sábado, 5 de enero de 2013

minirelato CLVII

vertirse era un ritual. el roce del cuero siempre hacía que se excitara. las botas le ponía la polla aún más dura. más tarde, en el bar, cuando sintió la lengua del sumiso limpiándola, le parecía que iba a romper el pantalón. sin el cuero se sentía como desnudo; con él se sentía como un dios.

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