se fijó en él cuanto comenzó el viaje, y él lo sabía. no podía apartar la visa de esas botas vaqueras que llevaba todo el tiempo. cuando el grupo se deperdigó por la ruinas del templo, se encontraron por casualidad en un rincón oscuro. una mirada penetrante fue suficiente para que sus piernas temblaran y cayera de rodillas. le lamió las botas y allí mismo lo folló, sin hacer ruido y sin dejar de pensar en los esclavos que habían levantado aquel monumento. por fin había llegado a casa.
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