viernes, 7 de enero de 2005

Vuelta a la Isla

Había quedado con J y C para dar una vuelta a la Isla. Estuve delante de su casa cinco minutos antes de la hora prevista y toqué el timbre. Como siempre me hicieron esperar. Cuando aparecieron venían muy cargados. C. llevaba sus botas y pantalones de cuero, camiseta negra y una chupa militar de camuflaje. J iba con zapas blancas y negras y vaqueros y vaqueros con camiseta blanca. Les abrí la puerta del coche y partimos hacia el sur. Pronto llegamos a Mogán y paramos en un mirador, en una degollada. Allí tuvimos la primera sesión. Nos adentramos un poco por un camino de tierra. Allí, semiocultos de los vehículos, C me pisó varias veces, me hizo quitarle las botas y olérselas y me hicieron varias fotos con ellos encima mia, de rodillas, sirviéndoles, etc. Se mostró muy duró porque me pegó varias patadas en los huevos y la polla. Disfrutaba mucho viéndome la cara retorcida de dolor. Varias veces me hizo tumbar sobre el suelo lleno de piedras mientras él se subía encima. J miraba y sacaba fotos. Me obligaban a cambiar de postura. Especialmente intenso fue cuando C me hizo quitarle las botas y lamerle los pies con los calcetines puestos. Luego me obligó o oler las botas mientras ponía sus pies en mis muslos. No debían tocar el suelo. Cuando quiso terminar con esa parte me ordenó que se las pusiera, presionando con mi pecho.
Estábamos muy enfrascados pero tuvimos que dejarlo porque un grupo de turistas aparcó cerca de nuestro coche y se acercaron. Volvimos y ellos llegaron antes porque, como me habían dicho, yo siempre debía mantenerme por detrás. Fue especialmente divertido cuando llegué y les abrí la puerta de delante y de atrás para que entraran porque un turista que estaba cerca se quedó mirando con una cara de sorpresa y de interrogación total. La verdad es que su era un poema.
Seguimos rumbo y tras una parada para comprar productos de la tierra llegamos a San Nicolás de Tolentino. Fuimos hasta el muelle a ver el mar y comer allí. C y J se quitaron las cmaisas y mientras disfrutábamos de unas sardinas y una paella C no hacía sino presionar y meter su bota en mi entrepierna. Cuando terminamos de comer o en la misma comida entre plato y plato me dedicaba a acariciarla.
Cuando terminó la comida nos fuimos a una especie de parque cerca de donde se celebra una de las fiestas más populares de la Isla, la fiesta del Charco. Allí, y sin importar que una pareja de la Guardia Civil estuviera patrullando por allí, volvieron a usarme. Esta vez C me tuvo la mayor parte del tiempo tumbado mientras me ponía la bota encima de la cara, el pecho o los genitales. Varias veces se subió encima mia teniendo que soportar sobre mi pecho todo su peso. En esas ocasiones casi me quedaba sin aire y no podía respirar. Eso le excitaba enormemente porque bastaba que me arrodillase delante suya para que se le pusiese dura la polla. J estaba paseando por allí y de vez en cuando venía y sacaba alguna foto.
El tramo más largo y pesado, como siempre, fue el camino de La Aldea a Agaete. Allí llegamos casi de noche. Vimos la llegada del Ferry de Tenerife. J se separó para ver la escollera de cerca y C y yo seguimos paseando, siempre a un paso por detrás suya. El paseo marítimo estaba en obras y había una caseta como de materiales, abierta y aparentemente vacia. Entramos y me arrodillé para lamerle las botas. Inmediatamente se empalmó. Pero ví una chaqueta y chalecos reflectantes y temía que entrara alguien.
Volvimos al coche y de camino a Las Palmas paramos en Arucas. Fuimos a una cafetería justo frente a la Iglesia. No había nadie y nos sentamos. Enseguida C puso la bota derecha en mi entrepierna. Solo la bajó cuando la camarera vino a tomar el pedido y a traer las cosas. Yo tenía las manos sucias así que me levanté para ir al baño. Había terminado de secármelas e iba a salir cuando apareció él. Con una orden imperativa señaló el retrete y me dijo “¡Entra!”. Obedecí y se subió al inodoro, se bajó los pantalones y me fue guiando: comerle la polla, comerle los huevos, acariciarle las botas y los pantalones. Me ordenó que le quitara las botas y las oliera. Estuve con la nariz metida en las botas bastante tiempo, mientras él se masturbaba.. Los dos intentábamos que no se oyera demasiado. Tenía miedo que en cualquier momento apareciera la camarera. Volvimos a empezar: polla, huevos, botas y entonces no pude más y se corrió. No sé si su gesto fue más de placer o de dolor al tener que contenerse y no poder gritar pero fue espectacular. Recuerdo como una gota de su leche cayó en la manga de mi jersey. Nos limpiamos y salimos. No había ni rastro de la camarera y J estaba hablando por el móvil. Nos sentamos y C volvió a poner su bota entre mis piernas y ya a acariciarlas.
El resto del viaje fue conducción y conversación amena pero sin nada particularmente trascendente. Quedamos para el lunes por la tarde dedicarlo a la ciudad y a conocerla. No sé si tendremos oportunidad de más movida de botas.

jueves, 6 de enero de 2005

De compras con mis Amos

Ayer por la mañana J y C me llamaron para que nos viéramos esa tarde. Querían que les acompañara a comprar varias cosas. Al final quedamos sobre las seis en El Corte Inglés de Mesa y López. Por diferentes razones llegué a las cinco y diez. Me entretuve viendo los libros, los ordenadores y los DVDs. Cuando me día cuenta eran casi las siete menos cuarto. Les llamé y estaban en un atasco por el aeropuerto pero me dijeron que esperase y así lo hice. Cuando llegaron no había aparcamiento así que tuve que me ordenaron que saliera y que ellos me recogerían en la puerta porque tenía que acompañarles a un sitio. Así ocurrió y fuimos al Centro Comercial El Muelle a aparcar. Al salir J cogió su chaquta y cuando habíamos andado unos cuantos metros C se dio cuenta de que la había dejado en el coche. Me mandaron a buscarla y obedecí. Inmeditamente me di cuenta de que debido a la gran cantidad de gente que había en la calle haciendo sus compras hoy iba a ser dominado sutilmente.
Cuando salimos del centro comercial hacia la calle que ellos buscaban C sintió calor y me dio la chaqueta para que la llevara. Me cuidé mucho de ir varios pasos por detrás de donde iban ellos. En un momento J se detuvo y yo también. El motivo no fue otro que comprobar si yo iba atento y si me atrevía a sobrepasarlo caminando.
Llegamos a la tienda y ellos hicieron sus compras mientras yo esperaba dócilmente fuera. Al salir también J me dio su chaqueta y la bolsa donde iba lo que habían comoprado. Así que yo llevaba todo y ellos iban sin nada en las manos. Por supuesto aquello me gustó.
Cuando desandábamos nuestros pasos se detuvieron en un escaparate a ver unas cámaras de dvd. Discutieron entre ellos la conveniencia de comprarla o no. Entonces C me preguntó que qué opinaba. Yo contesté: “estoy aquí para obedecer, no para opinar Señor”. Ambos sonrieron y J dijo, “parece que está aprendiendo buenos modales”.
Yo tenía que marcharme rápido pero no querían irse sin una muestra de sumisión así que en un rincón del Parque Santa Catalina me hicieron sentarme en un bordillo y J puso su zapa en mi rodilla para que la lamiera, cosa que hice inmediatamente. Luego C hizo lo mismo con los botines en los que había bebido el primer día. Fueron unas lamidas rápidas, pero suficientes.
Me emplazaron para el día 7 a las 10 de la mañana para dar una vuelta por la isla. Me ordenaron llevar una cuerda y que me preparara porque no sólo iba a ser una vuelta turística.

lunes, 3 de enero de 2005

Una sesión de botas

El día 1 por la tarde me llamaron C. y J. para que nos viéramos por la noche. Quedamos de once a once y media en el Yumbo, un centro comercial lleno de locales gays, algunos leather y bdsm. Yo llevaba una camisa negra, mis pantalones de cuero y unas botas de moteros. Ellos aparecieron a las 12. C. con pantalones de cuero, camiseta negra y chaqueta militar de camuflage; J. con vaqueros, camiseta azul y blanca y chupa de cuero. Los dos llevaban sus respectivas botas vaqueras, repujadas y puntiagudas.
En cuanto llegamos al Construction, uno de los bares donde comienza la movida, se hizo evidente que las chupas eran innecesarias así que me ordenaron que las llevara a mi coche. Obedecí inmediatamente.
En el bar había bastante gente. Tiene tres zonas diferenciadas: la terraza, el interior del bar y la zona de juegos que ocupa prácticamente lo mismo que donde están las barras. Cuando volví ellos estaban esperando en la terraza. Sin más dilación entramos en la zona de juegos. Echamos un vistazo. Ellos no recordaban mucho el sitio aunque el año pasado me usaron allí mismo. Las cabinas estaban todas ocupadas y esperamos donde estaba el sling a que se quedara una libre. Efectivamente al poco tiempo una del fondo quedó libre y entramos. Sin pérdida de tiempo me pusieron de rodillas y me hicieron lamer las botas. Estaba bastante oscuro pero podía sentir sus botas.
En la cabina había una especie de banco acolchado cobre el que me apoyé. Entonces C se subió encima y se sacó la polla dándomela a comer. Mientras tanto C. me tocaba el culo a través de los pantalones de cuero, hasta que empezó a darme nalgadas que debieron sonar en todo el cuarto de juegos. La puerta no tenía pestillo y C. se dedicaba a cerrarla para evitar que los numerosos curiosos entraran. Así seguimos un rato mientras notaba como J. se ponía cada vez más caliente. Su polla crecía en mi boca y con golpes en la cara iba marcando el ritmo que debía llevar. Mientras tanto C. seguía dándome nalgadas. Hubo un intercambio de palabras entre ellos pero yo no me enteré, estaba muy concentrado en lo mi.
En un momento J. se bajó del banco y me tumbaron en él boca arriba. C. se subió encima mia y puso las botas sobre mi pecho, mis huevos y mi cara. Estaba soportando todo su peso mientras J. miraba con los pantalones por las rodillas y la polla tiesa. En un momento dado me costó respirar, me estaba asfixiando del peso sobre el pecho, pero seguí. Notaba que los gemidos excitaban a C. así que continué dejando fluir mis sensaciones. En otros momentos suelo callar y concentrarme en lo que estoy sintiendo sin exteriorizarlo para no dar muestras de debilidad y expresar que puedo aguantar más. Entonces cambiaron de posición y J. subió sobre mi mientras C. bajaba. No sé en qué momento lo habían hecho pero ambos tenían los pantalones por encima de las botas.
C. también puso sus botas sobre pecho, polla, abdomen y cara; ambas piernas. En un momento dado hizo que inclinara mi cara hacia la derecha apoyando la planta de su bota sobre ella; y J aprovechó para meter su polla en mi boca y hacer que se la comiera. Estaba muy empalmado y disfrutaba por los gemidos que emitía. C. también lo estaba pasando bien encima mia. Yo lo único que podía hacer era tocar sus botas y soportar la presión. Supongo que lo peor, aparte de cuando reposaba todo su peso en mi pecho, era cuando me la ponía en la cara y presionaba.
Me insultaron y mis gemidos debieron oirse desde fuera porque algunos pretendieron entrar y disfrutar del espectáculo. Yo no me enteré de nada, pero luego me contaron que alguno entró y se quedó con la boca abierta.
Luego me cambiaron de posición. Me pusieron boca abajo y JC. siguió pisando: culo, espalda, piernas, brazos, manos y cabeza. Eso me dolió bastante, sobre todo cuando ponía en tacón sobre la cabeza o el cuello. Yo me agitaba pero era inútil. Luego volvió a mover mi cabeza y J. volvió a meterme la polla en la boca y seguí mamándola. Entonces, estimulado por los gemidos de J., C. comenzó a patearme, primero con la punta afilada de la bota en el culo y luego con un lateral. Aquello dolía bastante y sonaba aún más. Sé que entre ellos hubo abrazos, besos y que también jugaron con las botas, pero no pude darme cuenta de mucho porque estaba boca abajo y porque J. no dejaba de pisarme la cabeza. C. seguía gimiendo y entonces sacó la polla de mi boca y se puso cara a la puerta. En la penumbra pude ver cómo seguía moviendo su polla hasta que emitió un gemido profundo. Se había corrido.
C. seguía sobre mi espalda pero se bajó, el clima se había diluído un poco y yo me levanté. Estaba mareado por las patadas y la posición, pero contento de haber servido a aquellos dos Amos. Nos recompusimos como pudimos y salimos a la terraza a tomar algo. Nos sentamos en una mesa y me mandaron a comprar dos botellines de agua y una cola. Cuando me senté J. puso su bota sobre mi paquete y presionó. C. estaba a mi derecha y también levantó su pierna, pero solo pudo apoyarla sobre la mia. Bebimos casi en silencio. En la terraza había bastante gente, la mayoría extranjeros. Entonces, ante su sorpresa, levanté la bota de J. y se la lamí allí mismo. C. miró asombrado y empezaba a darle una especie de arranque de celos cuando también cogí la suya y se la lamí.
J. y yo queríamos salir, pero C. estaba cansado y allí él llevaba la voz cantante, así que nos fuimos sobre las 2 menos cuarto de la noche. Les llevé a la casa donde se están quedando. Cuando paramos me bajé del coche y les abrí la puerta. Al salir del Yumbo ya me habían llamado la atención por ir delante de ellos. Un esclavo siempre debe ir por detrás de un Amo.
Hemos quedado en vernos otra vez esta semana y dar una vuelta por la Isla.

sábado, 1 de enero de 2005

Comienza un nuevo año


Este diario comienza con el nuevo año y su título no puede ser más explícito. Soy un esclavo. No tengo Amo pero busco alguien a quien pertenecer, que me considere de su propiedad. En un mundo como el nuestro esta afirmación produce ampollas. Educados desde la infancia en una supuesta autonomía y libertad, decir que uno quiere ser propiedad de otro parace una locura. Y tal vez lo sea. Si es así soy un loco...y quiero serlo.
Además soy un enfermo porque soy fetichista: del cuero, las botas, el latex. Me encanta que me aten y me amordacen, y que me humillen. Si te escandaliza no sigas leyendo, si no es así disfruta.
El año comenzó bien antes de comenzar. J y C llegaron al aeropuerto y fui a buscarlos. Hace un año exacto que nos conocimos. Son amantes de las botas y de los tios que saben tratarlas bien. El año pasado tuvimos un encuentro y deje sus botas relucientes. Debió gustarles porque al volver me han llamado e inmediatamente he respondido.
LLegaron antes de lo previsto y los llevé en coche hasta la casa donde se quedaban. Eran las 9 y media. Les llevé las maletas hasta el 2 piso. Intentaron abrir unas maletas para enseñarme unas botas que traían, pero el candado se resistía así que comezamos por las de C. Llevaba pantalones vaqueros y lo que parecían unas botsa puntiagudas. Me arrodillé a una indicación suya y comencé a lamerlas. "Verás la sorpresa que te espera", dijo. Entonces, cuando iba a subir por la pierna me di cuenta que eran como unas zapatillas, con punta y tacón de bota pero sin nada más. Me encantó. J iba dando algunas indicaciones mientras los dos se tocaban sus pollas que se habían puesto duras de verme en el suelo de rodillas. Limpié las botas/zapas con la lengua hasta dejarlas brillantes. Luego me llevaron delante de un espejo y C se subió encima mia. Me piso los cojones, me pisó la cara y el pecho mientras gemía de gusto. Luego me pusieron de rodillas y comencé a hacerles una mamada, sobre todo a C.,que estaba disfrutando muchísimo. J. miraba y de vez en cuando daba alguna indicación. La bota/zapa estuvo presente siempre. Me obligaron a levantarla en una mano, a sujetarla con los dientes mientras masturbaba a C. Yo era un perro a su disposición, y me encantandaba. Ellos se daban cuenta y decían expresiones como "!Qué cara de vicioso se te pone!" o "Puto perro de mierda, limpia bien".
Todos estábamos excitadísimos, pero se me hacía tarde así que tuvimos que parar quedando para más adelante. Fui a lavarme y a recomponerme un poco y cuando volví C. me preguntó si quería agua. Le contesté que si y entonces sacó una botella. Ante mi sorpresa vertió un poco en la bota/zapa y me la ofreció y, ante la suya, la cogí sin rechistar y me la bebí. "Hasta bebiendo agua este cabrón me tiene que poner cachondo", dijo. Entonces me despedí y salí. Tenía un hora para llegar a la cena y partir el año.