viernes, 11 de agosto de 2006

Tomando posesión I

Habíamos acordado pasar junto el fin de semana. Yo tenía un billete de barco que tenía que utilizar así que fui a Fred Olsen y me embarqué a Tenerife. El viaje fue regular porque me mareé un poco a pesar de que el mar estaba en calma. Cuando llegué no lo vi. Estaba un poco despistado porque siempre había viajado en avión y la terminal del barco era desconocida para mi. Al final lo vi y me hizo una seña, sencilla, casi imperceptible, pero autoritaria, imposible de ignorar. Comenzó a caminar y yo fui detrás. Nos saludamos ligeramente y abrió la furgoneta. No traía el coche de siempre sino una furgoneta nueva azul. Me ordenó subirme detrás mientras El arrancaba. Me sentía extraño atrás, como entre castigado y pasajero ajeno a aquello. Me costaba sobre todo hablar con El en ese lugar. Al principio me sentí tenso pero en cuanto enfilamos dirección sur y hablamos dos o tres cosas parecía como si no nos hubiésemos separado. Estuvimos todo el camino hablando, renovando el vínculo. Por supuesto yo estuve educado y sumiso, mostrándole mi respeto. Ninguno de los dos habíamos comido así que nos paramos en un bar a comer. Seguimos hablando de varias cosas, casi todas relacionadas con el bdsm y nuestra relación en concreto. La comida estaba estupenda pero no pude terminarla porque el barco me había dejado el estómago revuelto.
-Come porque hoy no vas a cenar- me dijo.
Pero aún así no pude comer. Reemprendimos viaje al Sur, donde llegamos poco tiempo después. Tardamos poco en instalarnos. Ya era tarde y el supermercado del complejo iba a cerrar. El apartamento era una especie de duplex. A la entrada estaba la cocina y un salón bastante amplio con balcón. Debajo había un dormitorio, también grande, con terraza, y un baño. Habíamos dejado las cosas en el dormitorio cuando me dice:
-Vete a comprar lo que haga falta para la cena.
Inmediatamente puse cara de espanto porque cocino fatal y además hacían falta muchas cosas para poder hacer cualquiera de los limitados platos que me salen. Junto con mi cara de espanto se me ocurrió decir un "pero" y antes de que me diera cuenta me había llevado una enorme bofetada que me dolió y avergonzó a partes iguales. Todavía con la mejilla roja y la cabeza gacha salí a comprar algo para cenar. Opté por unos spaguettis y una salsa boloñesa preparada. Cuando volví había sacado el ordenador y estaba haciendo alguna cosa. Coloqué las cosas en la cocina y fui hacia él. Le dí los dvds que había grabado con películas y me dijo que le enseñara lo que había traído. Desde hace algún tiempo he cogido el hobby de hacer cosas de cuero, especialmente artefactos de bondage y cosas así. El problema es que me había quedado sin material y no había podido terminar lo que me había propuesto llevarle. Le mostré las cosas y le expliqué por qué muchas no estaban terminadas.
-Eso son excusas tontas- dijo El.
Y entonces comprendí que iba a castigarme de nuevo por hacer algo mal así que, lentamente me quité las gafas y las puse encima de la mesa. No habían pasado ni tres segundos cuando un nuevo bofetón me cruzó la cara. Aquellos castigos me producían mucho daño, no tanto por el dolor físico, que si, sino porque eran auténticos castigos por haber hecho algo mal, por no haber sido diligente, por haber cometido un error.
Tras esto me ordenó quitarme la ropa. No volvería a estar vestido en su presencia, salvo cuando saliésemos a la calle. Me colocó el collar, las muñequeras y la tobilleras. Se sentó y metió
mi cabeza entre sus piernas. A través del pantalón vaquero pude oler su polla y sentirla dura mientras se la lamía. Luego se la sacó y comencé a comérsela. Aún estaba suelto, a cuatro patas, delante suya, comiéndole su polla de todas las formas posibles. El muchas veces me llevaba, aumentando o reduciendo la velocidad y la profundidad. Así estuvimos un buen rato. Entonces se levantó y me tapó los ojos con un antifaz. Noté que El bajaba al piso de abajo. Al rato volvió a subir. Se había puesto unos chaps de cuero y un suspensorio. Lo noté cuando volvió a meter mi cara entre sus piernas. Me obligó a lamerle el suspensorio y luego, otra vez, su polla. Esta vez me engancho las manos y los tobillos con sendos candados. Me sentía tremendamente humillado y excitado. No se cuanto tiempo pasé allí así, comiéndole y lamiéndole. Solo recuerdo que en un momento dado me levantó y sujetándome por el cuello me llevó a trompicones al piso de abajo. Yo estaba con los ojos tapados así que me era imposible ver nada. Me quitó los candados y me subió a la cama donde me puso a cuatro patas y me ató los pies sujetándome a las patas de la cama. Mi culo quedaba expuesto y supe lo que vendría a continuación. Mi intuición se confirmó cuando noté algo frío en un orificio. Me estaba poniendo lubricante, y no sólo por fuera sino que lo metía con varios dedos, con lo cual era como si hubiera comenzado a follarme ya. Sin embargo ese sólo era el preámbulo. La primera embestida fue muy dolorosa, pero la hizo sin compasión. Yo intenté ir hacia delante pero no pude al estar atado por los pies, una postura que se repetiría varias veces el fin de semana. Me concentré en mi respiración para no gritar. Las siguientes fueron igual de profundas pero el dolor fue sustituido paulatinamente por el placer. El lo hizo en silencio pero yo pronto tuve que gemir y decir guarradas. Soy un perro y un cerdo y cuando me están follando no puedo dejar de decirlo. La venda de los ojos evitaba cualquier distracción. Sólo existía aquella polla entrando en mi. El calor hizo que pronto estuviera sudando a goterones y la excitación que contribuyera con movimientos cada vez más fuertes e intensos. La cama pronto comenzó a golpear la pared mientras él seguía embistiendo. El tiempo se detuvo, o pasó volando, no lo sé, perdí completamente la noción de todo. Solo había oscuridad y mi Amo poseyéndome. De pronto paró. Lo oí moviéndose hacia el baño mientras yo me acurrucaba en la cama, sudoroso, dolorido, extenuado. Volvió del baño, me desató y me quitó el antifaz. Se había quitado los chaps y se había vestido con ropa veraniega.
-Recoge esto- dijo- y cuando vuelva quiero tener la cena preparada.-Y se fue.
Rápidamente hice todo lo que me mandó. Primero me desaté los pies y recogí y me puse a preparar la cena, que por cierto fue un desastre. Los spaguetti se me pasaron un poco y la salsa boloñesa, de bote, estaba horrible. Aún así cuando llegó tenía todo preparado y le serví un plato.
-Esto es mucho para mi-dijo. Entonces me llamó a su lado para que me pusiera a cuatro patas. Así lo hice y cogió otro plato y puso parte de sus spaguettis. Me lo dio y dijo:
-¡Come!
Puso el plato en el suelo y comencé a comer como el perro que soy. Aquello pareció no gustarle porque me puso la pierna encima y presión mi cara contra el plato lleno de spaguettis con salsa boloñesa hasta que me faltó un poco el aire. Notaba toda mi cara manchada pero terminé el plato. Cuando me senté sobre los tobillos para indicar que había terminado dijo:
-Ahora limpia este- Y me colocó el suyo delante.
Cuando terminé me ordenó recoger todo y me dio permiso para limpiarme la cara. Luego me senté en el suelo a su lado mientras veía las películas que le había traído. Al rato me llevó de nuevo abajo. Al lado de la cama puso una manta doblada. Alrededor del cuello me puso una cadena muy gruesa que cerró con un candado y me dio una almohada mientras señalaba el suelo. Allí dormiría esa noche mientras él sujetaba el extremo de la cadena. Allí me tumbé y dormí.

No hay comentarios: