el látigo golpeó en su espalda dejando una ola de dolor y calor. estaba sujeto a la cruz sin poder moverse.
-DÍ algo- susurró el Amo. nada salió de su boca.
un nuevo golpe le llevó al borde del límite.
-Habla, vamos- volvió a susurrara a su oído mientras él estaba a punto de echarse a llorar.
-Solo una palabra- dijo tras otro latigazo.
él abrió la boca pero no pronunció palabra alguna. otro latigazo y de nuevo el dolor, que ya no se iba. las lágrimas le seguían cayendo, en silencio.
entonces el Amo se acercó. le acarició la cabeza con su mano enguantada. se acercó a su oído y le dijo.
-Bien, ya eres mio- y las lágrimas de alegría se mezclaron con las de dolor.
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