jueves, 13 de octubre de 2011

secuestro VIII

no había viento, pero notaba el frío en la piel que había quedado al descubierto tras afeitarle todo el pelo del cuerpo. seguía atado por anchas tiras de cuero a una silla, que apenas le permitía mover algún músculo. los tres tíos cubiertos de latex habían salido después de haber realizado su trabajo y lo primero que hizo fue relajarse y empezar a pensar en su situación. sin embargo no pudo hacerlo durante mucho tiempo porque una descarga le recorrió el cuerpo. lanzó un grito que tuvo que oirse en todo el sótano. cuando pasó la sensación se quedó jadeando mientras gruesas gotas de sudor le caían por la cara y el cuerpo.
-¿pero que coño...?
una nueva descarga hizo que se convulsionara de nuevo. ahora no sólo caían gotas de sudor, sino también lágrimas por la cara. decidió callarse y no decir nada. los minutos fueron pasando y, de pronto, surgió otra nueva ola de electricidad que nacía en la base de sus testículos y, rápidamente, llegaba a todas las partes del cuerpo. gritó de nuevo  de dolor.
las siguientes descargas le hicieron caer en la cuenta que aquello no tenía sentido. éstas se producían hablara o no hablara. cuando pensaba que había encontrado una pauta temporal, se sucedían dos o tres muy seguidas, y cuando esperaba una, pasaba un tiempo dolorosamente largo, dolorosamente porque se prolongaba hasta lo indecible el tiempo de sufrimiento.
los gritos tenían que oirse en todo el sótano porque era lo único que podía hacer y se lanzó a ello desesperadamente. a veces le faltaba el aire, pero no le importaba, sumergidocomo estaba en un dolor constante. en un momento dado casi prefirió la descarga al período entre ellas. al menos cuando se producían se centraba en lo que pasaba, no en lo que estaba por venir.
pronto los gritos se convirtieron en súplicas, pidiendo que pararan, que no podía seguir así. lloraba desconsoladamente diciendo que él no había hecho nada, que todo aquello era un error, que se equivocaban de persona, pero apenas podía terminar una frase.
el tiempo se había detenido. no podía llevar la cuenta de él, lo único que sentía era el dolor de las descargas. pensó que iba a morir, sobre todo cuando perdió el control sobre su cuerpo, que pareció moverse sin contar con él. el sudor que le cubrían hacía de conductor y no ayudaba en absoluto. cuando se quedó sin voz, sencillamente se oía un ligero hilo de súplica pidiendo clemente, que aquello era un error. cuando  dijo que haría todo lo que le pidieran, súbitamente las descargas pararon. esperó otra que no llegó. entonces fue como si una losa le cayera encima y se desmayó.
 (continuará)

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