viernes, 28 de septiembre de 2018

día 3179 de esclavitud, 1151 de castidad

el Dueño ha enviado al objeto un email de un lector del blog sobre el control que ejerce el Dueño sobre el objeto. es cierto que el hecho de no vivir en la misma casa del Dueño puede ser un problema pero no es un impedimento. lo hace más difícil, pero no imposible.
a lo largo de todo el blog, entrada tras entrada, el objeto ha ido describiendo las normas que el Dueño ha ido imponiendo al objeto, y que construyen una auténtica red, una jaula con barrotes que encierra al objeto y le impide ser autónomo y libre. la norma más evidente es que el objeto no sólo no puede correrse ni tener sexo, sino que no puede tocarse su apéndice salvo por razones de higiene. de hecho está oculto a la visión del objeto la mayor parte del tiempo porque está enjaulado. esta prohibición es definitiva y radical. al objeto ni se le ocurre suplicar al Dueño permiso para correrse. sería una falta gravísima.
el objeto tiene prohibido hablar. como un objeto no tiene derecho a la palabra ya que su opinión no vale en absoluto. el silencio es la norma de vida, y cuando está en presencia del Dueño, o sólo en casa, el objeto debe estar amordazado, físicamente amordazado. cuando por otras razones el objeto deba relacionarse con humanos, debe hablar lo menos posible. esta prohibición también es definitiva y radical.
el objeto tiene prohibido salir y relacionarse con humanos. debe vivir encerrado el mayor tiempo posible porque ese no es su mundo. el mundo del objeto es el que ha construido el Dueño para su objeto, y que físicamente estará en una mazmorra, o una habitación, o un sótano, o aquel lugar que decida el Dueño. esta prohibición es definitiva y radica, pero en determinadas situaciones y de manera excepcional, el objeto puede suplicar acudir a una reunión social o salir con conocidos. lo que tal vez no ha dejado claro el objeto es que, cada vez que sale, es una completa y absoluta excepción. el hecho de tener que suplicar permiso hace que tome conciencia de lo que es. la principal motivación para cualquiera de estas súplicas es la necesidad, no el placer o el gusto del objeto.
el objeto empieza cada día enviando un mensaje al Dueño suplicando su permiso para vivir un día más, porque sin su permiso, el objeto no podía vivirlo.
sin embargo ninguna de estas prohibiciones es realmente "la herramienta" de control del Dueño. lo realmente importante, lo que mantiene sujeto al objeto es algo que no se ve, porque está en la mente del objeto. el Dueño ha conseguido entrar en la mente del objeto y modelarla, cambiarla a su gusto cuando quiera, modificarla. no puede decir el objeto cómo lo ha hecho el Dueño pero cuando piensa en masturbarse, el objeto siente repulsión. lo mismo ocurre cuando el objeto sale. cada vez disfruta menos, por no decir que no disfruta cuando está con los humanos. cuando llega a casa y cierra la puerta se siente realmente "liberado", aunque un objeto no pueda usar adecuadamente esa palabra.
el objeto se siente controlado de manera permanente y constante a un nivel que difícilmente creyó posible. es algo que trasciende lo puramente físico. durante siglos las instituciones han controlado a los humanos controlando sus conciencias y el Dueño lo ha conseguido. cada idea, pensamiento o acción que realiza el objeto llevan detrás la idea "¿lo aprobaría el Dueño? ¿es de su agrado?" esto ocurre en el trabajo, o en lo que come, o en lo que se pone el objeto, o cuando hablar con alguien. el objeto se pregunta si algo de esto es necesario. si su conciencia dice que no, ni lo hace. si duda, pregunta al Dueño. la cuestión es no decidir, y el Dueño ha conseguido que el objeto sienta repulsión cuando se ve obligado a tomar alguna decisión en el trabajo, por ejemplo. es el precio que el objeto tiene que pagar por obedecer al Dueño.
sumisión en silencio, castidad a obediencia ciega.

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