hay un momento en que todo inferior desaparece. baja tanto en la sumisión que olvida quién es y empieza a plantearse lo que es. para eso debe volverse sobre sí mismo, olvidando y obviando todo lo exterior, todo lo que está fuera. la mejor forma de hacerlo es inmovilizarlo, evitando que cualquier movimiento lo despiste. luego hay que privarlo de los sentidos, de la vista, del habla, de cualquier contacto con el exterior. entonces al inferior no le queda otro remedio que volverse sobre sí mismo y profundizar en lo que es. nada lo despista ni distrae. solo queda su interior y ahí se manifiesta la sumisión más profunda, aquella que está normalmente oculta y cubierta por lo cotidiano. ahora solo queda sumergirse en ella.
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