lo que para los normales puede parecer un abuso, para un inferior es su alimento, su existencia, su felicidad. un insulto, una patada o una bofetada justificadas o no, no son vividas por los sumisos como agresiones, sino como reconocimiento de su naturaleza. esto puede parecerles extraño a muchos, especialmente aquellos que todavía no han comenzado el camino de cuestionar lo que les han enseñado desde siempre, por medio de la escuela, la familia, la iglesia y todos aquellos sistemas adoctrinadores que nos rodean y bombardean desde pequeños. pero cuando un empieza a recorrer el camino de la sumisión y la obediencia y se somete, entonces empieza a descubrir que esas cosas le conectan con lo que es y, por tanto, las añora y desea. en esos casos lo mejor no es juzgar, sino dejarse llevar y sentir, descubrir que ese dolor que sientes es, en el fondo, un dolor muy liberador.
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