la jaula y las botas. estas son, junto con el control y la obediencia al Dueño, las dos únicas constantes en la vida del objeto. cada día están ahí, recordando al objeto cuál es su lugar, a quien pertenece, cómo debe comportarse, qué espera el Dueño de él, a quien debe su existencia. cuando el objeto olvida lo que es y empieza a creerse humano, un movimiento hace que la jaula duela, bien porque se traba con algún pelo o porque pincha un trozo de piel. cuando el objeto estúpidamente piensa que ha conseguido algo, las botas le recuerdan que pisa el suelo porque el Dueño se lo permite. no hay momento casi en que algo no le recuerde que es un objeto y que está sujeto a la obediencia del Dueño. el Dueño ha tejido alrededor del objeto una red que impide de una forma o de otro, que olvide, que ignore, que se escape en definitiva. el objeto vive en una jaula rodeado de barrotes que ha creado el Dueño, que son sutiles, o no; pero muy reales, muy presentes. están ahí en forma de rituales, gestos, normas, objetos. son las herramientas con las que el Dueño controla lo que es suyo.
sumisión en silencio, castidad y obediencia ciega.
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