cuero y bondage son siempre una combinación ganadora, al menos en el universo del perro. el cuero separa al perro de sensaciones que lo despisten y el bondage los une en el mundo de la indefensión. esta postura, además, implica cierto grado de tensión con lo que la postura se convierte en tortura. el perro añora la paz que esto produce, acompañado con el hecho de que el esclavo está encapuchado, aislado completamente del mundo, sin posibilidad de interactuar con él.
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