las botas y los chaps dejaban sus genitales al aire, mostrando el dispositivo de castidad que se cerraba con un candado. llevaba las manos atadas a la espalda y su Dueño lo llevaba con una correa enganchada del collar del cuello. del aparcamiento al bar sólo había unos metros, pero nada más salir del coche se encontró de frente con su jefe, que había salido con unos amigos. intentó hablar pero la mordaza no le dejó. los ojos del presidente de la compañía se fueron hacia sus genitales mientras abría los ojos sorprendido. cuando el Amo tiró de la correa siguió andando preguntándose qué pensaría cuando se encontraran con traje y corbata el lunes en la oficina.
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