sábado, 1 de noviembre de 2014

minirelato

El amo me llevo a una puerta, pero no la abrió. “Quédate aquí.” Descansé el culo en los pies y no me moví. Le oí volver, pero me sorprendió cuando empezó a ponerme una capucha. No tardó nada en ajustarla a mi cabeza perfectamente. Otra extraña sensación que no conocía hasta entonces--tenía agujeros para los ojos, la nariz, y la boca, pero la presión que sentía alrededor de toda mi cabeza me gustó--tanto que mi polla gritaba de dolor. Y después, me puso unos mitts en las manos que las inutilizaba. Entonces abrió la puerta. Era una pequeña habitación--más bien una celda. Las paredes y el suelo estaban cubiertos de losas.  Había una pequeñísima ventana, pero sólo dejaba entrar luz--no podía ver el exterior. Vi que la única bombilla se encendía desde fuera. En una esquina vi lo que me parecía un váter de pulso. A un lado había una colchoneta con manta y almohada. Y en el suelo, justo al entrar, dos platos hondos, uno lleno de agua, y otro lleno de lo que parecía comida para perros. “Entra.” Contra todo instinto, obedecí.

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