sábado, 11 de octubre de 2014

minirelato

"Qué tal?" me preguntó mientras limpió su leche de mi cara.


"Me ha gustado mucho," le contesté, agradecido. "Cada vez que empezó a ponerse dura, el aparato lo paró. Y tú sabes hacer esto muy bien."  Me dio una bofetada, no muy fuerte, pero entendí. "Ud. sabe muy bien. Perdón, señor." No estaba acostumbrado a seguir el rollo de amo y esclavo más allá de la sesión, pero con este amo no me importaba. Sin embargo, ahora tocaba volver mi rutina, mi vida normal.


Como si me leyera la mente, el amo me dijo, "Me alegro que te ha gustado. Ahora vístete y vete a casa. Ya te diré cuando quiero que vuelvas."


"¿Puede quitarme el aparato?"


"No. Ya te quitaré la jaula cuando a mí me apetezca. Anda, vístete."


"Pero señor, fuera de las sesiones, no soy su sumiso."


"Es verdad," dijo. Y se acercó para quitarme el collar de cuero que había llevado toda la sesión. Apenas me di cuenta de que también me puso una cadena con un discreto candado. "Ahora eres mi esclavo."

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