había entrado tanteando. sólo avanzaba porque la correa tiraba de él. con los ojos vendados se sentía indefenso, inútil, pero no se le ocurriría quitarse la venda. intentó oír pero no escuchó nada. entonces la correa se inclinó hacia abajo y él se agachó hasta quedar a cuatro patas. respiraba profundamente estaba nervioso y su erección era perfectamente visible porque no llevaba nada de ropa. cuando la orina llegó de todas partes en grandes cantidades, cubriendo cada parte de su cuerpo, se dio cuenta que estaba rodeado de otros hombres, muchos hombres, y que hoy sería su juguete.
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