así como hay estéticas propias fetichistas, hay lugares propios del bdsm: un sótano, unas ruinas abandonadas, una fábrica, son lugares extraños de encuentro, alejados de las bulliciosas calles, de los espacios más frecuentados. nos gusta la soledad, el riesgo, los márgenes, los extraradios. nada de estar en el centro a la luz de todos. lo nuestro se hace en la oscuridad, o al menos en la semioscuridad. demasiada luz estropea el efecto, porque lo que vivimos no es luminoso, es profundo, tan profundo que a veces no llega la luz siquiera. nos dejamos llevar por nuestras pasiones más bajas, por aquello que la sociedad considera sucio y pecaminoso, incluso enfermizo. pero eso, para nosotros, es la vida misma, la alegría, la salud, el placer, la libertad. para un amante del bdsm todo lo bueno, todo lo que merece la pena se vive entre las sombras.
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