las pinzas apretaban y enviaban oleadas de dolor a todo su cuerpo. los pesos que colgaban de sus huevos multiplicaban ese dolor. los músculos de sus brazos y piernas, atados a postes, extendidos hasta el extremo, dolían hasta hacerle perder el sentido de la realidad. incluso la mordaza que llenaba su boca forzaba sus mandíbulas. el dolor le cubría y evitaba que sintiera cualquier otra cosa.
a pesar de eso dejó que lo abrazara.
fue entonces cuando empezó a sentirse mejor, porque comenzó a desaparecer.
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