apenas podía seguir la clase. le dolía demasiado, aunque realmente no era dolor. sentía la jaula ahí, siempre presente, entre sus piernas. cuando entró en la facultad, después de que su Amo se la pusiera el fin de semana, pensó que todo el mundo la notaría. no fue así, o al menos nadie dijo nada. ahora cada pequeño movimiento hacía que se pinchara. debió seguir el consejo del Amo y afeitarse los genitales.
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