el objeto siempre tuvo miedo del látigo, en su forma real y en la figurada. la razón es que nunca se definición como un masoca y, por tanto, el dolor era algo que rechazaba. pero esto está cambiando, y lo está haciendo porque el Dueño así lo desea. ese es el único cambio que se produce en la vida del objeto. el Dueño cada vez está más sádico, esas son sus palabras. y lo que ha llegado a comprender el objeto es que no tienen por qué gustarte, por qué darte placer. esa es la definición del masoquista: aquel que encuentra placer y excitación en el dolor. el camino del objeto es diferente. el objeto disfruta sometiéndose, obedeciendo, y si esa obediencia implica sufrir, aunque no le guste, pues no puede negarse. esto tiene que abrazar el látigo, venerarlo y lamerlo con devoción porque así hace con todas las herramientas que utiliza el Dueño para entrenarlo. y esto es válido para el látigo real, pero también para el figurado.
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