viernes, 23 de junio de 2006

Un fin de semana en Tenerife


Fui a Tenerife para una reunión y cuando terminé llamé a Amotenerife y vino a buscarme. Me cautivó en cuanto lo vi., sin afeitar, allí en medio del campus, con pinta de cansado pero seguro de sí mismo. El camino hacia el sur lo hicimos hablando de muchas cosas. Llegamos a Los Cristianos y allí había reservado habitación en un complejo. Primero el recepcionista nos dio una habitación pero no encontró las llaves y nos dio otra que resultó mucho mejor porque estaba más aislada pero más accesible a la piscina y al restaurante. El cielo estaba nublado pero no me importó.
Cuando estuvimos instalados y después de una cena frugal, para entonarnos, encendió el ordenador y le fui enseñando las fotos que había llevado. Me pidió que eligiera las cinco más significativas. Hice lo que pude y el expliqué por qué. Luego le fui comentando algunas fotos que vimos. Entonces me ordenó desnudarme y me metió en un cuarto vacío que había a la entrada. No tenía ventanas. El complejo estaba construido como apartahotel y también para vender apartamentos a propietarios y aquello era una especie de solana para lavadora y secadora. Allí me tuvo, con los ojos vendados y desnudo, durante un buen rato. Estuve de rodillas dando la espalda a la puerta y mirando a la pared. Estuve tentado de levantarme pero me decía a mi mismo “sométete, sométete”, y así poco a poco fui entrando en situación, en el subspace. Entró dos veces y parece que el gustó lo que vio porque a la segunda me sacó y me puso sobre la mesa de la cocina. Allí me ató y, dejando mi culo expuesto, lo afeitó, sin espuma, solo con una maquinilla, quitando el pelo. Cuando terminó me dijo que tenía varios segundos para liberarme, que si no lo hacía me afeitaría la cabeza. Como lo consideraba capaz de hacer eso y más luché y conseguí liberarme. Luego me llevó para dentro del dormitorio. Durante los intervalos prácticamente lo único que hacía era comerle la polla. Eso le encantó porque ya había aprendido a hacerlo a su gusto aunque a veces le rozaba con algún diente y sobre todo la capucha que llevé y que le encantó cómo me quedaba. La tuve puesta casi todo el fin de semana. Tienen una cremallera en la boca y le raspaba tanto a su polla como a mi lengua. Por supuesto me hizo lamerle las botas. Esta vez llevó unas vaqueras marrones de punta que tienen unas costuras en el empeine que son una tortura para cualquier lamedor.
Entonces me subió a la cama y me puso a cuatro patas. Me ató los pies a las patas de la cama y me folló. Usó bastante lubricante, pero yo me encontraba muy cerrado. Aún así me penetró y tras el dolor vino el place. ¡Cielos, cómo siento cuando me monta, me siento completamente poseído! Gimo de dolor y de placer a un tiempo, todo junto. Pero en ese momento sólo existe una cosa y una persona: él. En un momento, mientras me embestía, subió la pierna y la metió en otro ángulo o algo, pero me tocó de forma que casi me meo allí encima de la cama. Se lo hice saber para evitar problemas y me llevó al baño. Allí oriné, todo esto a ciegas porque no me había quitado el antifaz que me tapaba los ojos. Allí en el baño siguió follándome en varias posturas y con gemidos por ambas partes. A mi me pareció muy intenso y mi culo realmente estaba al rojo de tantas embestidas. Pero en un momento paró. No sé que ocurrió porque no me lo dijo. Quiero pensar que se corrió porque lo oí trastear y yo tenía los ojos tapados y no podía preguntarle. Me sacó del baño y enganchó una cadena a mi collar. Me sacó y estuvimos otro rato viendo fotos, yo ya sin antifaz a sus pies y él sentado cómodamente en el sillón. Eso duró porque me llevó al dormitorio y me dijo que hoy iba a dormir en la cama pero con el collar y la cadena, como me correspondo. Sin embargo comencé a preocuparme porque el dolor de mi culo no remitía y además aumentaba. Ya estábamos acostados cuando tuve que ir al baño. Fue sorprendente como notó inmediatamente mi más ligero movimiento. El se durmió en cuanto puso la cabeza en la almohada, algo que hubiera hecho yo si no llega a ser por el dolor. Cuando hice un ligero movimiento se despertó y me preguntó. Yo le dije que tenía que ir al baño. Me dejó y fui. Pocas veces he sentido un dolor tan grande. Pensé que algo malo había pasado. Estaba profundamente dolorido y además tenía ganas de cagas y eso aumentaba el dolor hasta puntos desconocidos para mi. Ahora, en la distancia, no lo recuerdo tan desagradablemente pero entonces lo pasé fatal. No sé el motivo de aquello o la razón médica. Solo sé que se volvió a repetir otra vez y que fue igual de doloroso.
A la mañana siguiente se lo comenté nada más levantarnos, yo aún con la cadena y el collar. Mientras desayunábamos lo hablamos y dijo que podía ser un tirón del músculo. El hecho es que fue cuidadoso a partir de ese momento, y se lo agradezco profundamente. Como siempre su conversación fue amena e inteligente. Al terminar de desayunar fuimos a los Cristianos a tomar un café de verdad y no las cosas solubles que ponen en los hoteles. Antes fuimos a un supermercado a comprar pilas y mientras íbamos por los pasillos hablamos de varias cosas. No recuerdo todas, pero sí que al llegar a la comida de perros dijo que había hecho comerla a un esclavo y que yo también la comería. Luego también buscó una bolsa transparente para hacer juegos de respiración pero eran demasiado pequeñas para mi cabeza. Luego nos sentamos a tomar un café. Mientras lo hacíamos planeábamos cómo construir nuestro propio material con tiras de cuero y remaches. Estuvo bien compartir proyectos con él. Volvimos al hotel a tiempo de comer. Luego seguimos viendo fotos pero de una forma más cariñosa. El sentado y yo apoyado en sus pantorrillas, explicando por qué me gustaban aquellas fotos. En un momento dado, me sentó en una silla y me ató fuertemente. Tardó un rato pero cuando terminó me dijo que me soltara y lo hice, aunque me costó un poco. Luego me ordenó que me pusiera mi ropa de cuero, me llevó al dormitorio y me hizo limpiarle las botas con crema para limpiar cuero. Yo llevaba la capucha puesta y los grilletes de cuero. El desfrutaba viéndome por los cristales del armario cuyas puertas eran espejos de arriba abajo. De tiempo en tiempo y mientras todo esto pasaba me ponía su polla para que se la comiera o me golpeaba con una palmada en la cabeza, el culo o el pecho. Al menos durante tres veces ese día le miré con súplica, deseo y sumisión. El se dio cuenta porque me dijo algo que me ha comentado mucha gente, que lo sigo todo con la mirada. Si realmente conseguí transmitirle lo que sentía en aquel momento todo habrá tenido más sentido. Tras limpiarle las botas y comerle un rato la polla yo lo miré y él me preguntó “¿Qué es lo que quieres?”. “Ser su esclavo” dije yo sin dejar de mirarlo. Creo que lo convincente de mi voz le sorprendió porque me miró unos segundo y luego me sacó al salón. Allí, con los ojos nuevamente tapados, me llevó al somier que estaba debajo del sofá y que hace de cama auxiliar y allí me ató con los brazos a los lados.
Utilizó cadenas y cuerdas. Tardó bastante y cuando terminó me sacó algunas fotos. Luego me volvió a retar a que me soltara. Y lo hice, en bastante poco tiempo, por cierto. Creo que aquello le sorprendió, primero que me liberara y luego en tan poco tiempo. Mi orgullo empezaba a crecer y creo que se dio cuenta así que hizo algo. Me puso boca abajo después de poner el colchón sobre el somier y empezó a atarme las manos muy, muy fuertemente, haciendo varios nudos y juntándolas para no poder separarlas. Luego fue a por las piernas e hizo lo mismo. Yo vestía pantalón y chaleco de cuero, estaba descalzo y me había quitado el antifaz de los ojos. Luego dobló los pies y las manos para atarlos juntos obligándome a arquearme, con gran dolor por mi parte. Para terminar pasó una cuerda por mi boca a modo de mordaza. Cuando terminó volvió a retarme a que me liberara. Lo intenté y me costó más, incluso en algún momento me di por vencido pero seguí luchando. Entonces se le ocurrió la tortura más cruel que pudo usar. Se acercó con un frasco de poppers para darme. Es una sustancia que en mi tiene un efecto demoledor. Me pone como una auténtica moto, a cien, pierdo todos los papeles y me vuelvo un cerdo auténtico. Noto un subidón de la tensión y de todo mi interior. Si además estoy practicando sexo ya me vuelvo loco. Y así fue. Me contorsioné y gemí y me sacudí intentando liberarme mientras sentía que la cabeza iba a estallar. Por supuesto él disfrutó enormemente. Cuando se pasó el efecto, cosa que ocurre pronto, me sentía indefenso, impotente, a su merced; vamos, en la gloria. Tras eso y tras reponernos un poco seguí con mis intentos de liberarme. Lo estaba consiguiendo y entonces me bajó del colchón produciendo una postura imposible que sólo ocasionó dolor. Me puso de lado, lo cual aumentó la tensión de las cuerdas y luego quiso que volviera a subir al colchón, algo imposible sin su ayuda. Lo que aumentó mi indefensión. Al final conseguí liberarme, creo que con gran sorpresa por su parte, pero lo hice. En aquel momento noté cierto respeto en sus ojos. Aquello me llenó también de orgullo y satisfacción. Luego fuimos a cenar y compartimos más cosas. En las comidas el ritual es el mismo. Cada uno coge lo suyo y nos sentamos. Entonces yo espero a que me de permiso y yo comienzo a comer. Si quería repetir comida o bebida debo pedir permiso.
Al volver de la cena pasó lo más extraño del fin de semana. Llegamos y seguimos jugando pero esta vez me ordenó que me desnudara, me llevó al baño y con el cinturón me dio uno cinco latigazos en el culo. Y yo entré en estado de shock. Me quedé como petrificado. Casi no me di cuenta de que me orinó y luego me lavó con agua. Me sacó y me llevó al salón. Yo seguía como ido, en cualquier caso no estaba en el subspace, esta situación de sumisión donde asumimos el papel de esclavos y se pueden integrar todas las vejaciones. Entonces me volvió a tapar los ojos y me momificó. Lo hizo de una forma rápida y certera, sorprendentemente rápido. Pronto me sentí completamente envuelto en papel transparente primero y cinta de embalar después. Comencé a sudar muchísimo, notaba los goterones caer por mi cuerpo. También me envolvió la cabeza dejando sólo el agujero de la nariz y de la boca pero algo me oprimía el tabique nasal. Cuando quiso que le comiera la polla me asfixié y a los pocos segundos me dio un ataque de ansiedad. Además me dio la vuelta y comenzó a hurgarme el culo. Yo seguía dolorido pero sobre todo no esta en situación y me pasaba algo por dentro, algo que empezaba a vislumbrar. El hecho es que comencé a llorar, en parte por el dolor y en parte por los sentimientos que tenía. Comprendió que debía parar y así lo hizo. Solo ordenó que me liberara, cosa que también conseguí debido a que tenía los brazos libres aunque dentro del envoltorio. Cuando lo conseguí él estaba sentado en el sofá. Yo fui gateando mientras las lágrimas caían por mi cara. Me sentía a la par dolorido y ridículo. Y entonces comencé a contarle lo que creía era el origen de aquello: una experiencia de la infancia no demasiado agradable. Pareció comprenderlo y me abrazó. Es algo extraño. Tantas cosas juntas impiden que tenga las ideas claras de lo que ocurrió o sentí. Luego pude rehacerme y volvimos al dormitorio. Nos tumbamos juntos pero no quería que eso terminara así y por eso le acarició y él me llevó hasta su polla. Estaba tumbado sobre la cama y yo me puse a cuatro patas sobre sus piernas de forma que pudiera comérsela y me esmeré, vaya si me esmeré. Empieza a comprender sus señales. Cuando le gusta lo que estoy haciendo hace una especie de gemido que me indica que la cosa va bien, es como si soltara el aire de golpe. Se arqueaba mientras yo seguía comiéndosela. En un momento dado la intensidad subió y le sujeté las manos ¿o me las sujetó él a mi? No sé, el hecho es que se la comí y seguí así un buen rato. Luego me puso de rodillas y él de pie al lado de la cama y seguimos otro rato. Luego me sacó su polla de la boca y con dos tirones más se corrió soltando toda su leche sobre mi pecho. Me sentí muy bien. Me dio una toalla para que me limpiara y nos acostamos, no sin antes ponerme otra vez la cadena alrededor del cuello y cerrarla con un candado. Esta vez la apretó un poco más de forma que pesaba sobre mi cuello pero no me importó. Esa noche dormí relativamente bien. No tuve que ir al baño una sola vez.
Cuando desperté al día siguiente él ya se había levantado. Lo encontré en el salón delante del ordenador. Me ordenó que me acercara con un movimiento y me arrodillé a su lado. Vimos más fotos y luego volví a comerle la polla. Se puso una especie de preservativo de goma negro, que le sujetaba los huevos y la polla y que tiene un sabor de latex muy fuerte. Luego me trabajó el culo y me metió la polla con ese condón de latex puesto. Luego me hizo comérsela otra vez. Sé que era una prueba porque estaba mirando atento a ver si obedecía. Siento repugnancia por el scat, aunque en principio no tengo problemas con comer el culo, a él en concreto, no a cualquiera. Sabía que su polla había estado dentro de mi culo pero entonces oí la voz que me decía “sométete”. Y se la comí. No lo vi pero pensé que estaría satisfecho. Así estuvimos un rato y yo sudé mucho así que me ordenó ir a ducharme antes de ir a desayunar. Entonces cometí el mayor error del fin de semana. Sin darme cuenta cogí la única toalla que quedaba limpia. No tenía gafas así que cogí lo primero que tuve a mano sin darme cuenta que la otra la había cogido él para secarme el sudor el día anterior. Así que me sequé y me vestí y cando salí él estaba con una cara muy seria y me preguntó qué toalla había cogido yo y qué toalla iba a coger él. El suelo se me fue debajo de los pies. Entonces ocurrió, sin rituales, sin formalismos y auténticamente sentida: una enorme bofetada que dolió físicamente, pero más psicológicamente. Instintivamente me contraje pero con una orden me dijo que me pusiera bien y me dio un golpe con la mano abierta en los genitales. Aquello también dolió bastante. Su siguiente orden fue ir a desayunar. Estaba tan avergonzado que las lágrimas estaban a punto de salir a borbotones. Casi no recuerdo lo que desayuné. Sólo recuerdo mis esfuerzos porque no notara mi estado de ánimo. Entre lo de la noche anterior y aquello me sentí completamente hundido. Durante el desayuno me dijo que estaba molesto pero no mucho. Si hubiera estado mucho no habría salido a desayunar y estaría en la habitación. Cuando regresamos me ordenó que me vistiera de cuero de nuevo. Me tuvo un rato en la habitación de pie, esperando. No sé qué estaba haciendo ni le pregunté, por supuesto. Al salir volví a comerle la polla pero se acabó pronto y entonces aquello dio un giro espectacular. Cogió la cámara y me dijo que podía sacarle todas las fotos que quisiera como quisiera hasta la hora de irnos. Que él haría lo que yo dijera. Al principio lo hice con miedo y cuidado pero inmediatamente me solté y a él pareció pasarle lo mismo. Pronto no tuve que decirle nada sino que él ponía las poses que le gustaban. En un momento dado todo se detuvo, nos miramos y él sonrió. Vio mi deseo escrito en mi cara, lo atractivo y morboso que estaba con esa ropa, las botas. Era un sueño hecho realidad. Le invité a que se pusiera los chaps con el suspensorio, la chupa sin camiseta, las botas. A las botas les hice muchas fotos, casi tantas como al cuero. Y luego me atreví con varios primerísimos primeros planos. No le gustaron mucho pero algunos salieron increíbles. Por supuesto no espero poder tener esas fotos, pero estaba realmente morboso. Todo aquello pareció relajar mucho la tensión. El tiempo se nos vino encima y tuvimos que recoger todo y salir del hotel. El viaje de regreso al norte estuvo bien. Seguimos hablando de muchas cosas e incluso muy personales. Luego me llevó a comer a Santa Úrsula y luego al aeropuerto. Quise arrodillarme delante suya allí, en el aeropuerto delante de la policía en la entrada de la puerta de embarque, y besarle los pies pero hubiera sido muy fuerte.

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