En las situaciones en las que existe esclavitud forzada, ya sabes, la gran mayoría a lo largo de la historia y aún en muchos lugares del planeta incluyendo aquí (trata de mujeres), el castigo del esclavo se utilizaba (y utiliza) para varios fines:
1) En primer lugar para corregir la conducta del esclavo, por su actitud, irrespetuosidad, intentos de fuga o desobediencia, llegando incluso a la muerte.
2) En segundo lugar como ejemplo para los demás esclav@s: poder ver qué les puede pasar si no tienen un comportamiento dócil y obediente.
3) Como acto de reafirmación de la autoridad del Amo.
De estas tres situaciones, en una relación de esclavitud voluntaria, donde no existe el riesgo de fuga, ni la falta de respeto ni obediencia, sólo queda la tercera razón para castigar al esclavo. El poder del Amo sobre el esclavo se manifiesta mediante muchos aspectos, ya lo sabemos: la obediencia ciega, el respeto extremo, las posturas de postración, etc. Los castigos (físicos y mentales) también son manifestaciones de este poder. El Amo, al torturar al esclavo, al someterlo a diferentes tormentos que le provoquen dolor (creciente conforme el esclavo va siendo cada vez más esclavo), está dejando claro que puede hacer lo que le plazca con su esclavo y que éste no puede hacer nada sino dar las gracias por la atención del Amo. El buen esclavo debe de agradecer profundamente a su Amo los latigazos, bofetadas, posturas de inmovilización y demás acciones con las que pueda ser castigado ya que lo harán más sumiso, más inferior, en definitiva, más esclavo. Y no se trata de “jugar”. El objetivo no es dar unos azotes de pega y que incluso el esclavo disfrute. No; se trata de infligir dolor de verdad, que el esclavo se sienta absolutamente indefenso, que termine llorando. Así, cuando el Amo de por terminado el castigo, la explosión de júbilo y de agradecimiento en el esclavo será inenarrable. Es por esto que en una relación seria no puede existir una palabra de seguridad, ya que la palabra de seguridad da poder al esclavo y es absolutamente dañina para la relación. El esclavo NO puede tener ningún poder, ningún control sobre sí, sobre la relación o sobre el Amo. El esclavo debe ser consciente que por más que grite, llore o sufra el castigo terminará cuando el Amo lo desee. Ni antes ni después. Es exclusivamente la voluntad y deseos del Amo quien determina el tipo, grado y duración del castigo.
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