ser fetichista es una bendición pero también puede ser una condena, dependiendo de cómo lo veas, y de lo que vivas, o de dónde vivas. vivir en canarias deseando y añorando el cuero no suena mucho a bendición. llevas las botas sí que lo es, sobre todo porque el objeto nunca se habría atrevido a llevarlas si no fuera por orden del Dueño. su ideal sería llevar ambas cosas, las botas con cuero, pero sólo puede hacerlo en madrid, cuando está sirviendo al Dueño. así la bendición es esa, poder arrodillarse y obedecer al Dueño.
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