esto es una novela río, o pretende serlo y el objeto va a publicarla, con permiso del Dueño, por entregas. aún ni siquiera tiene título así que se aceptan sugerencias.
I
Madrid tal vez no fuera Amsterdam o Londres, pero caminando por Colón
con sus pantalones y su chupa de cuero, le daba igual. Hacía frío, así
que iba con la chaqueta abrochada hasta arriba y le salía vaho por la
nariz al respirar. No sentía la temperatura en las manos por los
guantes, pero le gustaba el sonido que hacían sus botas en el suelo,
marcaban el ritmo de su vida, y eso le encantaba.
Nadie lo miraba, a
pesar de tener un aspecto bastante agresivo: todo de cuero, cabeza
rapada, barba apenas perfilada. sabía que era alto y que llamaba la
atención por su cuerpo bastante trabajado. Le gustaba aquello. Cuando
caminaba se centraba en el ritmo de sus pasos, en el sonido de sus
botas, y esa cadencia le hacía meterse en sí mismo, y entraba en una
especie de estado de meditación. Sus mejores ideas se le habían ocurrido
en ese estado. Hoy se dedicó a recordar.
No pudo evitar llevarse la
mano al cuello y palpar, bajo el duro cuero, la pesada cadena y el
candado que la cerraba. Había sido hace tres meses. Cuando lo invitaron a
la fiesta no pensó que ocurriría nada, que sucedería lo más mínimo,
tanto que pensó seriamente en no ir, pero llevaba varias semanas de
trabajo intenso y consideró que podría ser una buena distracción.
Se
puso sus mejores galas: el pantalón y la camisa de cuero, y por
supuesto las botas. Tardó poco en llegar al local, el Box, al lado del
Eagle, un antro lederón, oscuro, pero con un estricto dess-code. Allí
los mirones estaban de más y se quedaban en la puerta. O ibas de cuero o
latex, o no entrabas. Esa seriedad le gustaba.
Entró y saludó a
algunos conocidos. Era una persona algo solitaria, aunque aparentemente
se comportaba de forma extrovertida y muy sociable. Sin embargo era más
una actitud que un sentimiento sincero. Vivía mucho para sus adentros y
valoraba en demasía las expresiones simbólicas antes que las palabras.
Para él las cosas estaban cargadas de significado y de sentido, y usaba
esos significados.
Esa noche, por ejemplo, se había puesto una
cadena alrededor del cuello, con un candado. Como no tenía dueño, lo
llevaba abierto. Cualquiera podría haber pensado que era un esnobismo,
pero él lo vivía con toda intensidad, con pleno sentido. Era de la Vieja
Tradición, no como esos esclavos y sumisos modernos que se dedicaban a
diseñar y fantasear cosas nuevas, a innovar. A él le gustaban las viejas
costumbres, y no pertenecer a nadie significaba llevar el candado
abierto.
Desde que habían declarado legal la esclavitud voluntaria
aquellos locales habían proliferado como setas. Ya no tenían que
ocultarse, y los clientes podían expresarse libremente, lo cual no
dejaba de ser una contradicción. Ya no era extraño ver por la calle una
Dominatrix llevando con collar y correa a su esclavo, como si fuera su
mascota, o ver a tios vestidos de latex encaminarse a su trabajo.
Tampoco era raro ver como una esclava se arrodillaba en medio de la
calle al encontrarse con su Amo y le besaba las botas en señal de
sumisión y obediencia, tras lo cual se marchaban juntos a cenar, ella
siempre unos pasos por detrás de Él por supuesto.
Nadie pudo
preveer lo que ocurrió. La propuesta, nacida como una forma de atender
las demandas de una minoría, había permitido que una multitud silenciosa
diera rienda suelta a sus deseos y empezaran a firmarse contratos de
esclavitud. En poco tiempo superaron con creces a las ceremonias de
matrimonio. Al menos eso es lo que decían los libros de historia, porque
él no había conocido el mundo pre-esclavitud. Siempre había vivido en
un mundo de Amos y esclavos, de Amas y sumisas, de relaciones de
Dominación y sumisión. Como policía había tenido que intervenir en
perseguir a más de un esclavo o esclava fugado y llevarlo ante su Amo o
Ama. Por supuesto podían ser liberados, pero era algo que no dependía de
ellos. Por eso siempre que tenía ocasión decía a todos que fueran
extremadamente cuidadosos a la hora de firmar sus contratos, porque una
vez hecho eran vinculantes.
Todo había cambiado después del apagón,
que se había producido quince años antes de que él naciera. Cuando
volvió la electricidad se habían borrado todos los datos, en todo el
planeta. Los sueldos, las hipotecas, y todo aquello que estaba en
soporte digital. Fue un comenzar de nuevo y pareciera como si, una vez
sin luz, todo el mundo buscara en su oscuridad. Algunos se dieron cuenta
que necesitaban protección, Otros que podrían ofrecerla. Algunos se
angustiaron tanto que decidieron que nada tenía sentido y que no iban a
hacer ninguna elección más. Entonces alguien propuso reinstaurar la
esclavitud, pero solo de forma voluntaria, con un estricto sistema de
control. Y el noventa por ciento de la población aceptó. Hoy, cuarenta y
cinco años más tarde, la sociedad era otra.
-Buenas noches, T. -dijo el portero abriéndole la puerta.- Te hemos echado de menos.
-He estado muy ocupado con el trabajo -contestó T.
-Siempre salvando la sociedad -respondió sonriendo el portero.
El local estaba lleno. El Box era un lugar exclusivamente gay y sabía
que sólo había Amos y esclavos. Las normas eran claras y él las conocía a
la perfección, de hecho su trabajo era que se cumplieran. Como esclavo
no podía iniciar una conversación con un Amo. Eran Ellos los que tenían
que tomar la iniciativa. Tampoco podía hablarle a un esclavo sometido
sin permiso del Amo, así que sus interacciones sociales se iban a
limitar a esclavos sin Amo o a los Amos a los que les apeteciera
dirigirse a él. Esa había sido una de las razones por las que se había
planteado no ir. En la sociedad postapagón, o pertenecías a un Amo o Ama
o eras casi un paria social.
La educación formal había desaparecido
tras el apagón y la aprobación de las leyes de esclavitud voluntaria.
La formación de las nuevas generaciones quedó en mano de los Superiores,
nombre genérico para designar a todas y todos los Dominantes. Había
gente especializada que aceptaba alumnado y los formaba en conocimiento y
habilidades con un estricto régimen de disciplina. El pensamiento
subyacente es que tanto si eras Dominante como sumiso, la formación era
necesaria para encauzar y darle utilidad a esos instintos. Un Amo sin
formación era muy dificil que pudiera entrenar a un esclavo, y un
esclavo sin formación era una carga inútil así que todos los
porgenitores se preocuparon de buscar a las mejores Formadoras y
Formadores que pudieran encontrar para sus hijas e hijos. El
analfabetismo había desaparecido y la lectura y escritura creativa se
habían generalizado. Paradójicamente la esclavitud voluntaria trajo un
repunte cultural no visto antes.
T había pasado los duros años de
formación y, cuando llegó el momento, supo que sería esclavo. Lo tuvo
claro desde el principio, y además que su Amo sería otro hombre. Sin
embargo no había tenía mucha suerte en ese sentido. No así
profesionalmente, donde había ascendido de una forma meteórica. Sus
jefes valoraban sus conocimientos y su inteligencia y mucha gente en la
comisaría se extrañaba de que ningún Amo se hubiera inetersado por él.
Lo habían hecho, y mucho, pero no había habido respuesta por su parte.
Ningún Amo, ni Ama, podía forzar a nadie a ser su esclavo. Las leyes
eran claras: la esclavitud debe ser voluntaria y el contrato negociado.
El hecho es que T ahora estaba en un lugar lleno de gente y apenas
podía hablar con dos o tres personas. Se encaminó hacia la barra y pidió
una bebida sin alcohol. Cuando se la sirvieron comenzó a arrepentirse
de haber ido. No había un sentimiento más duro que el de la soledad,
salvo tal vez el darse cuenta de que tenías, a pesar de ser esclavo, que
seguir haciendo elecciones en tu vida.
De camino a la comisaría,
ese día frio de invierno, recordó perfectamente ese momento de tristeza y
soledad. Tuvo que esforzarse por no dejarse caer incluso en la
angustia. Recordó como había pensado que se bebería la cerveza y se
marcharía de allí.
-Tú no deberías estar aquí.
La voz
sorprendió a T que levantó la vista de su bebida y miró hacia su
izquierda, de donde procedía la voz. Un rápido vistazo hizo que viera
que estaba ante un Amo, un Dominante. Como él estaba vestido todo de
cuero, pero de otra manera. Su chaqueta era diferente, sus botas más
altas y brillantes, su pantalon tenían unas cremalleras en la
entrepierna tan características de los Amos. Y luego estaba la gorra.
Inmediatamente le pareció muy atractivo, pero no porque fuese guapo, que
lo era, sino porque desprendía algo. Aquello le golpeó. Durante el
tiempo que había pasado no había encontrado otra palabra para definirlo
mejor. Fue un auténtico golpe en su mente, en su pecho, en sus entrañas,
en sus genitales. Casi sintió como si lo hubieran empujado contra la
barra.
-¿Perdón Señor? - consiguió articular.
-Que tú no deberías estar aquí.- Repitió mirándolo fijamente a los ojos.
T sintió que lo desnudaba, que esa mirada arrasaba todas las defensas
psicológicas que había levantado desde hacía tiempo. Sintió que se
encogía por dentro. La boca se le secó y, por primera vez en su vida,
comprendió por qué determinadas personas se meaban encima. Sus piernas
flaquearon y se cortó su respiración.
-Tú deberías estar en mi casa, encerrado en una celda en la mazmorra de mi sótano.
El Amo había pronunciado esas palabras asépticamente, como quien habla
del tiempo o dice que quiere un kilo de verduras. Las dijo sin
apasionamiento, sin duda, sin altivez, con absoluta normalidad.
Sencillamente estaba constatando un hecho.
T no pudo contestar. El Amo volvió a hablar mientras agarraba la cadena que tenía al cuello y tocaba con sus dedos el candado.
-¿Sin Amo? No entiendo como puede ser eso. Debes sentirte muy perdido y sólo.
T no pudo contestar. No podía apartar la mirada. No se la sostenía
altivamente sino que estaba como hipnotizado. Nunca se había sentido de
aquella forma. En todas las situaciones, algunas muy duras, en las que
había estado, siempre había sido alguien resuelto y eficiente. Ahora
estaba ante aquel Amo como un niño sin palabras y sin voluntad.
El
Amo le agarró la nuca con su mano y lo acercó hacia sí. Era algo más
alto que T, así que tuvo que agacharse para darle un beso en la boca que
más que un beso fue una toma de posesión. Le metió la lengua, lo lamió,
y recorrió cada uno de los centímetros de ella. No pidió permiso,
tampoco lo necesitaba. T sintió que aquello ya era del Amo y lo único
que hacía era coger lo que era suyo, porque él no podía rechazarlo, ni
negarlo. Perdió la noción del tiempo y de donde estaba. Recordaba el
olor del Amo aquella primera noche. Su masculinidad convertida en
perfume natural, mezclado con el cuero. La aspereza de su barba
raspándole y la suavidad de su mano enguantada en su nuca. Cuando El
decidió dar por finalizado el beso lo separó y dijo:
-Acabas de llegar, pero no hay nada para tí aquí. Sígueme.- y comenzó a caminar hacia la puerta.
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