no oía nada, ni veía nada, pero podía sentir las manos tocándole. algunos se pasaban de la ralla, provocándole un dolor que se transformaba en un gemido a través de la mordaza. no podía controlar nada pero esperaba que el Amo, que lo había atado a esa columna en medio del local en la noche en la que iba más gente sí lo hiciera. se preguntó qué pasaría si le entraba sed quería beber algo o tenía que ir al baño. ¿lo dejaría solo en aquel lugar lleno de Amos y esclavos calientes? volvió a gemir cuando sintió otra mano en sus genitales.
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