aún el objeto está impactado por las palabras del Dueño de ayer. con sus palabras el Dueño eliminó de un plumazo la individualidad del objeto. ya no hay separación entre Dueño y objeto. no de una forma igualitaria sino como las botas que lleva el Dueño y le obedecen. Ahora, desde esta perspectiva, adquiere mucho sentido eso de que el objeto no es más que una propiedad, justo como las botas del Dueño.
sumisión en silencio, castidad y obediencia ciega.
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