viernes, 18 de noviembre de 2022

relato de ficción / novela

esto es una novela río, o pretende serlo y el objeto va a publicarla, con permiso del Dueño, por entregas. aún ni siquiera tiene título así que se aceptan sugerencias.

I

Madrid tal vez no fuera Amsterdam o Londres, pero caminando por Colón con sus pantalones y su chupa de cuero, le daba igual. Hacía frío, así que iba con la chaqueta abrochada hasta arriba y le salía vaho por la nariz al respirar. No sentía la temperatura en las manos por los guantes, pero le gustaba el sonido que hacían sus botas en el suelo, marcaban el ritmo de su vida, y eso le encantaba.
Nadie lo miraba, a pesar de tener un aspecto bastante agresivo: todo de cuero, cabeza rapada, barba apenas perfilada. sabía que era alto y que llamaba la atención por su cuerpo bastante trabajado. Le gustaba aquello. Cuando caminaba se centraba en el ritmo de sus pasos, en el sonido de sus botas, y esa cadencia le hacía meterse en sí mismo, y  entraba en una especie de estado de meditación. Sus mejores ideas se le habían ocurrido en ese estado. Hoy se dedicó a recordar.
No pudo evitar llevarse la mano al cuello y palpar, bajo el duro cuero, la pesada cadena y el candado que la cerraba. Había sido hace tres meses. Cuando lo invitaron a la fiesta no pensó que ocurriría nada, que sucedería lo más mínimo, tanto que pensó seriamente en no ir, pero llevaba varias semanas de trabajo intenso y consideró que podría ser una buena distracción.
Se puso sus mejores galas: el pantalón y la camisa de cuero, y por supuesto las botas. Tardó poco en llegar al local, el Box, al lado del Eagle, un antro lederón, oscuro, pero con un estricto dess-code. Allí los mirones estaban de más y se quedaban en la puerta. O ibas de cuero o latex, o no entrabas. Esa seriedad le gustaba.
Entró y saludó a algunos conocidos. Era una persona algo solitaria, aunque aparentemente se comportaba de forma extrovertida y muy sociable. Sin embargo era más una actitud que un sentimiento sincero. Vivía mucho para sus adentros y valoraba en demasía las expresiones simbólicas antes que las palabras. Para él las cosas estaban cargadas de significado y de sentido, y usaba esos significados.
Esa noche, por ejemplo, se había puesto una cadena alrededor del cuello, con un candado. Como no tenía dueño, lo llevaba abierto. Cualquiera podría haber pensado que era un esnobismo, pero él lo vivía con toda intensidad, con pleno sentido. Era de la Vieja Tradición, no como esos esclavos y sumisos modernos que se dedicaban a diseñar y fantasear cosas nuevas, a innovar. A él le gustaban las viejas costumbres, y no pertenecer a nadie significaba llevar el candado abierto.
Desde que habían declarado legal la esclavitud voluntaria aquellos locales habían proliferado como setas. Ya no tenían que ocultarse, y los clientes podían expresarse libremente, lo cual no dejaba de ser una contradicción. Ya no era extraño ver por la calle una Dominatrix llevando con collar y correa a su esclavo, como si fuera su mascota, o ver a tios vestidos de latex encaminarse a su trabajo. Tampoco era raro ver como una esclava se arrodillaba en medio de la calle al encontrarse con su Amo y le besaba las botas en señal de sumisión y obediencia, tras lo cual se marchaban juntos a cenar, ella siempre unos pasos por detrás de Él por supuesto.
Nadie pudo preveer lo que ocurrió. La propuesta, nacida como una forma de atender las demandas de una minoría, había permitido que una multitud silenciosa diera rienda suelta a sus deseos y empezaran a firmarse contratos de esclavitud. En poco tiempo superaron con creces a las ceremonias de matrimonio. Al menos eso es lo que decían los libros de historia, porque él no había conocido el mundo pre-esclavitud. Siempre había vivido en un mundo de Amos y esclavos, de Amas y sumisas, de relaciones de Dominación y sumisión. Como policía había tenido que intervenir en perseguir a más de un esclavo o esclava fugado y llevarlo ante su Amo o Ama. Por supuesto podían ser liberados, pero era algo que no dependía de ellos. Por eso siempre que tenía ocasión decía a todos que fueran extremadamente cuidadosos a la hora de firmar sus contratos, porque una vez hecho eran vinculantes.
Todo había cambiado después del apagón, que se había producido quince años antes de que él naciera. Cuando volvió la electricidad se habían borrado todos los datos, en todo el planeta. Los sueldos, las hipotecas, y todo aquello que estaba en soporte digital. Fue un comenzar de nuevo y pareciera como si, una vez sin luz, todo el mundo buscara en su oscuridad. Algunos se dieron cuenta que necesitaban protección, Otros que podrían ofrecerla. Algunos se angustiaron tanto que decidieron que nada tenía sentido y que no iban a hacer ninguna elección más. Entonces alguien propuso reinstaurar la esclavitud, pero solo de forma voluntaria, con un estricto sistema de control. Y el noventa por ciento de la población aceptó. Hoy, cuarenta y cinco años más tarde, la sociedad era otra.
-Buenas noches, T. -dijo el portero abriéndole la puerta.- Te hemos echado de menos.
-He estado muy ocupado con el trabajo -contestó T.
-Siempre salvando la sociedad -respondió sonriendo el portero.
El local estaba lleno. El Box era un lugar exclusivamente gay y sabía que sólo había Amos y esclavos. Las normas eran claras y él las conocía a la perfección, de hecho su trabajo era que se cumplieran. Como esclavo no podía iniciar una conversación con un Amo. Eran Ellos los que tenían que tomar la iniciativa. Tampoco podía hablarle a un esclavo sometido sin permiso del Amo, así que sus interacciones sociales se iban a limitar a esclavos sin Amo o a los Amos a los que les apeteciera dirigirse a él. Esa había sido una de las razones por las que se había planteado no ir. En la sociedad postapagón, o pertenecías a un Amo o Ama o eras casi un paria social.
La educación formal había desaparecido tras el apagón y la aprobación de las leyes de esclavitud voluntaria. La formación de las nuevas generaciones quedó en mano de los Superiores, nombre genérico para designar a todas y todos los Dominantes. Había gente especializada que aceptaba alumnado y los formaba en conocimiento y habilidades con un estricto régimen de disciplina. El pensamiento subyacente es que tanto si eras Dominante como sumiso, la formación era necesaria para encauzar y darle utilidad a esos instintos. Un Amo sin formación era muy dificil que pudiera entrenar a un esclavo, y un esclavo sin formación era una carga inútil así que todos los porgenitores se preocuparon de buscar a las mejores Formadoras y Formadores que pudieran encontrar para sus hijas e hijos. El analfabetismo había desaparecido y la lectura y escritura creativa se habían generalizado. Paradójicamente la esclavitud voluntaria trajo un repunte cultural no visto antes.
T había pasado los duros años de formación y, cuando llegó el momento, supo que sería esclavo. Lo tuvo claro desde el principio, y además que su Amo sería otro hombre. Sin embargo no había tenía mucha suerte en ese sentido. No así profesionalmente, donde había ascendido de una forma meteórica. Sus jefes valoraban sus conocimientos y su inteligencia y mucha gente en la comisaría se extrañaba de que ningún Amo se hubiera inetersado por él. Lo habían hecho, y mucho, pero no había habido respuesta por su parte. Ningún Amo, ni Ama, podía forzar a nadie a ser su esclavo. Las leyes eran claras: la esclavitud debe ser voluntaria y el contrato negociado.
El hecho es que T ahora estaba en un lugar lleno de gente y apenas podía hablar con dos o tres personas. Se encaminó hacia la barra y pidió una bebida sin alcohol. Cuando se la sirvieron comenzó a arrepentirse de haber ido. No había un sentimiento más duro que el de la soledad, salvo tal vez el darse cuenta de que tenías, a pesar de ser esclavo, que seguir haciendo elecciones en tu vida.
De camino a la comisaría, ese día frio de invierno, recordó perfectamente ese momento de tristeza y soledad. Tuvo que esforzarse por no dejarse caer incluso en la angustia. Recordó como había pensado que se bebería la cerveza y se marcharía de allí.
-Tú no deberías estar aquí.
La voz sorprendió a T que levantó la vista de su bebida y miró hacia su izquierda, de donde procedía la voz. Un rápido vistazo hizo que viera que estaba ante un Amo, un Dominante. Como él estaba vestido todo de cuero, pero de otra manera. Su chaqueta era diferente, sus botas más altas y brillantes, su pantalon tenían unas cremalleras en la entrepierna tan características de los Amos. Y luego estaba la gorra. Inmediatamente le pareció muy atractivo, pero no porque fuese guapo, que lo era, sino porque desprendía algo. Aquello le golpeó. Durante el tiempo que había pasado no había encontrado otra palabra para definirlo mejor. Fue un auténtico golpe en su mente, en su pecho, en sus entrañas, en sus genitales. Casi sintió como si lo hubieran empujado contra la barra.
-¿Perdón Señor? - consiguió articular.
-Que tú no deberías estar aquí.- Repitió mirándolo fijamente a los ojos.
T sintió que lo desnudaba, que esa mirada arrasaba todas las defensas psicológicas que había levantado desde hacía tiempo. Sintió que se encogía por dentro. La boca se le secó y, por primera vez en su vida, comprendió por qué determinadas personas se meaban encima. Sus piernas flaquearon y se cortó su respiración.
-Tú deberías estar en mi casa, encerrado en una celda en la mazmorra de mi sótano.
El Amo había pronunciado esas palabras asépticamente, como quien habla del tiempo o dice que quiere un kilo de verduras. Las dijo sin apasionamiento, sin duda, sin altivez, con absoluta normalidad. Sencillamente estaba constatando un hecho.
T no pudo contestar. El Amo volvió a hablar mientras agarraba la cadena que tenía al cuello y tocaba con sus dedos el candado.
-¿Sin Amo? No entiendo como puede ser eso. Debes sentirte muy perdido y sólo.
  T no pudo contestar. No podía apartar la mirada. No se la sostenía altivamente sino que estaba como hipnotizado. Nunca se había sentido de aquella forma. En todas las situaciones, algunas muy duras, en las que había estado, siempre había sido alguien resuelto y eficiente. Ahora estaba ante aquel Amo como un niño sin palabras y sin voluntad.
El Amo le agarró la nuca con su mano y lo acercó hacia sí. Era algo más alto que T, así que tuvo que agacharse para darle un beso en la boca que más que un beso fue una toma de posesión. Le metió la lengua, lo lamió, y recorrió cada uno de los centímetros de ella. No pidió permiso, tampoco lo necesitaba. T sintió que aquello ya era del Amo y lo único que hacía era coger lo que era suyo, porque él no podía rechazarlo, ni negarlo. Perdió la noción del tiempo y de donde estaba. Recordaba el olor del Amo aquella primera noche. Su masculinidad convertida en perfume natural, mezclado con el cuero. La aspereza de su barba raspándole y la suavidad de su mano enguantada en su nuca. Cuando El decidió dar por finalizado el beso lo separó y dijo:
-Acabas de llegar, pero no hay nada para tí aquí. Sígueme.- y comenzó a caminar hacia la puerta.

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