el perro sabe que no hay escapatoria. puede correr, huir o negarse a si mismo, pero al final siempre vuelve al mismo sitio, al punto de origen: a que es un esclavo sumiso fetichista del cuero. realmente eso era antes de ser una propiedad del Dueño. ahora el Dueño tiene derechos sobre el perro, incluso derecho a ejercer violencia física o psicológica que considere necesario para sus fines u objetivos. al perro le puede repeler ese uso de la violencia, e incluso exteriormente resistirse, pero en su interior sabe que el Dueño tiene derecho a hacerlo. el castigo físico, el encierro, e incluso el secuestro, son formas de violencia reprochables hacia fuera, pero aceptadas y aceptables en esta relación de Dominación/sumisión. cuando el perro se convirtió en propiedad y suplicó ser transformado en un objeto, firmó un cheque en blanco para que el Dueño pudiera utilizar todo lo que estuviera a su alcance. por supuesto el perro no lo hizo a la ligera, ni al primer Amos que se presentó, sino a aquel que demostró que podía hacerlo y que se lo merecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario