durante un tiempo entre los psiquiatras y psicólogos se puso de moda hablar de la pulsión de muerte por influencia del psicoanálisis y se aplicó a los homosexuales, y concretamente al sadomasoquismo como una tendencia inherente a estar en un estado inactivo, a un estado previo a la vida. freud establecía que esta pulsión se manifestaba primero hacia el interior como un proceso de autodestrucción y luego se manifestaba hacia el exterior como una forma de violencia. cada vez el objeto está más convencido de que freud tenía cierta parte de razón. efectivamente como inferior esto ha sentido esa necesidad de volver a un estado anterior a una vida donde estaba alienado y no era él mismo. sin duda el entrenamiento al que el Dueño ha sometido al objeto tiene una alta dosis de violencia y de destrucción, de destrucción de todo lo que la sociedad había inculcado erróneamente en el objeto y que lo convertía en un ser infeliz e incompleto. las prácticas como el control de la respiración, las torturas que creía el objeto insuperables, las ataduras extremas, eran momentos liminales donde el objeto se creía morir, pero lo que realmente estaba muriendo es su ser anterior, un ser que no era más que fantasía, sinsentido, mentira, apariencia. era necesario que eso ocurriera para que el Dueño pudiera crear al ser nuevo que es ahora el objeto, una creación propia del Dueño. por eso esto le pertenece por derecho, porque ha sido creado y mantenido en la existencia por el Dueño.
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