Apenas dormí dos horas seguidas esa noche. Me despertaba cada dos por tres dolorido y buscando una postura más cómoda que nunca encontraba. Además con cada vuelta la cadena se apretaba más y oprimía mi garganta, con lo cual me despertaba y volvía a empezar. El resultado fue que me desperté más agotado de lo que me acosté. Tenía agujetas de la sesión del día anterior y de mis últimos días en el gimnasio. En cuanto se dio cuenta de que estaba más o menos despierto, mi Amo tiró de la cadena para subirme a la cama y me abrazó. Yo comencé a lamerle los pezones y aquello le puso porque se levantó y me puso otra vez sobre la cama a cuatro patas mientras me volvía a untar con lubricante y otra vez la embestida inicial me hizo caer hacia delante. Aún así mi culo parecía haberse adaptado a su polla, que entró sin demasiada dificultad. Entonces comenzó a follarme y otra vez lo hizo de forma ruda y directa, aumentando el ritmo cada vez más fuerte. A medida que avanzaba y me la metía más y más yo iba entrando y participando con mi movimientos. Una cosa que le encanta es sacarla, esperar dos segundos y meterla y de pronto hasta el fondo, y repetirlo un par de veces. Cuando se cansó de tenerme en la cama tiró de la cadena que aún llevaba al cuello para levantarme y me volvió a penetrar estando de pie. Luego me puso sobre un aparador que estaba en un extremo de la habitación, bajo un espejo. Al levantar la vista nos vi, a El con cara de vicio follándome y a mi con cara de cerdo, siendo follado. Cuando se dio cuenta de que lo veía tiró de la cadena asfixiándome. El aire comenzó a faltarme y tuve que utilizar las manos para hacer un hueco que me permitiera seguir respirando. Aquello le excitó aún más, aumentando las embestidas que pegaba. De nuevo el tiempo volvió a desaparecer porque no sé cuanto duró. En un momento dado volvió a subirme a la cama y me ató las manos a la espalda con una cuerda, de forma que tuve que mantener la cara pegada a la cama y el culo levantado. Así volvió a follarme otro rato. Mis gemidos debieron aumentar, sin que yo me diera cuenta, porque paró y me puso una mordaza de bola, ante de seguir abriendo mi culo que ya empezaba a no sentir como mio. Igual que el día anterior paró, e igual que el día anterior, me quedé sudando, con el culo levantado, las manos atadas y la bola dentro de la boca impidiéndome hablar. Fue al baño y cuando volvió dijo:
-¡Desátate y vístete!.
Como esperaba un castigo serio si no obedecía comencé a agitarme para intentar liberarme de mis ataduras, cosa que conseguí en relativo poco tiempo. No es por nada pero soy muy bueno en eso, como demostré varias veces el fin de semana.
En pocos minutos estaba preparado y listo y fuimos a desayunar. Me sentía completamente agotado, un poco hundido, como en estado de shock. Entiendo perfectamente cómo las sectas consiguen todo lo que quieren de sus adeptos con la falta de sueño. En aquel momento todo me afectaba, estaba hipersensible y me sentía emocionalmente indefenso. Hubiera obedecido en todo sin rechistas. Desayunamos bien y ya eran las diez de la mañana cuando comenzamos.
En cuanto terminamos volvimos al apartamento y de allí fuimos a dar una vuelta por las Américas o los Cristianos, no recuerdo porque no conozco la zona. Compré algo de fruta para cenar y algunos yogures en el supermercado mientras El iba a la farmacia. Compró unos tapones para los oídos. Tomamos un café y volvimos al complejo. Cuando llegamos el ritual volvió a comenzar. Yo desnudo y El sentado delante del ordenador, conmigo a sus pies, con la cabeza apoyada en las rodillas. Esto duró pocos minutos porque inmediatamente me volvió a meter entre sus piernas y en pocos segundos le estaba comiendo la polla otra vez. Cuando estuvo excitado, cosa que ocurrió pronto, me levantó, me puso el collar y luego los tapones en los oídos. A continuación me puso la venda y luego me colocó la capucha de cuero negro. Me hizo comérsela otro rato a través del orificio de la boca de la capucha. Yo hacía tiempo que había perdido el sentido del tiempo y ahora, completamente cegado y sin oír la sensación era muy extraña. Sólo sentía ese pitido incómodo que aparece cuando todo es silencio. Aunque a veces movía la cabeza porque creía haber oído algo pero no estaba seguro, o sencillamente eran mis sentidos que me engañaban.
Volvió a utilizar los palos con orificios de metal a los lados y en el centro. Me abrió las piernas y tras cerrar las tobilleras las enganchó a los extremos de un palo. Lu ego hizo lo mismo con las muñequeras a otro palo que puso a mi espalda y que sujetaba con los codos, obligándome a tener los brazos doblados. Casi no podía caminar pero aún así a pequeños pasos me llevó hasta el piso de abajo. Volvió a untarme el culo con lubricante y volvió a follarme. Igual que las otras veces me cambiaba de postura. Yo solo podía concentrarme en mi respiración y en lo que sentía porque ni veía ni oía absolutamente nada.
Entonces paró y comenzó a tocarme los pezones, a apretarlo cada vez más fuerte. Yo podía haber gritado pero me contuve. Hice el firme propósito de que, cuando me quitara la capucha y la venda, podría mirarlo fijamente a los ojos demostrando que era un tio y no una marica loca, que era un hombre, que podía soportar el dolor, así que aguanté. Decidí ganarme su respeto. Pensé que iba a rendirme pronto pero yo mismo me sorprendía de cómo integré el dolor, porque el dolor siguió. Primero me puso pinzas de la ropa en los pezones, luego me las colocó en los brazo y en los costados y al final en los huevos y la polla. Las oleadas de dolor me recomían peroyo aguantaba respirando profundamente. Incluso durante un segundo me pareció no estar allí. Antes de volver a follarme las quitó todas menos las de los huevos. A cada embestida yo notaba cómo se movían y rozaban mis mulos. Las sensaciones eran tan intensas que no sabía si estaba gozando o sufriendo, si ambas cosas a la vez o ninguna. El hecho es que me puse a respirar y respirar y me centré en eso y, extrañamente, se hizo más profunda y calmada. Cuando eso pasó fui yo quien comenzó a embestirlo a El, quería su polla dentro de mi, que se quedara allí dentro, que tomara posesión de lo que era suyo. Ser follado, especialmente si estás atado, cegado, inmovilizado por un par de palos es para mi uno de los mayores signos de sumisión. Siguió follándome no sé cuánto tiempo pero yo no veía nada, no oía nada, no podía moverme sino cuando EL me cambiaba de postura. Realmente me sentía nada en sus manos, en aquel momento no existía nada más.
Cuando terminó me desató y me llevó arriba. Yo seguía con la capucha puesta y tenía que depender completamente de EL para subir las escaleras. Cuando llegamos me quitó todo. Lo que más se me ha quedado marcado es la sensación de aire fresco que corría por mi cara. Al quitarme los tapones la sensación fue aún más extraña. Me sentó a su lado mientras descansaba. Yo solo llevaba puesto el collar; El sus pantalones de cuero y sus botas. Yo estaba allí, a un nivel más bajo, esperando. Entonces El estiró la pierna y yo supo lo que significaba. Me acerqué y comencé a lamerle la botas. Sacaba toda la lengua y recorría con gusto la superficie de la bota. Cuando hube recorrido toda la bota me situé delante de El y, mirándole fijamente a los ojos, comencé a lamerle las suelas. Lo hice sin dudar y con toda la boca. El sabe que no es una práctica que me guste hacer pero se lo ofrecí como muestra de mi sumisión y El pareció entenderlo así porque inmediatamente puso cara de gusto. Continué con la otra bota e hice lo mismo. Cuando hube terminado me llamó hasta El moviendo el dedo y cogiéndome por el cuello me metió la lengua hasta el fondo. Yo me dejé hacer, me abandoné a su poder sobre mi.
-¡Desátate y vístete!.
Como esperaba un castigo serio si no obedecía comencé a agitarme para intentar liberarme de mis ataduras, cosa que conseguí en relativo poco tiempo. No es por nada pero soy muy bueno en eso, como demostré varias veces el fin de semana.
En pocos minutos estaba preparado y listo y fuimos a desayunar. Me sentía completamente agotado, un poco hundido, como en estado de shock. Entiendo perfectamente cómo las sectas consiguen todo lo que quieren de sus adeptos con la falta de sueño. En aquel momento todo me afectaba, estaba hipersensible y me sentía emocionalmente indefenso. Hubiera obedecido en todo sin rechistas. Desayunamos bien y ya eran las diez de la mañana cuando comenzamos.
En cuanto terminamos volvimos al apartamento y de allí fuimos a dar una vuelta por las Américas o los Cristianos, no recuerdo porque no conozco la zona. Compré algo de fruta para cenar y algunos yogures en el supermercado mientras El iba a la farmacia. Compró unos tapones para los oídos. Tomamos un café y volvimos al complejo. Cuando llegamos el ritual volvió a comenzar. Yo desnudo y El sentado delante del ordenador, conmigo a sus pies, con la cabeza apoyada en las rodillas. Esto duró pocos minutos porque inmediatamente me volvió a meter entre sus piernas y en pocos segundos le estaba comiendo la polla otra vez. Cuando estuvo excitado, cosa que ocurrió pronto, me levantó, me puso el collar y luego los tapones en los oídos. A continuación me puso la venda y luego me colocó la capucha de cuero negro. Me hizo comérsela otro rato a través del orificio de la boca de la capucha. Yo hacía tiempo que había perdido el sentido del tiempo y ahora, completamente cegado y sin oír la sensación era muy extraña. Sólo sentía ese pitido incómodo que aparece cuando todo es silencio. Aunque a veces movía la cabeza porque creía haber oído algo pero no estaba seguro, o sencillamente eran mis sentidos que me engañaban.
Volvió a utilizar los palos con orificios de metal a los lados y en el centro. Me abrió las piernas y tras cerrar las tobilleras las enganchó a los extremos de un palo. Lu ego hizo lo mismo con las muñequeras a otro palo que puso a mi espalda y que sujetaba con los codos, obligándome a tener los brazos doblados. Casi no podía caminar pero aún así a pequeños pasos me llevó hasta el piso de abajo. Volvió a untarme el culo con lubricante y volvió a follarme. Igual que las otras veces me cambiaba de postura. Yo solo podía concentrarme en mi respiración y en lo que sentía porque ni veía ni oía absolutamente nada.
Entonces paró y comenzó a tocarme los pezones, a apretarlo cada vez más fuerte. Yo podía haber gritado pero me contuve. Hice el firme propósito de que, cuando me quitara la capucha y la venda, podría mirarlo fijamente a los ojos demostrando que era un tio y no una marica loca, que era un hombre, que podía soportar el dolor, así que aguanté. Decidí ganarme su respeto. Pensé que iba a rendirme pronto pero yo mismo me sorprendía de cómo integré el dolor, porque el dolor siguió. Primero me puso pinzas de la ropa en los pezones, luego me las colocó en los brazo y en los costados y al final en los huevos y la polla. Las oleadas de dolor me recomían peroyo aguantaba respirando profundamente. Incluso durante un segundo me pareció no estar allí. Antes de volver a follarme las quitó todas menos las de los huevos. A cada embestida yo notaba cómo se movían y rozaban mis mulos. Las sensaciones eran tan intensas que no sabía si estaba gozando o sufriendo, si ambas cosas a la vez o ninguna. El hecho es que me puse a respirar y respirar y me centré en eso y, extrañamente, se hizo más profunda y calmada. Cuando eso pasó fui yo quien comenzó a embestirlo a El, quería su polla dentro de mi, que se quedara allí dentro, que tomara posesión de lo que era suyo. Ser follado, especialmente si estás atado, cegado, inmovilizado por un par de palos es para mi uno de los mayores signos de sumisión. Siguió follándome no sé cuánto tiempo pero yo no veía nada, no oía nada, no podía moverme sino cuando EL me cambiaba de postura. Realmente me sentía nada en sus manos, en aquel momento no existía nada más.
Cuando terminó me desató y me llevó arriba. Yo seguía con la capucha puesta y tenía que depender completamente de EL para subir las escaleras. Cuando llegamos me quitó todo. Lo que más se me ha quedado marcado es la sensación de aire fresco que corría por mi cara. Al quitarme los tapones la sensación fue aún más extraña. Me sentó a su lado mientras descansaba. Yo solo llevaba puesto el collar; El sus pantalones de cuero y sus botas. Yo estaba allí, a un nivel más bajo, esperando. Entonces El estiró la pierna y yo supo lo que significaba. Me acerqué y comencé a lamerle la botas. Sacaba toda la lengua y recorría con gusto la superficie de la bota. Cuando hube recorrido toda la bota me situé delante de El y, mirándole fijamente a los ojos, comencé a lamerle las suelas. Lo hice sin dudar y con toda la boca. El sabe que no es una práctica que me guste hacer pero se lo ofrecí como muestra de mi sumisión y El pareció entenderlo así porque inmediatamente puso cara de gusto. Continué con la otra bota e hice lo mismo. Cuando hube terminado me llamó hasta El moviendo el dedo y cogiéndome por el cuello me metió la lengua hasta el fondo. Yo me dejé hacer, me abandoné a su poder sobre mi.