aunque le habían protegido el cuello, aún notaba el calor del soplete. primero habían sido las argollas en los tobillos y muñecas, y ahora le tocó a la cadena. cuando terminaron de soldarla su Amo lo miró desde cierta distancia y dijo: "Ahora si que eres un esclavo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario