una imagen oscura, difícil de captar al primer instante, pero que expresa una realidad que cada vez se vislumbra más clara en la vida del perro: que algunos han nacido para servir y obedecer y otros para mandar y ser servidos. seguramente existirá un punto intermedio, un gris entre tanto claro y oscuro, pero el perro no lo conoce. no se imagina al Dueño sirviendo, ni a si mismo mandando y ordenando, al menos en el ámbito de su vida. su no-vida, como saben los lectores, es otro cantar, pero ahí sí que hace una especie de teatro, de paripé que no se corresponde con su vida. cuando está plenamente inmerso en ella, la capacidad de decisión parece salir por la puerta. entonces no le queda otra opción que arrodillarse y obedecer al Dueño en todo lo que El quiera o decida. eso le da una profunda claridad porque no tiene que decidir, ni juzgar, ni sopesar posibilidades. sencillamente hace lo que le dicen y ya está. y esa es una verdad luminosa en la vida de un esclavo.
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