el sábado pasado hablaba este perro del contraluz y de la búsqueda de nuestra realización a través de la propia naturaleza; y quisiera volver a sacar el tema a raíz de esta foto, un tanto paradójica. sin piel, sin rostro, sin manos, completamente indefenso y despersonalizado, el esclavo espera a su Señor y lo hace mirando hacia la luz, pero de una forma inútil porque la capucha le impide ver cualquier cosa. por donde vaya, lo que pueda hacer, lo que pueda decir, ya no depende de él, sino de a adonde lo lleven, lo que le permitan moverse, lo que le deje decir la mordaza. ha puesto en manos de su AMO todo lo que es. es El quien tiene el control de forma absoluta, porque ni siquiera puede resistirse, ni siquiera puede defenderse de una hipotética agresión. está indefenso, pero tranquilo porque incluso en su oscuridad aparente, sabe que su Amo le guía y es su luz. precisamente en su oscuridad y en su indefensión, encuentra aquello que siempre buscó, que siempre necesitó y que lo realiza como ser vivo: la sumisión y la esclavitud.
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