aún en mi no-vida intento que mi dimensión de perro esté presente. eso lo consigo, en la medida de lo posible, llevando el colgante de mi Dueño, y vistiendo siempre que puedo botas y cuero, algo a veces difícil en un lugar como canarias, donde vivo.
este fin de semana he tenido varios compromisos sociales y, ni corto ni perezoso, me he puesto estas botas para llevarlas. soy plenamente consciente de que puede llegar a ser una forma de identificarme si has estado en alguno de esos eventos, pero si es así te digo que la próxima vez que me veas vengas a saludarme y eches un piropo a las botas porque si te acuerdas de ellas es porque las miraste fijamente y eso significa que te gustaron bastante.
en cuanto a este perro el efecto es inmediato: el ruido que hacen al caminar, sentir la presión en el tobillo, la pierna, pensar que es el calzado que le gusta a mi Dueño... todo eso hace que el simple hecho de caminar se convierta en un auténtico placer.
de esa forma mi no-vida se hace más llevadera, más pasable, más aguantable hasta que llegue el momento de servir a mi Dueño de nuevo, a estar a sus pies, con otras botas posiblemente, porque estas no son sendra, y no son dignas de estar en presencia de mi Dueño, pero sí que sirven como consuelo, como placebo, una ligera gota, hasta que pueda sumergirme de nuevo en el océano de la sumisión.
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