cualquier ligero movimiento en la silla hacía que el buttplug se metiera aún más y apretaba su próstata produciendo un gemido apagado por su mordaza de bola. no podía levantarse ni quitárselo porque tenía los brazos y la piernas atadas al asiento. el chaleco de cuero se le había pegado a la espalda del sudor y rozaba las pinzas que tenía en los pezones. levantó la vista para mirar al Amo, que evidentemente estaba disfrutando, y gimió una súplica. de pronto eyaculó con más dolor que placer mientras intentaba soltarse. era la segunda vez que le pasaba.
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