jueves, 24 de diciembre de 2009

en la moto de mi AMO XXXV

me sentía avergonzado. debía tener un aspecto horrible con aquello metido en la boca, incapaz de moverme. quería tirarme a sus pies, como siempre que estaba en su presencia, pero no pude. igual que no pude evitar que mi cuerpo reaccionara cuando pude verlo completamente. estaba como lo había visto en el gran salón, completamente vestido de cuero. tenía la cara seria, impenetrable. se acercó a mi cara y dijo:

-perro, sólo tienes que rendirte y volveremos a casa.

yo intenté asentir con la cabeza pero no pude moverla ni un centímetro. entonces sólo me quedó emitir un ligero gruñido. quería rendirme ¿a dónde iba a ir? no tenían ningún sitio, sólo quería estar allí, sólo quería obedecer. ¿qué quería que hiciera? entonces El cogió un silla de detrás de mi y se sentó delante. yo estaba al alcance de su mano. al lado tenía una bolsa. empezó a jugar con mis pezones. hacía tiempo que mi polla luchaba inútilmente por liberarse del dispositivo que impedía que creciera. dolía algo pero era soportable. sin embargo, combinado con el dolor de os pezones, la cosa empezó a ponerse seria. entonces mi Amo sacó de la bolsa una pinza de madera de las de sujetar la ropa, y me la puse en el pezón. el dolor me hizo contener la respiración y luego respirar profundamente, intentanto asimilar e integrar el dolor. esperó unos segundos y colocó otra en el otro pezón. el proceso se repitió. yo notaba cómo diferentes oleadas recorrían mi cuerpo en una mezcla de excitación y sufrimiento. a continuación empezó a sacar pinzas y colocarlas por mi cuerpo, unas muy pegadas a las otras. así trazó una línea que unía mis dos personas y luego bajaba por cada costado de mi cuerpo. luego se metía por el interior de mis muslos. a continuación fueron los brazos, también por dentro. cada pinza que ponía enviaba una oleada de sensaciones a todo mi cuerpo y, cuando el shock inicial se diluía, el dolor permanecía latente pero presente. yo intentaba asumir el propio dolor e integrarlo en mi y me concentraba para evitar que me superase. con el tiempo había aprendido que un estado de concentración adecuado sobre la zona dolorida hacía más soportable el dolor. pronto, demasiado pronto, lo miré a los ojos suplicante, con un murmullo que pretendía ser un "por favor". en un momento dado me pareció vislumbrar en su casa una ligera sonrisa, que desapareció, volviendo a su trabajo sistemático. cuando estuve prácticamente cubierto de pinzas, se detuvo. observó su trabajo y pareció satisfecho. entonces se levantó y desapareció de mi vista. ya había dejado de moverme hacía rato, porque eso provocaba el roce entre las pinzas y aumentaba el dolor. las gotas de sudor constante, permanente, ilocalizable porque venía de toas partes. "aguanta" me repetía a mi mismo. "el dolor no existe, sólo son sensaciones", me decía una y otra vez. todo el cuerpo me ardía. entonces volvió a aparecer en mi campo de visión. iba como paseando, mirándome, como disfrutando del espectáculo. yo le miro suplicante, por favor, que me libere de tanto dolor. no he hecho nada para merecer este castigo. me he portado bien, he hecho siempre todo lo que me han pedido.
como leyendo mis pensamientos se acerca a mi y me dice mirándome a los ojos:

-perro, sólo tienes que rendirte y volveremos a casa.

la sorpresa me hace perder la concentración y me derrumbo. el dolor es demasiado intenso y empiezo a gritar y a moverme, y a llorar, suplicante. mi cuerpo se mueve apenas unos centímetros pero es suficiente para que las pinzas se rocen y aumente aún más el dolor. algunas se sueltan y entonces el dolor aumenta un par de grados y eso hacen que grite aún más. el sudor y las lágrimas se confunden.
El ha dado dos pasos hacia atrás y está observando el espectáculo: mi desesperación, mi dolor, mi sufrimiento. lloro sin consuelo esperando una liberación que no llega. EL desaparece otra vez mientras intento recuperar una calma que no llega. estoy solo con mi dolor.

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