-Quiero una mordaza para él- dijo mi Amo señalándome.
noté el cuero inundando mi boca y la presión de las correas al atarlas tras mi cabeza. mi Amo le dio el dinero al dependiente, se dirigió a la puerta y dijo:
-¡Vamos!
lo último que recuerdo es la cara del empleado entre sorprendido, asustado y excitado
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