ayer hablábamos de la animalización. hoy la imagen nos lleva al segundo proceso al que nos referíamos ayer, el de la objetificación. puede parecer por su corpulencia que estamos ante un autentico tío, nada más lejos de la realidad. para empezar está de rodillas, actitud propia de sometimiento. luego tiene las manos atadas a la espalda, otro signo de sumisión. y por último, no tiene rostro. el rostro es lo que nos hace ser quienes somos, lo que nos identifica y nos da identidad. sin él estamos con algo cercano a una cosa.
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