hay algo muy hermoso en la indefensión que produce el bondage. en una escena como la FdD de hoy el Superior podría hacer con este inferior todo lo que quisiera: pegarle una patada en los genitales, afeitarle lo sobacos, azotarle, cortarle, ponerle pinzas en los pezones o en los huevos, tirar aún más de la cuerda que los mantiene unido a la pared, raparle, echarle cera, darle con una pala, con un látigo. las posibilidades parecen infinitas. y ¿qué podría hacer el esclavo? nada. aceptar. sufrir. gemir. incluso gritar, pero poco más. cuando aceptó ser atado de esta forma aceptó que estaba en manos del Amo, que se entregaba a Él, que confiaba en Él hasta el punto de que podría matarlo si quisiera. no sería el primer caso. pero es precisamente esa confianza, de que no lo hará, a pesar del dolor que puede infligirle, el gran regalo de la sumisión, lo que excita tanto al Superior como al inferior. una vez llegado hasta aquí no hay salida, no hay escapatoria posible, solo enfrentarse a la realidad, a lo que está por venir. no hay escondites.
No hay comentarios:
Publicar un comentario