el día de regreso siempre es el peor, por muchas razones: por tener que volver a cierta humanidad, aunque sea muy pequeña; alejarse del Dueño, volver al trabajo , y un sinfín de cosas que parecen empeñadas en mantener a prueba al objeto.
el objeto durmió relativamente bien y se despertó cuando el Dueño lo ordenó. después de arreglarse y vestirse salimos de la casa del Dueño hacia el vips de colón. el objeto llevaba las botas pero no los grilletes de tobillos aunque sí los de las muñecas.
el frío golpeó en la cara al objeto y esto lo agradeció porque en canarias no hay ocasión.
objeto y Dueño llegaron a vips y el Dueño pidió por el objeto que desayunó el desayuno inglés, aunque hubiera preferido unas tortitas. pero eso es la sumisión y la obediencia, aceptar y acoger lo que el Dueño quiera. reconoció el objeto que sus gustos son productos del ego y por tanto, debe eliminarlos.
al terminar salimos ya para el aeropuerto y el viaje en metro también se hizo corto. tomamos algo en la cafetería y hablamos otro rato. había gente con mascarillas, algo que le resultó al objeto ridículo porque no está demostrado su eficacia y el coronavirus no se transmite por el aire. esto entiende el miedo pero no podemos dejarnos llevar por él.
antes de pasar por seguridad el Dueño le quitó al objeto los grilletes y la cadena al cuello. es un acto que vuelve al objeto a la realidad, sumiéndole en la humanidad aparente en la que vive.
cuando el objeto fue a pasar el control tuvo que sacarse las botas porque tiene que pasarlas por el escáner y al ponerlas en la bandeja, una chica de seguridad va y suelta. "Menudas botazas". el objeto no pudo evitar una sonrisa y un recuerdo para el Dueño.
por supuesto se lo comunicó en cuando pasó el control y contestó: "Ya te he dicho que hay mucho fetiche suelto".
el viaje fue sin contratiempos.
sumisión en silencio, castidad y obediencia ciega
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