era el mismo ritual todas las mañanas. lo levantaba y lo ataba a la cruz. le quitaba la jaula y lo ordeñaba hasta que salía la leche. luego volvía a ponerle la jaula y el día podía comenzar
el principio le gustó y le costaba correrse a manos del Amo, pero ahora ya estaba condicionado y casi no tardaba. no le costaba pero tampoco le gustaba. quisiera o no, tuviera ganas o no, era ordeñado correrse se había convertido en un acto tan fuera de su control que sabía que ya no podía hacerlo por sí mismo.
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