nadie puede negar que vivimos en el mundo de los selfies, de hacernos fotos de nosotros mismos y de publicarlas para que todos los demás nos vean. la cuestión es si nos mostramos como somos o como queremos que los demás nos perciban, si somos sinceros o no. en el fondo lo que propongo es si trucamos esos selfies. es verdad que gracias a esos selfies, y a internet y las redes sociales, podemos conocer a otros bdsmeros, a otros lederones y fetichistas, pero eso no significa ni que todos sean sinceros ni que sean lo que realmente aparentan. a veces reflejamos aquello que nos interesa, obviando o callando aquello que nos avergüenza. eso le pasa al objeto a veces, cuando debe confesar un pecado o cuando no se comporta como se supone que debería haber hecho. la tentación es escribir modificando los hechos, haciéndolos menos duros, menos violentos, menos vergonzosos y vergonzantes. igual pasa cuando queremos reflejar algo que no somos, algo que no sentimos, a veces lo hacemos pasándolo por el tamiz de un espejo o por el ojo de una cámara. a veces somos verdad y a veces somos mentira, pero ese es el sino de nuestro mundo.
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