nada sobresaliente hasta por la tarde, cuando mi Dueño me impuso silencio absoluto y reclusión en una habitación de la facultad. no debía hablar con nadie a menos que me preguntaran y debía ponerme a trabajar. fueron unas horas de paz y tranquilidad. aún en la distancia, me sentí bajo la bota de mi Dueño. fue fantástico.
obediencia ciega para el esclavo, poder absoluto para el Amo.
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