domingo, 18 de marzo de 2018

día 2985 de esclavitud, 957 de castidad

hablando hoy con el Dueño han pasado dos cosas. la primera es una promesa basada en el hecho de que, según el Dueño, el objeto está preparado para ser sacado del mundo, encerrado y vivir en aislamiento, siendo el Dueño el único vínculo con el mundo de los humanos, un mundo al que el objeto no pertenece. la radicalidad del planteamiento es evidente y el objeto se ha sentido abrumado, no porque no lo deseé, sino precisamente porque eso es lo que siempre ha deseado, incluso cuando no era consciente de ello. haciendo un análisis retrospectivo de su vida, de sus opciones, de las decisiones que ha tomado el objeto, el Dueño ha puesto en evidencia que eso es, precisamente, lo que siempre buscó el objeto. y así es. ahora todo cuadra y encaja. el objeto nunca se sintió a gusto en un entorno social, rodeado de seres humanos. era como vivir en un mundo diferente. el Dueño, con su entrenamiento y orientación, ha dado sentido a esa experiencia. era porque el objeto no debía estar ahí, como inferior su existencia estaba condicionada a que un Superior lo encontrara y pusiera todo en su sitio. Él ha sido ese Superior.
para llegar a esto ha sido necesario, y todavía lo es, el entrenamiento que mantenga al ego limitado hasta que desaparezca definitivamente. y por eso el Dueño le ha dicho al objeto que desea saber todo, porque el conocimiento es control y quiere que el objeto suplique permiso hasta para las cosas más simples. tal vez no pueda dar permiso de entrada, pero suplicarlo implica mantener al objeto controlado y enfocado en el Dueño. así el objeto debe suplicar permiso para ir al baño, para comer, para tomar un simple café o para cualquier otra cosa. el Dueño ha sido magnánimo y ha dicho que si no se cumple a rajatabla tampoco será castigado pero que le gustaría que fuera lo más detallista posible. eso implica un micromanagement bestial. todo debe estar bajo su control.
esta cuestión tan simple es un condicionante increíble, porque implica que, siempre que esté pensando o haciendo algo que pueda ser considerado como falta, la mente del objeto diga "tienes que confesarlo al Dueño" o "tienes que suplicarle permiso al Dueño". es una especie de autocensura constante y permanente. y el objeto pudo comprobarlo hoy mismo, cuando al final de la mañana fue a ducharse y tenía que afeitarse los genitales. es una de las pocas ocasiones en las que se quita la jaula y tiene que tocar su apéndice. aún a riesgo de cometer una falta, el objeto se puso a prueba y empezó a tocarse a ver el efecto que eso tenía sobre su cuerpo. lo intentó cada vez más fuertemente y nada, ni siquiera una erección. el apéndice del objeto no se puso duro en ningún momento. durante todo el proceso pensaba "tienes que confesarlo al Dueño", "tienes que confesarlo al Dueño". y al mismo tiempo sabía, o suponía que, si no conseguía una erección, lo cual ocurrió, al Dueño le agradaría. el hecho es que el objeto siente que su apéndice ha perdido su función sexual. ya va para casi tres años que no tiene un orgasmo y las únicas veces que ha sentido algo ha sido cuando ha sacado la leche por orden del Dueño, lo cual no puede ser catalogado como orgasmo precisamente. y lo mejor es que así es feliz y está profundamente agradecido al Dueño por haberle llevado hasta el punto en el que está ahora.
sumisión en silencio, castidad y obediencia ciega.

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