"Tú nunca podrás saber el sentimiento de posesión que me provocas. Tengo clarísimo que eres mio y que puedo hacer contigo absolutamente lo que desee sin ningún tipo de límite. Que tratarte con consideración es tratarte como humano y eso es la muerte para tí". estas son las palabras que mi Señor escribió por la mañana al objeto. ya solo por esto, por estas palabra, el objeto debería callar y no pronunciar una sola palabra más. sin embargo por la tarde pasó algo aún más intenso. mi Señor tenía pendiente una conversación con su objeto sobre cuestiones que habíamos comenzado a hablar por la mañana: sobre el futuro, la naturaleza de la relación, sobre lo que había significado para cada uno encontrarnos. fue una de las conversaciones más profundas que haya mantenido el objeto, sincera, radical, auténtica, incluso en algunas ocasiones emotiva, para mi Señor porque el objeto estaba en un estado de sumisión tan profunda que apenas sentía nada. sencillamente contestaba, obedecía, se sometía, estaba presente pero ausenta. era como estar en un estado especial. a mi Señor le gustó mucho, incluso una referencia a llamar a capítulo, una expresión que utilizan los monjes para la reunión semanal en la que se tratan cuestiones, se dan informaciones importantes y se confiesan los pecados públicamente. de ahí viven "llamar a capítulo". y mi Señor ha decidido que, independientemente de lo que pase diariamente, va a llamar a capítulo al objeto una vez a la semana, donde hacer todo eso. al final del día el objeto estaba en un estado que hacía mucho, mucho años que no sentía: paz, calma, tranquilidad, ocupando el lugar en el mundo que le correspondía. ni más ni menos. mi Señor le dijo que no tenía que volver a preocuparse de nada, que todo estaba en sus manos, que Él controlaba todo y que tenía todo bajo sus botas. ante esto sí que ya es necesario el silencio absoluto.
sumisión en silencio, castidad y obediencia ciega