sábado, 10 de mayo de 2014

minirelato

hoy presenta el perro una novedad. esta es una contribución de un lector del blog. después de pasarlo al Dueño, dio su aprobación para publicarlo. merece la pena y espera el perro que sea la primera de una serie de colaboraciones. si alguien desea hacerlo puede enviar email a diariodeunesclavo@gmail.com.


Se despertó y abrió los ojos, pero seguía sin ver ni oír nada. Notó que estaba tumbado en algo duro. Intentó mover los brazos, pero no podía. Intentó ver qué se lo impedía, y descubrió que no sólo no podía mover la cabeza, ni girarlo, sino que también la tenía cubierta en algo--¿sería látex?--que además le tapaba la boca. Empezó a entrarle el pánico--no entendía nada hasta que oyó un golpe seco, como el tacón de una bota en hormigón.


-“Veo que te has despertado, perro,” dijo la voz. Una mano descansó en su pecho, y el perro casi dio un salto de susto, pero estaba tan bien inmovilizado que apenas movió.


-“Tranquilo, perro,” dijo la voz, suave, seductora. “¿No te acuerdas de mí? Llevamos meses hablando, perro.” Y entonces cayó en la cuenta. Tras incontables horas hablando con un amo de sus fantasías de servir, de ser esclavizado, de bondage, de kidnapping, de cuero y botas, de ser todo lo que el amo quisiera, por fin la fantasía había pasado a ser realidad. El miedo desvaneció, y el perro empezó a sentir feliz--¡por fin una sesión con un amo! Había hecho cibersesiones con este amo, pero era la primera vez que sirviera a uno de verdad.


La mano del amo empezó a moverse por el cuerpo cubierto de látex del perro, y el perro empezó a ponerse cachondo. Disfrutaba mucho de las sensaciones del látex, de la inmovilización, de la mano de este amo--hasta que empezó a dolerle el pene. Cuanto más duro se puso, más dolía, hasta volverse insoportable. Gemía y se retorcía, pero el dolor no se fue. Entonces la mano del amo bajo a sus genitales y los tocó, pero el perro se dio cuenta que no lo sentía. “Te estarás preguntando qué pasa a tu polla. Le he puesto una jaula, perro. Esto no es una sesión, perro, es el inicio de tu nueva vida como mi esclavo. No volverás a hablar a no ser que te dé permiso. No harás nada sin que te dé permiso. ¿Y te acuerdas de la última sesión, cuando te ordené que te arrodillaras y te corrieras? Ésa fue la última vez que te correrás en tu vida.”

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