cuero de nuevo. Me tuvo un rato en la habitación de pie, esperando. No sé qué estaba haciendo ni le pregunté, por supuesto. Al salir volví a comerle la polla pero se acabó pronto y entonces aquello dio un giro espectacular. Cogió la cámara y me dijo que podía sacarle todas las fotos que quisiera como quisiera hasta la hora de irnos. Que él haría lo que yo dijera. Al principio lo hice con miedo y cuidado pero inmediatamente me solté y a él pareció pasarle lo mismo. Pronto no tuve que decirle nada sino que él ponía las poses que le gustaban. En un momento dado todo se detuvo, nos miramos y él sonrió. Vio mi deseo escrito en mi cara, lo atractivo y morboso que estaba con esa ropa, las botas. Era un sueño hecho realidad. Le invité a que se pusiera los chaps con el suspensorio, la chupa sin camiseta, las botas. A las botas les hice muchas fotos, casi tantas como al cuero. Y luego me atreví con varios primerísimos primeros planos. No le gustaron mucho pero algunos salieron increíbles. Por supuesto no espero poder tener esas fotos, pero estaba realmente morboso. Todo aquello pareció relajar mucho la tensión. El tiempo se nos vino encima y tuvimos que recoger todo y salir del hotel. El viaje de regreso al norte estuvo bien. Seguimos hablando de muchas cosas e incluso muy personales. Luego me llevó a comer a Santa Úrsula y luego al aeropuerto. Quise arrodillarme delante suya allí, en el aeropuerto delante de la policía en la entrada de la puerta de embarque, y besarle los pies pero hubiera sido muy fuerte.

viernes, 9 de junio de 2006

Un fin de semana en Las Palmas

El había llegado por la tarde a Gran Canaria y yo estaba metido en un curso. Cuando terminé fui a tomar una cerveza con algunas personas del curso esperando su llamada y me fui antes de lo normal precisamente para quedar con Él. Al final concretamos una cita donde nos vimos por primera vez, en la puerta del banco que hay en el Yumbo. Yo llevaba camisa negra, pantalón vaquero y botas marrones. El llevaba pantalón vaquero, polo verde y sus brillantes botas negras. Lo noté más delgado y se lo dije. Fuimos a dar un paseo por el Centro Comercial. Hablamos, nos pusimos al día y volvimos a conectar. Nos sentamos a tomar algo en el Café Latino. Allí me llamó la atención porque estaba mirando las botas del camarero...y de paso de todo el que pasaba por allí. Inmediatamente me comporté. De allí fuimos al Construction, donde tomamos una cerveza en el interior. Luego fuimos a la terraza. No había mucha gente de cuero, algunos nada más, pero había una pareja, uno con pantalón de cuero con raya blanca a un lado y camiseta; y el otro con chaleco y vaqueros pero botas altas por fuera del pantalón. El se dio cuenta de que los miré y al sentarnos volvió a reprenderme diciendo que era una falta de respeto mirar a otros y que El llevaba botas también. Inmediatamente bajé la cabeza y miré sus botas; y no la levanté hasta que volvimos a entrar al rato. El tiene ese poder sobre mi, tiene mucha fuerza y yo no puedo resistirme. Cuando entramos me llevó hasta el cuarto oscuro. Había gente pero no demasiada. Lo que más me llamó la atención fue un tío en la bañera. El dio una vuelta mientras yo le seguía sumisamente. No se que imagen daba pero no me importaba mucho, la verdad. Entonces la cabina más cerca a la bañera se quedó libre y entré, bueno, entró El y yo le seguí. Allí comenzamos: me tocó los pezones, me besó etc. Entonces se tumbó en una especie de camilla que hay, se estiró y yo, de rodillas, le lamí las botas. Se las estuve lamiendo un rato. Luego se puso de pie y me ordenó desnudarme y dejarme las botas. Cuando lo hubo hecho me puso a cuatro patas sobre la camilla y me golpeó el culo. Luego me bajó y me obligó a comerme su polla. Le gusta meterla hasta el fondo. El problema es que yo tengo arcadas y vomito con cierta facilidad cuando me meten algo hasta la garganta. Y así fue. Después de varios amagos no puede controlarlo y parte de lo que había comido salió. Al intentar pararlo me manché las manos y la perilla. Lo peor fue que no teníamos pañuelos para limpiarnos. Lo mayor del vómito conseguí echarlo en una esquina. Aquello me cortó todo el rollo y El se dio cuenta, así que salimos después de vestirme. Me di cuenta que se había puesto unos guantes de cuero para dominarme. Antes estaba tan absorto que no los noté.
Fui corriendo al baño e intenté lavarme, aunque tuve que esperar a que quedara libre. Hice lo que pude y nos fuimos de allí. Fuimos al coche y me ordenó buscar un lugar tranquilo. A mi sólo se me ocurría el palmeral de Maspalomas.
Como conozco poco la zona y menos de noche me costó llegar pero llegamos. Dimos una vuelta por la entrada de las dunas y algunos pretendientes salieron pero nada más. Al final fuimos al Campo Internacional, a una de ese entradas extrañas que tiene y nos adentramos en un pequeño parque de palmeras y suelo de picón. Había pasado un buen rato y allí volvió a ponerse los guantes. Yo temblaba. Se la comí, me arrodillé y la tragué hasta el fondo. Volví a tener arcadas y casi vuelvo a vomitar. Está muy bien dotado. Entonces me levantó, me hizo inclinarme y agarrarme a un árbol, dejando el culo expuesto. Sabía lo que venía a continuación: iba a penetrarme, a poseerme, a tomarme. Así lo hizo. Además tomó poppers y en un momento dado me ofreció y tomé. Al principio, como siempre, fue doloroso, pero luego fue increíble. Olvidé donde estaba y lo que hacía. Sólo lo sentía a él entrando y saliendo. Me cambió de postura varias veces. En una de ellas me puco como adorando en dirección al árbol y él me la metió apoyado en mí, con lo cual me penetraba con todo su peso. Así estuvo un rato mientras yo gemía y respiraba fuerte. Luego me volvió a levantar y me inclinó como al principio y me embistió con más fuerza. Ante mis gemidos ordenó que me callase y así lo hice. Se hizo un enorme silencio y creo que ese control lo excitó aún más porque a los pocos segundos se corrió después de sacar la polla. Ambos quedamos exhaustos. El quiso que me corriera pero en aquel lugar y con el culo como lo tenía era difícil. Además estaba agotado de la semana. Me estuvo besando y luego me metió los guantes en la boca ordenando que no cayeran al suelo. Lo intenté pero no pude correrme, y no le importó. Volvimos al coche y, antes de llegar paré y le pedí permiso. El aceptó y me arrodillé para besarle ambas botas. No se si le gustó pero me dijo que ya había demostrado que podía hacerlo en público. Llegamos al coche y lo llevé al hotel. Volví a casa.
El domingo nos volvimos a ver. No pudo ser antes por motivos de trabajo. Fui a buscarlo al hotel, pero estaba en la playa con unos amigos. Vestía tipo playero y fuimos a tomar café. Estuvimos unas dos horas, él no disponía de más, pero hablamos bastante y fue muy agradable. Repasamos nuestro último encuentro y cómo habían sido las cosas. Me sorprende lo bien que conecto con él fuera de las sesiones. Creo que él siente lo mismo. Le gusta al parecer que gima, aunque dice que llega un momento en el que duda, si me está gustando o no. Le digo que si, que gimo de gusto y de placer y eso parece satisfacerle. Cuando se hace la hora lo llevo al Cita y quedamos para el 23 que yo voy para allá. Al rato me manda un mensaje diciendo que le apetece una sesión tranquila conmigo. Respondo que a mi también.

lunes, 29 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo VIII

Unos segundo más tarde el Amo volvió a acercarse a la mesa. Cogió una cadena de perro, se acercó al esclavo y se la enganchó a la anilla que colgaba por la parte delantera del collar. El esclavo inmediatamente pareció recuperarse y se puso a cuatro patas, como un perro, con la barbilla levantada. Pareció como si le hubieran activado alguna clave o apretado un interruptor. Me admiró y sorprendió que aún tuviera fuerzas para servir así a su Amo. Casi como si estuviera ensayado el Amo comenzó a caminar hacia la puerta llevando la correa, justo a la velocidad adecuada para que el sumiso lo pudiera seguir a cuatro patas. Sin duda había sido una escena impresionante y mi polla había estado dura todo el tiempo. Como las esposas estaban unidos al collar no pude tocarmela, y en cualquier caso tampoco podía haberlo hecho porque no tenía permiso de mi Amo. Cuando salieron Amo y sumiso por la puerta volvía a quedarme solo. Me entretuve observando el lugar. Seguía sin duda, o al menos hubiera apostado algo porque así era, en el sótano, bajo la mansió donde me había llevado mi Amo. No sé cuánto tiempo había pasado. Como no había ventanas podía ser cualquier hora del día o de la noche. Recordé que habíamos quedado el viernes por la tarde así que estaba casi seguro que no sería liberado hasta el domingo por la noche o el lunes por la mañana. La habitación era grande, a la derecha estaba la cruz donde había estado el sumiso y a la izquierda la mesa auxiliar. Las paredes eran de cemento visto y había unas tuberías que supongo servirían para ventilar en sustitución de las ventanas. Mi celda estaba en el centro de la pared más opuesta a la puerta. Tal vez había otras celdas a mi izquierda y a la derecha pero no podía comprobarlo. Las paredes y las rejas de mi confinamiento llegaban hasta el techo, no muy alto, y unas mortecinas bombillas eran la única iluminación que daba al lugar un aire mortecino.
Poco a poco comencé a tener más conciencia de mi cuerpo, de lo dolorido que estaba por la última sesión que había tenido con mi Amo. Una vez situado en el lugar todo en mi interior comenzó a hacerse realidad. El dolor me llevó al recuerdo que me llevó a un dolor más intenso, el sentido en aquel momento. Mi polla volvió a endurecerse....otra vez.
Lo que más me extrañó fue que no sentía ningún miedo. Allí estaba, esposado en una celda, en un sótano de una casa que estaba en un lugar que desconocía. Y confiaba. Sabía que iba a sufrir, que antes de que saliera de allí iban a pasarme muchas cosas, algunas muy intensas. Sabía que aquella experiencia iba a transformarme definitivamente pero estaba dispuesto a recorrer ese camino. Por si quedaba alguna duda sabía que saldría de aquel sótano siendo un auténtico esclavo de mi Amo, estaba dispuesto a entregarle su volutnad, haría todo lo que El quisiese, le serviría y viviría para El. Estaba convencido: todo lo demás sería secundario.
Estaba metido en estas reflexiones cuando la puerta se abrió de pronto. Entraron tres esclavos. Todos llevaban collar, muñequeras y tobilleras y estaban desnudos pero dos de ellos llevaban en volandas al tercero que reconocí inmediatamente como el esclavo que había unos minutos había salido como un perro tras su Amo. Estaba inconsciente o al menos su cara caía como si lo estuviese. Las manos las llevaba atadas a la espalda. Se encaminaron hacia la derecha de donde estaba. Oí el ruido de una puerta de barrotes abrirse y de reojo, ví como lo echaban dentro. Entonces fueron hacia donde yo estaba y abrieron la puerta con una llave que llevaban. Yo esperaba que viniera mi Amo a buscarme así que me asusté y retrocedí arrastrándome por el suelo. Ellos rápidamente me sujetaron los brazos y me levantaron, sacándome de la celda. Antes de salir de la habitación pude mirar hacia atrás y ver cinco celdas, todas con inquilinos salvo la mia que ahora permanecía con la puerta abierta.

martes, 23 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo VII


Unos segundo más tarde el Amo volvió a a cercarse a la mesa. Cogió una cadena de perro, se acercó al esclavo y se la enganchó a la anilla que colgaba por la parte delantera del collar. El esclavo inmediatamente pareció recuperarse y se puso a cuatro patas, como un perro, con la barbilla levantada. Pareció como si le hubieran activado alguna clave o apretado un interruptor. Me admiró y sorprendió que aún tuviera fuerzas para servir así a su Amo. Casi como si estuviera ensayado el Amo comenzó a caminar hacia la puerta llevando la correa, justo a la velocidad adecuada para que el sumiso lo pudiera seguir a cuatro patas. Sin duda había sido una escena impresionante y mi polla había estado dura todo el tiempo. Como las esposas estaban unidos al collar no pude tocarmela, y en cualquier caso tampoco podía haberlo hecho porque no tenía permiso de mi Amo. Cuando salieron Amo y sumiso por la puerta volvía a quedarme solo. Me entretuve observando el lugar. Seguía sin duda, o al menos hubiera apostado algo porque así era, en el sótano, bajo la mansió donde me había llevado mi Amo. No sé cuánto tiempo había pasado. Como no había ventanas podía ser cualquier hora del día o de la noche. Recordé que habíamos quedado el viernes por la tarde así que estaba casi seguro que no sería liberado hasta el domingo por la noche o el lunes por la mañana. La habitación era grande, a la derecha estaba la cruz donde había estado el sumiso y a la izquierda la mesa auxiliar. Las paredes eran de cemento visto y había unas tuberías que supongo servirían para ventilar en sustitución de las ventanas. Mi celda estaba en el centro de la pared más opuesta a la puerta. Tal vez había otras celdas a mi izquierda y a la derecha pero no podía comprobarlo. Las paredes y las rejas de mi confinamiento llegaban hasta el techo, no muy alto, y unas mortecinas bombillas eran la única iluminación que daba al lugar un aire mortecino.
Poco a poco comencé a tener más conciencia de mi cuerpo, de lo dolorido que estaba por la última sesión que había tenido con mi Amo. Una vez situado en el lugar todo en mi interior comenzó a hacerse realidad. El dolor me llevó al recuerdo que me llevó a un dolor más intenso, el sentido en aquel momento. Mi polla volvió a endurecerse....otra vez.
Lo que más me extrañó fue que no sentía ningún miedo. Allí estaba, esposado en una celda, en un sótano de una casa que estaba en un lugar que desconocía. Y confiaba. Sabía que iba a sufrir, que antes de que saliera de allí iban a pasarme muchas cosas, algunas muy intensas. Sabía que aquella experiencia iba a transformarme definitivamente pero estaba dispuesto a recorrer ese camino. Por si quedaba alguna duda sabía que saldría de aquel sótano siendo un auténtico esclavo de mi Amo, estaba dispuesto a entregarle su volutnad, haría todo lo que El quisiese, le serviría y viviría para El. Estaba convencido: todo lo demás sería secundario.
Estaba metido en estas reflexiones cuando la puerta se abrió de pronto. Entraron tres esclavos. Todos llevaban collar, muñequeras y tobilleras y estaban desnudos pero dos de ellos llevaban en volandas al tercero que reconocí inmediatamente como el esclavo que había unos minutos había salido como un perro tras su Amo. Estaba inconsciente o al menos su cara caía como si lo estuviese. Las manos las llevaba atadas a la espalda. Se encaminaron hacia la derecha de donde estaba. Oí el ruido de una puerta de barrotes abrirse y de reojo, ví como lo echaban dentro. Entonces fueron hacia donde yo estaba y abrieron la puerta con una llave que llevaban. Yo esperaba que viniera mi Amo a buscarme así que me asusté y retrocedí arrastrándome por el suelo. Ellos rápidamente me sujetaron los brazos y me levantaron, sacándome de la celda. Antes de salir de la habitación pude mirar hacia atrás y ver cinco celdas, todas con inquilinos salvo la mia que ahora permanecía con la puerta abierta.

sábado, 20 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo VI

La conciencia volvió lentamente. Tarde algunosnsegundos en darme cuenta que estaba tirado en el frio suelo de cemento, con las manos esposadas por delante, sujetas a mi collar. Primero fueron las sensaciones, luego el ruido, que se fue haciendo cada vez más claro: un chasquido, seguido de un gemido; otro chasquido, otro gemido. Poco a poco el gemido se fue convirtiendo en lo que era, un grito sofocado. Otro chasquido, otro grito. Lo siguiente fue comenzar a ver la luz. Abrí los ojos poco a poco, y lo primero que vi fueron los barrotes. Estaba en una celda de apenas dos metros por dos metros, de paredes de cemento con una puerta de barrotes de hierro. El ruido seguí rítmicamente. Sentía todos los músculos entumecidos, casi no podía moverme. Lo intenté y tardaron el reaccionar. Al final pude hacerme con mi cuerpo y me arrastré ligeramente hasta poder asomarme por los barrotes. Inmediatamente ví de donde procedían los chasquidos y los gritos sofocados. Un esclavo completamente desnudo estaba atado de pies y manos a una cruz. Llevaba una capucha de cuero puesta, por lo que supuse que también estaría amordazado, era la única explicación porque si no hubiese sido así sus gritos se habrían oido fuera de esas paredes de hormigón. El Amo levaba unos chaps de cuero y botas, muñequeras y gorra de plato. Con una elegancia extrema movía el látigo de una punta hacia atrás con un movimiento de todo el brazo. Luego, con un rápido círculo y un giro de muñeca aún más rápido lo dejaba caer sobre el esclavo. Indefectiblemente el látigo iba acompañado el gemido del sumiso y la contracción de prácticamente todo su cuerpo. El apenas se movía, estaba tan fuertemente sujeto a la cruz que lo único que podía hacer era tensar los músculos, lo cual daba a la escena un tinte aún más morboso. Incluso la cabeza parecía sujeta a la cruz ya que solo se movía ligeramente, cuando a juzgar por la fuerza de los latigazos, debería agitarse convulsivamente.
Intenté ponerme en el lugar del esclavo, su sensación de impotencia, de indefensión, tal vez la culpa por haber hecho algo que mereciese tal castigo, o la entrega por hacer eso sólo por deseo del Amo. No pude evitar tener una erección.
La cadencia era estremadamente rítmica, pero en algunos instantes, cuando el esclavo esperaba el siguiente latigazo y sus músculos se tensaban, éste no se producía. El Amo esperaba unos pocos segundos y cuando el esclavo se relajaba ligeramente comenzando a preguntarse qué pasaba recibía una respuesta en forma de latigazo. Otras veces dos latigazos se sucedía de forma inesperadamente rápida, rompiendo el ritmo y sorprendiendo nuevamente al sumiso. Aquello me pareció extremadamente cruel.
Era innegable que el Amo era un experto en infligir aquel tipo de castigo. Manejaba el látigo con una gran maestría. En un momento dado paró. Se dio la vuelta y se dirigió a una mesa donde dejó el látigo. Pude verlo con claridad. Tenía un cuerpo perfecto: abdominales, pectorales, biceps, todo en su justa proporción. Me llamó mucho la atención su mandíbula cuadrada que encajaba perfectamente en el resto de su cara. Tenía perilla y, cuando llegó a la mesa se paró y me miró. Pude ver unos profundos ojos negros que me taladraron. Su expresión no cambió. Cogió un trapo y se acercó al sumiso. Comenzó a limpiarle las heridas cuidadosamente. Estuvo un rato haciendo eso hasta que recorrió toda la espalda. Luego le desató los tobillos y le quitó el gancho que, tal y como había pensado, sujetaba el collar del esclavo a la cruz y, finalmente, sujetándolo le desató las manos. El esclavo apenas podía mantenerse pero aguantó. El Amo le dio la vuelta . Pude ver que la capucha de cuero le cubría completamente la cabeza y solo tenía unos orificios pequeños para ver los ojos. El Amo se la quitó desabrochando la cremallera y los cordones que la cerraban tras la cabeza. Al quitarla apareció un tio rapado, con unos brillantes ojos azules. Tenía una mordaza que daba la vuelta a la cabeza. El sudor le caía por todas partes, los ojos los tenía hinchados y sin duda había llorado. El Amo le quitó la mordaza. De la boca del esclavo salió una polla de goma enorme. Debió haberle producido arcadas y desde luego llenar por completo la boca. Acto seguido el Amo sujetó la barbilla del esclavo hasta que sus ojos se encontraron. Las piernas del sumiso estaban temblando. Y entonces lo besó. Fue un beso cariñoso pero autoritario, donde el Amo llevaba la iniciativa y el esclavo se dejaba hacer. Se prolongó mucho tiempo y la lengua parecía recorrer, tomar posesión de todas las partes del esclavo. Aquello me estaba poniendo a cien.
Cuando terminó el beso, el Amo retiró la mano y el esclavo cayó a sus pies, extenuado, la cabeza gacha. Podía ver las marcas de su espalda. Debian dolerle mucho. Aún así se acercó a su Amo y besó sus botas, con calma, las dos. Luego se agarró a las piernas del Amo y se quedó allí. El Amo miraba al frente, parecía disfrutar ese momento. Sentí envidia, estaba convencido de que el esclavo estaba feliz, se sentía protegido, había llegado a un lugar seguro.

jueves, 18 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo V


Por supuesto obedecí inmediatamente. Me costó poco darme cuenta de que acabaría vestido completamente de cuero: un arnés, chaps, un suspensor y botas. Todo me quedaba perfectamente ajustado y debajo mi torso y mi culo al aire. La verdad es que se me sentí como desnudo. En cuanto terminé me acerqué a mi Amo y me arrodillé ante El, con la cabeza gacha, mirando sus botas, como me había enseñado. El me sujetó la barbilla y me levantó lentamente la cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron. Antes de que pudiera darme cuenta me dio una hostia con la mano que me hizo girar la cara. Sentí en la mejilla el calor y en mi interior la humillación por haber sido castigado sin haber hecho nada.-Te recuerdo quién manda aquí, que sepas a quien perteneces.
-Si Amo, gracias Amo –contesté yo. Y lo curioso fue que no lo hice únicamente por formalismo o respeto, realmente lo agradecía. Aquella sensación me extrañó ¿Tanto me estaba dominando que ya no podía sino sentirme agradecido por sus humillaciones?
-¡Levanta!- dijo. Obedecí.
Acto seguido me puso una chaqueta que cerró hasta arriba. Luego una mordaza y encima el casco con visera. Volví a estar a ciegas. Ató una cadena al collar y tirando por ella me llevó hasta la modo. A tientas subí atrás. Noté el frío sillín en mis nalgas. Rápidamente me esposó a la máquina. Se subió y partimos. No sabía si era de día o de noche y a la tercera curva perdí el sentido de la orientación. Tardamos un rato, tampoco sé cuanto, en llegar a nuestro destino. Cuando la moto se paró fui desatado y pude bajarme. Mi Amo me quitó el casco y la mordaza. Pude ver que estábamos en una finca, con una casa bastante grande. Era de noche. Seguía con la cadena atada al collar. Las luces del jardín próximo a la casa brillaban sobre el cuero de ambos.
-Hemos venido aquí a cenar con unos amigos. Quiero que hagas que me sienta orgulloso de ti. No me defraudes o te arrepentirás.
Inmediatamente sentí una mezcla de orgullo y temor. Nunca nadie me había visto en mi rol de esclavo y además era plenamente consciente de que aquello era una especie de examen. Si no lo pasaba, además de sufrir un castigo terrible, perdería el favor de mi Amo, Casi adivinando mis pensamientos y sentimientos dijo:
-Recuerda que eres especial, eres mío y obedecerás todo lo que diga sin rechistar y rápidamente. Eres mi esclavo y eso te convierte en el mejor de los hombres. ¿Entiendes?
-Si, Amo.
Entonces se dio la vuelta y comenzó a andar hacia la casa. Con la mano derecha sujetaba la correa a la que yo iba sujeto. Puse las manos a la espalda y agaché la cabeza, tal y como me había enseñado en otras ocasiones, y caminé a su espalda, ligeramente a la izquierda, haciendo que la cadena no quedara muy tensa.
Tocó el timbre y un tío completamente desnudo abrió la puerta. El calor del interior llegó hasta mi. No me había dado cuenta del frío que hacía hasta ese momento. El tío que abrió la puerta llevaba un collar puesto y sendas muñequeras y tobilleras. Inclinó la cabeza y habló:
-Buenas noches Señor, le estábamos esperando.
Entramos en la casa, mi Amo se volvió y me quitó la chaqueta que entregó al esclavo. La cogió y volvió a hacer una reverencia, llevándose la prenda a algún sitio de la casa. Esta era bastante lujosa y moderna, el suelo de madera brillaba muchísimo. Algunas paredes dejaban ver la piedra de la que estaban hecha creando una perfecta combinación entre tradición y antigüedad.
Mi Amo comenzó a andar y le seguí. Entramos en lo que era el salón y vi inmediatamente a cuatro hombres más, vestidos todos de cuero de distintas formas, a cada cual más masculino y atractivo. Mi Amo soltó la cadena y avanzó hacia ellos saludándolos, parecía muy contento. Tal y como he había adiestrado me arrodillé, crucé las manos a la espalda y bajé la cabeza mirando al suelo. Oía las animadas voces de los cinco pero no me atreví a mirar. También oía el crujido del cuero al abrazarse y sentarse en los sillones yo esperaba. La conversación al principio fue intranscendente sobre como iba la vida. Entonces oí el chasquido, mi Amo me llamaba, inmediatamente levanté la vista, lo localicé y a cuatro patas me dirigí hacia Él. Sentí cómo todos me miraban. Cuando llegué a sus pies, besé sus botas y me quedé a su lado sentado sobre mis talones y la cabeza agachada.
-¿Es este tu nuevo esclavo?-preguntó uno de ellos.
-Si-contestó mi Amo
-¿Dónde lo encontraste?-preguntó otro.
-El muy cerdo puso un anuncia en internet. Me ha servido bien cuando lo he usado pero todavía está en período de entrenamiento.
-Parece buena mercancía –dijo el que no había hablado todavía.
-Ya veremos, ya veremos.....- dijo mi Amo con una sonrisa.
-¿Comenzamos entonces? – dijo el primero.
Todos se levantaron a la vez. El olor a cuero era muy intenso. Mi Amo tiró de la cadena y me levantó. Todos abandonaron la sala y mi Amo y yo salimos los últimos. Fue la primera vez que tuve oportunidad de verlos bien. Todos vestían de negro. Tres llevaban botas y pantalones de cuero. El cuarto vestía unos chaps sobre unos pantalones de vaqueros muy gastados. Dos de ellos llevaban además camisas de cuero, uno de ellos tipo policía. El tercero vestía camiseta negra con chaleco de cuero y el cuarto una camiseta muy ajustada de látex. Los cuatro, al igual que mi Amo, tenían unos cuerpos perfectamente perfilados y toda la ropa parecía luchar por ajustarse a sus cuerpos como una segunda piel. No pude evitar un pequeño estremecimiento. Dos llevaban bigote, uno barba y el otro, perfectamente afeitado mostraba orgulloso una mandíbula completamente cuadrada y perfilada.
Iban dejando por el camino un aroma muy intenso a cuero. Volvimos a la entrada y luego bajamos por una escalera que estaba al final del pasillo. Entramos al sótano de la casa, una sala grande y diáfana. Inmediatamente me di cuenta de que era una mazmorra. Había muchas puertas que se abrían en diferentes direcciones de esa gran habitación. Si el sótano ocupada toda la extensión de la casa, debía ser enorme. Las paredes eran de cemento y estaba tenuemente iluminado. En el centro había una mesa de madera y cinco sillas. La mesa estaba puesta. Aquello era una cena. Detrás de cada silla había un tío desnudo, con collar, muñequera y tobilleras, como el que nos había abierto la puerta. Todos llevaban capucha así que no pude saber si uno de ellos era el que nos había recibido.
En cada una de las esquinas había un esclavo distinto en diferentes situaciones. En una había uno momificado, estaba completamente cubierto de cinta aislante. No se veía nada de su cuerpo. Unos pequeños tubos donde supuse estaba la nariz le permitía respirar. Justo en la esquina de enfrente estaba otro completamente afeitado. No tenía un solo pelo en el cuerpo, le habían afeitado desde la cabeza a los pies incluidas las cejas. Estaba colgado de las manos y sus pies de puntillas apenas tocaban el suelo. Enormes gotas de sudor caían por su cuerpo pero no podía decir nada porque tenía una ancha mordaza alrededor de su boca. El tercero estaba como sentado, con las piernas ligeramente flexionadas. También tenía una capucha, esta ver de cuero puesta. Me fijé y comprendí lo que pasaba. Tenía las manos atadas a la espalda y un palo que entraba por su culo: estaba empalado con un consolador y apenas podía moverse. En la última esquina estaba el último esclavo. Estaba también completamente inmovilizado en una cruz de madera, completamente empalmado. Tenía unos pequeños aros en la polla y unos cables que le entraban por el culo. Cada pocos segundos su cuerpo se estremecía sin control y abría y cerraba las manos como intentando liberarse. Supe que estaba también amordazado bajo la capucha porque solo se oía un ligero sonido cuando debió emitir un fuerte grito. Inmediatamente comprendí que aquellos eran esclavos de los 4 leathermen amigos de mi Amo. Los otros cinco debían ser antiguos esclavos ya perfectamente adiestrados. Tanta concentración de sadismo y control me endureció la polla inmediatamente.
Los cinco Amos parecían no prestar atención a los esclavos y a su sufrimiento, salvo tal vez mi Amo que dijo confirmando mis sospechas:
-Veo que han comenzado sin mi.
-Un poco de decoración nada más – dijo riendo uno de ellos.
Los cinco se sentaron a la mesa atendidos por los esclavos que comenzaron a traer los platos. Yo me senté sobre los tobillos junto a mi Amo tal y como me ordenó. La comida transcurrió entre risas y comentarios de los Amos. De vez en cuando mi Amo dejaba caer algo a sus pies y lo señalaba con el dedo sin mirarme. Yo iba raudo y lo devoraba sin tocarlo con las manos. Cada vez que esto pasaba notaba como ejercía su poder sobre mi. Ya estaban en el postre cuando mi Amo se movió en su asiento dejando su bota derecha delante de mi. No sabía qué hacer y entonces, sin dejar la conversación ni mirar hacia mi, la señaló con el dedo. Inmediatamente comencé a lamerla, intensamente, casi con desesperación. Sabía que los dos esclavos de mi lado podían verme no perdiendo detalle y que los demás Amos se estaban dando cuenta de todo.
Cuando la cena terminó cada Amo desapareció por una de las puertas con su esclavo. Mi Amo sujetó la correa y me llevó por una de las puertas hasta un calabozo. Estaba perfectamente amueblado: celdas, cruces, ganchos, cadenas. Sobresalía en el centro de la mazmorra un sling que colgaba del techo.
-¡Vamos, perro¡, gritó mi Amo.
Con una enorme habilidad me subió al sling y me sujetó las muñecas y los tobillos con gruesas correas de cuero. De un armario cercano sacó una mordaza con forma de polla de plástico que me metió en la boca. Sentí algunas arcadas por lo profundo que llegó a la garganta. Mi corazón latía fuertemente y mi polla parecía que iba a estallar. Mi culo estaba completamente expuesto.
-Hoy voy a romperte, vas a ser mío, perro. Te entregarás completamente. Saldrás de aquí siendo otro ¿es lo que quieres?
Dijo estas palabras muy lentamente, mirándome fijamente a los ojos, profundamente. Sentí como si cada palabra me perforara, como si me atravesara. No pude hacer otra cosa. Asentí con la cabeza. Y entonces comenzó mi tormento... o mi liberación.
Me vendó los ojos y sentí cómo introducía algo en mi culo. Era frío e iba abriéndose paso lentamente. Al final noté como se estrechaba: era un butt plug y aparentemente de metal. Acto seguido noté las pinzas en los pezones. Yo respiraba profundamente. Estaba excitado pero también un poco asustado.
Entonces comenzó todo. La primera descarga atravesó mi cuerpo arrancándome un grito profundo que murió antes de salir. Si no hubiera estado perfectamente atado las convulsiones me hubieran tirado al suelo. “Dios Mío” –pensé- “no voy a poder soportarlo”. Luego vino otra descarga y el mismo efecto. En pocos minutos perdía la cuenta, estaba demasiado concentrado soportando el dolor. Y en los intermedios temblaba pensando en la siguiente descarga. En poco tiempo las lágrimas se mezclaron con mi sudor. Poco después comenzó a suplicar. “Por favor Amo, por favor”. Al menos eso era lo que quería decir pero cualquier persona solo oiría gemidos que podían ser tanto de placer como de dolor.
Perdí la noción del tiempo, ¿cuánto tiempo llevaba aquello ocurriendo? En un momento perdí el control sobre mi cuerpo. Ya no tenía sentido intentar liberarse. Yo seguía llorando y suplicando. ¿Cómo podía hacerme esto? ¿Quería matarme acaso? ¿Era aquello un castigo? ¿Habría hecho algo mal? Era imposible reflexionar, la descarga eliminaba cualquier pensamiento haciendo que sólo existiera una cosa: el dolor.
De pronto, mientras esperaba la siguiente descarga noté una mano por mi pelo, la venda desapareció y pude ver a mi Amo. Me miraba serio, profundamente. Imagino lo que veía. Mis ojos completamente abiertos, sudando, llorando, los mismos ojos que le suplicaban que aquello parase.
-¿Estás listo?-preguntó El. Yo asentí, estaba dispuesto a cualquier cosa.
-Quiero que vayas más lejos, más abajo, quiero que te entregues completamente.
Yo me agité ¿Qué quería? ¿Qué puedo hacer?. Quise preguntarle pero no pude. Y entonces otra descarga y un nuevo grito ahogado. Seguía con los ojos destapados pero no veía nada, sólo volví a existir el dolor. Las descargas se sucedieron una tras otra. De pronto la descarga que esperaba no se produjo. Puede volver a regular mi respiración. El cuerpo entero me ardía. Por mi cara corrían las lágrimas y el sudor. Al fin pude centrar la vista. Puede ver a mi Amo de pie, cerca del sling, alto , mirándome. Chasqueó los dedos y se acercaron dos esclavos que me quitaron las correas y el butt plug que tenía en el culo. Sin las sujeciones me caí del sling. No controlaba mis músculos y no podía dejar de llorar, aunque no quería, solo caían lágrimas sin parar por mis mejillas.
Cuando pude levantar la vista vi a mi Amo sentado en un sillón sobre un pequeño estrado. No sé como pero supe lo que quería que hiciera. Comencé a arrastrarme hacia él, casi no podía moverme, iba muy lentamente dejando el suelo manchado con mi sudor. Prácticamente arrastraba la cara por el suelo. Me sentía el ser más humillado del mundo y sabía que eso era lo que quería mi Amo. No sé cuanto tardé pero llegué. No levanté la vista. Sólo miraba sus botas, las besé y me dejé caer a sus pies. Entonces creo que perdí el sentido.

martes, 16 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo IV

Inmediatamente caí en un sueño profundo del que sólo salí cuando sentí la bota de mi Amo. No sé cuánto tiempo pasó. Podría haber sido una hora o varios días. No había ventanas así que no sabía si era de día o de noche. Cuando abrí los ojos pude ver a mi Amo de nuevo. Esta vez llevaba puestos unos pantalones de cuero, una camiseta negra muy ajustada, su chaqueta también de cuero y las botas.
-¡Levanta y vístete! –ordenó con esa voz que no dejaba lugar a ningún cuestionamiento y señalando mis ropas que estaban a su lado.
Me llevó a una habitación al lado de la mazmorra. Supuse que el sótano de la casa debía ser muy grande y pude imaginar lo que había en los pisos superiores. Mi Amo debía ser una persona muy rica. Nada más entrar quedé sobrecogido. Estábamos en una especia de habitación ropero lleno de botas y pendras de cuero y latex de todo tipo. Al lado de la puerta había un grupo de paños y de productos en botes. Mi Amo señaló hacia ellos y dijo:
-¡Limpia!
Lo miré sorprendido ¿Esperaba que limpiara todo aquello? El no esperó respuesta. Salió y cerró la puerta. Inmediatamente supe que si no obedecía me esperaba un tremendo castigo. Tardé unos minutos en descubrir para qué servía cada cosa y varias horas en limpiar las prendas. Comencé con las botas. Había varias decedas de todo tipo: negras y marrones, vaqueras, con hebillas, de motero algunas militares. El tiempo pasaba y yo seguía limpiando. La habitación no tenía ninguna ventilación y pronto comencé a sudar. Sabía que debía dejarlas muy brillantes y me esmeré. Era difícil limpiar todo aquello con las manos esposadas y la cadena que me llegaba al cuello impedía muchos movimientos así que tardaba más de lo esperado. Cuando pensé que estaban suficientemente limpias las volví a repasar.
Luego me centré en la ropa. Era toda de cuero aunque también había prendas de latex. La variedad era enorme: pantalones, chaquetas, chaps, camisas, calzoncillos, slips, guantes. Había varios trajes completos de latex. Estuve muchísimo tiempo limpiando las prendas. Cada uno quedaba brillantes. El olor era cada vez más intenso. Las gotas de sudor eran cada vez mayores. El tiempo pasaba y yo seguía trabajando. Al final todas las prendas quedaron brillantes. Ahora no sabía qué hacer así que me puse al lado de la puerta de rodillas a esperar. Sentado sobre los talones, con la cabeza agachada. El tiempo pasó pero mi Amo tendría que tenerlo todo calculado porque a los pocos minutos apareció en la puerta. Pareció agradarle mi postura. Yo sólo veía sus botas que sobresalían de los pantalones. Caminó alrededor mio mirando las botas y las prendas. Parecía detenerse de vez en cuando, revisando.
Empecé a sentirme orgulloso de mi trabajo bien heco, de lo bien que había limpiado todo. Entonces, sin esperarlo, me llegó el golpe por detrás. Lo dio con la mano abierta pero tan fuerte y tan inesperado que me tiró al suelo. Inmediatamente puso su bota sobre mi cara.
-¿Quién coño te crees que eres? Perro ¿crees que lo has hecho bien? ¡¿qué esto está limpio?!-Yo estaba completamente desconcertado.
-Vuelve a limpiar -dijo secamente mientras salía y cerraba la puerta.
Aún sentía la presión de su bota en mi mejilla. Me sentía emocionalmente hundido, pero sin embargo no estaba triste ni deseaba estar en otro sitio. Me sentía en mi lugar y no podía sino comenzar de nuevo. El tiempo siguió pasando y continué lipiando hasta que pensé que estaba todo limpio. Entonces me detuve unos minutos y volví a pasar un paño por todo hasta que quedase aún, más brillantes. Luego volví a ponerme en la postura de sumisión de antes. A los pocos minutos volvía a ponerme aparecer en la puerta. Aquello no era casual, supuse que tenía algún sistema de vigilancia en la habitación, puede que incluso en la casa.
Como la otra vez solo vía sus botas, hice un esfuerzo por mantenerme humilde y sumiso, aunque no me costó mucho porque tenía miedo de que no le gustase mi trabajo y tuviera que volver a repetirlo. Dio una vulte alrededor mio, con calma, lentamente, tomándose su tiempo. Supuse que estaba inspeccionando las botas y las prendas. Incliné un poco más la cabeza, de forma imperceptible pero en mi interior fue algo muy profundo. Aquello me estaba superando. No podía entender cómo un tio podía estar haciéndome sentir así. Entonces noté su mano sobre mi cabeza, me estaba acariciando. O al menos dándome palmaditas,como un perro. Me sentí el ser más feliz de la tierra, orgulloso de haber hecho un buen trabajo.
Enganchó una cadena al collar que llevaba puesto y me llevó de vuelta a la mazmorra. Al llegar me puso a cuatro patas. Entonces oí una cremalleta y en unos segundos sentí un líquido caliente cayendo sobre mi. "Dios mio, está orinando sobre mi": Mi primer impulso fue levantarme pero, como siempre, adelantándose a los acontecimientos dijo de una forma suave y tranquila, pero sin lugar a dudas:
-Quieto ahí perro, quiero limpiarte de tu vida anterior.
Aquello me puso cachondo inmediatamente. El líquido iba mojándome poco a poco. Parecía no tener fin. Me recorrió todo el cuerpo llegando a la cabeza, era caliente y en unos instantes comencé a oler de una forma intensa. Sentí que me abandonaba, que dejaba de ser dueño de mi mismo. Cuando terminó estaba en medio de un charco de orina, completamente mojado.
Entonces me desabrochó las esposas y cogió una cuerda, me tumbó boca abajo y me ató las manos y los pies muy juntos. Tenía la espalda arqueada. Puso un trozo de cinta aislante en mi boca y salió. Estaba sobre un charco de orina, las gotas corrían por mi cuerpo y me picaban un poco los ojos. Me sentí limpio. Me sentí nuevo. Aún así pronto comencé a tener frio."