lunes, 15 de mayo de 2006

En la moto de mi Amo III

Llegar a casa al fin fue una bendición. Las muñecas me apretaban y el consolador que tenía en el culo me había estado produciendo dolor durante todo el camino. Para volver mi Amo recorrió toda la ciudad y pasamos por un camino en obras donde cada bache constituía un auténtico sufrimiento. Más de una vez intenté gritar suplicando que no quería seguir, que me dejara libre, pero no podía. Al final habíamos llegado. Con el mando a distancia abrió el garaje y entramos en el chalet. Mi Amo vivía en una casa apartada, demasiado grande para una persona sola pero no sabía lo que había dentro, solo me había permitido ver el garaje y la mazmorra, completamente equipada, donde habíamos tenido algunas sesiones.
Era viernes por la noche y tras estar la tarde en Su despacho supuse que pasaríamos la noche en su casa. Yo había recibido órdenes de que arreglara todo para estar con mi Amo todo el fin de semana y, por como iban las cosas, iba a ser un entrenamiento muy intenso.
Cuando el motor de la moto paró, mi Amo se bajó y oí como se alejaba dejándome atado a la moto. El ruido de sus pies hizo que vinieran a la mente sus botas y no pude evitar empalmarme.
Quería salir de allí, quitarme el consolador del culo y poder descansar un poco, pero el tiempo pasaba y yo seguía alli. De pronto oí de nuevo sus botas. Sin mediar palabra se acercó, abrió las esposas, me bajó de la moto y me quitó el casco. Entonces pude verle. Se había cambiado de ropa: llevaba unos chaps y un chaleco de cuero que dejaba ver sus pechos perfectamente trabajados y su abdomen completamente liso. Por supuesto también tenía sus botas y una gorra de motorista. Estaba realmente impresionante.
-Desnúdate.- dijo
Aquello significaba que tenía que quitarme toda la ropa menos mis botas, cosa que hice inmediatamente. Una orden tan simple se convirtió para mi en toda una tarea porque el consolador hacía casi imposible que moviera mi cuerpo. Al final quedé desnudo delante de El, con la mirada fija en sus botas como me había enseñado, y una polla de goma en la boca y otra en el culo. Aquello era humillante y por eso mi polla comenzó a responder poniéndose dura.
Caminó a mi alrededor como observando mientras yo mantenía la mirada fija en el suelo. Cuando estuvo detrás mia me agarró por la cabeza e hizo que me inclinara. Entonces, sin dudarlo, me quitó el consolador del culo. Una oleada de dolor recorrió mi cuerpo y grité, pero nuevamente la mordaza sólo dejaba escapar gruñidos.
Inmediatamente me volvió a esposar las manos a la espalda, sujetó el collar que tenía al cuello con una cadena y me tapó los ojos con una venda. No podía ver nada y aquello me producía inseguridad porque no sabía donde estaba ni lo próximo que vendría, y eso me asustaba. Mi Amo lo sabía y se aprovechaba de eso. Exigía de mi una confianza absoluta. Guiado por El salimos del garaje. Yo sabía que en frente del garaje estaba la puerta de la mazmorra, pero no entramos. Subimos una escalera, cruzamos una habitación bastante grande y luego un pasillo, lo sé porque en un momento dado choqué contra las paredes. Bajamos otra escalera y se abrió una puerta, entramos y me llevó tirando de la cadena hacia un extremo, me quitó las esposas y me colocó en las muñecas y los tobillos unas muñequeras de cuero muy anchas, que acto seguido enganchó a una estructura quedando mis músculos completamente inmovilizado en forma de cruz, con los brazos por encima de mi cabeza y lo pies muy separados.
Estaba expectante, no sabía lo que tenía pensado para mí, pero pronto lo descubrí. El primer latigazo fue una sorpresa, los siguientes fueron cada vez aumentando el dolor. Pronto comencé a gritar, pero nuevamente la polla de goma que llenaba mi boca me impedía articular palabra.

-¡Calla, perro, no quiero oirte sino gemidos de placer!- ordenó El.
Y entonces empecé a gemir, dejando que las sensaciones me inundaran. La disciplina era muy intensa y en un momento intenté liberarme. Me agité y tensé aún más los músculos. Aquello debió gustarle porque se detuvo. Yo respiraba profundamente. Oí como se acercaba a mi por delante y me levantaba la barbilla.
-Me gusta como gimes, perro- dijo casi en un susurro.
Entonces me quitó la venda y pude verme, mi cuerpo extendido, indefenso y sujeto por cuatro cadenas unidas a las muñequeras y las tobilleras que me había puesto. Toda la pared era un enorme espejo y la habitación un enorme gimnasio donde no faltaba ningún aparato. Aquí y allá se veían estructuras metálicas para distintos ejercicios. Yo estaba sujeto a una y podía ver mi cuerpo todo sudoroso, y a mi Amo con el látigo de varias puntas en la mano.
-¿Te gusta?- preguntó.Yo asentí con la cabeza
-¿Quieres más?- Volví a asentir.
Se colocó detrás mia y ví como me azotaba. Podía ver a través del espejo cómo sus biceps se marcaban en cada movimiento que terminaba en un nuevo latigazo. Como impulsado por una fuerza cada vez que el látigo rozaba mi espalda mi cuerpo entero se sacudía y parecía querer saltar hacia delante. Disfruté todos y cada uno de los latigazos porque a mi Amo le gustaba. Mi polla hacía tiempo que se había puesto dura y con cada nuevo golpe se retorcía. Mis gemidos se hicieron cada vez más intensos y continuos. Estaba enormemente excitado.
-¡Perro, quiero que te corras! ¡AHORA!-Dijo mientras lanzaba el látigo contra mi espalda.
La leche salió casi sin desearlo, llegando hasta el espejo que estaba delante mia mientras todo mi cuerpo se contorsionaba y extremecía de placer y dolor. El gritó que lancé fue nuevamente evitado por la mordaza. Era la segunda vez que me corría sin llegar a tocarme.
El dejó el látigo y se acercó a mi mientras yo permanecía colgado por las muñecas, incapaz de mantenerme en pie. Me volvió a levantar la cabeza y me miró a los ojos. Estaba satisfecho. Me acarició el pelo.
-Buen perro, me gusta cabrón.-Dijo.
Yo intenté sonreir pero no pude. Sentía el olor de sus ropas de cuero. Y sus botas, siempre presentes.
Sin darme tiempo a descansar me descolgó de donde estaba y me llevó al centro del gimnasio donde había un banco de abdominales que había regulado. Me puso boca abajo sobre él de forma que la cabeza sobresaliera escasamente por delante. Luego sujetó mis muñecas y mis tobillos a cada uno de las patas del bando, quedando nuevamente mi culo expuesto. Salió del lugar volviendo con varias cosas. Me untó una crema que extendió por mi espalda. Aquello me refrescó mucho y pensé que sería para curar las heridas dejadas por el látigo.
Yo estaba agotado, los músculos agarrotados, casi no me podía mover. Entonces sentí en el culo otra vez el consolador en forma de polla. Nuevamente quise impedir que entrara pero me fue aún más imposible que la primera vez. Mis músculos lo dejaron pasar y noté como llenaba todo mi culo. "Dios, ¿esto no va a tener final?", pensé pero inmediatamente me arrepentí de haber dicho eso. Era el esclavo de mi Amo y El decidía cuándo debían terminar las cosas, no yo. Casi como si hubiera leído mi pensamiento El se colocó delante mia. Mi di cuenta de que el bando estaba regulado para que mi cabeza quedara a la misma altura de su polla. No había que pensar mucho para saber lo que iba a ocurrir a continuación.
-Ahora quiero que hagas un buen trabajo, chupapollas ¿entendido?-dijo mientras me acariciaba la cabeza.
Por mi postura no podía verle la cara, sólo podía mirar su polla dura delante de mi, marcada por los chaps que tenía puestos y el brillo de sus botas. Me quitó la mordaza y antes de que pudiera decir nada me metió la enorme polla en la boca. Como otras veces me llegó profundamente en la garganta. Tuve arcadas y el impulso de quitármela, pero las manos estaban inmovilizadas. Utilicé la lengua y el paladar para lamer y chupar toda la polla, notaba sus venas, cómo se hinchaba con cada embestida. Empecé a oir sus gemidos, estaba realmente caliente. Me pareció increible, pero mi polla también se puso dura. Tenía un sabor muy fuerte. El olor del cuero se hacía más intenso cada vez que la polla llegaba a mi garganta.
-Sigue, perro, uhmm, agggh., qué bien lo haces, cabrón,umm
Sus embestidas se hicieron más fuertes.
-Así, eres un jodido lamepollas, uhmm, sigue, sigue. Eres un puto perro, cabrón, ha que tu Amo se sienta orgulloso de ti, agghhm
Sus palabras aumentaban mi excitación, me estaba poniendo otra vez a cien, aquello era demasiado para mi, mi polla presionaba entre mi abdomen y el banco.
-Sigue,sigue
Me sujetó la cabeza con las dos manos y empujó para que su polla entrara más profundamente. Volví a sentir arcadas, sacó la polla y la mantuvo delante mía mientras yo recorría con la lengua su glande. La volvió a meter y siguió con los movimientos de cintura.
-Perro cabrón, sigue ahahahhggg, me voy a correr. Sigue...SIGUE.
Su polla se hinchó aún más. Dejé de pensar, sólo quería que se corriera en mi boca.
-ME CORRO...AGGGGAGHHHHSHHHH
Sentí como la leche caliente llenaba toda mi boca. Comencé a tragármela, no quería desperdiciar ni una gota. El siguió con unos espasmos unos segundos metiendo y sacando la polla hasta que la retiró definitivamente. Entonces un poco de leche cayó sobre su bota. El la miro, la puso sobre el banco justo debajo de mi barbilla y dijo:
-¡Limpia!
Inmediatamente con mi lengua limpié los restos de leche y su bota quedó igual de brillante. Hubiera querido seguir lamiéndosela, pero la retiró y, antes de que pudiera decir nada, volvió a meter la mordaza de la polla de goma en mi boca y la ató en la nuca. Luego me acarició la cabeza y me dijo:
-Bien hecho.
Rápidamente me desató y colocándome de nuevo la cadena y la venda en los ojos me llevó de vuelta hacia el garaje, pero esta vez entramos en la mazmorra que había en frente. Allí me quitó la venda y enganchó la cadena a la pared con un candado, cerca de un colchón que había en el suelo.
-¡Túmbate! –ordenó
Yo me tumbé en el colchón. Me dolía todo el cuerpo y estaba agotado. El me miró durante unos segundos con esas ojos profundos y salió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para quedar realmente enganchado; ya no puedo dejar de leer todos los relatos; son como un imán del que no puedo desprenderme porque lo siento en mi ser inferior, de esclavo, de puto perro,

slavesaid@yahoo.es