entre tanto revuelo cuesta identificar las piernas del esclavo, las botas del Amo, la espalda del perro. cuero y botas entrelazadas, el paraíso encarnado para este perro.... pero solo a medias. ya, a estas alturas, no bastan las simples botas y el simple cuero. deben ser las botas de mi Dueño, el cuero de mi AMO. ellas son las que me pisan, sólo ellas, y para mostrarme mi lugar en el mundo, mi puesto en el universo. el cuero de mi Señor me calienta, me protege de los ataques externos, me acoge y me acaricia. llegado un momento en la sumisión, el Amo se vuelve el centro alrededor del cual gira la existencia del sumiso, del esclavo. el fetiche sigue ahí, pero se vuelve incompleto porque no tiene el poder, la fuerza de Aquel que te posee, de aquel de quien eres una propiedad.
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