sabía que había cometido un error, aunque nadie lo había visto. el Amo había salido y los otros esclavos estaban en el sótano. aún así no pudo evitar arrodillarse ante El cuando llegó, con el látigo en los dientes, ofrecérselo y confesar su falta esperando su castigo. en ese momento el Amo supo que su entrenamiento había llegado a su fin.
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